Hacia fines del siglo XIX, con la aparición de nuevas tecnologías en una sociedad estadounidense que vivía un proceso de profunda transformación por las migraciones interna y externa, sumado a la bonanza económica de aquellos años, comenzó la llamada “carrera hacia el cielo”.
En el centro de Nueva York empezaron a erigirse edificios cada vez más altos. Uno de ellos fue la Torre Chrylser, uno de los rascacielos más emblemáticos del mundo, cuya construcción estuvo marcada por una insólita competencia entre dos famosos arquitectos.
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Con su estilo art decó y sus 77 pisos, esta mole de 319 metros de altura fue presentada en 1930 y fue la estructura más alta construida por el hombre durante 11 meses, cuando se inauguró el icónico Empire State Building a tan sólo unas cuadras de distancia. Inicialmente, la torre fue concebida para ser mucho más baja, pero la intensa competencia entre su creador, William van Alen, y el arquitecto de otro rascacielos cercano, Harold Craig Severance, llevó a que su altura final fuera mucho mayor de lo previsto.
La competencia que dio origen a la Torre Chrysler
La historia comienza en 1914, cuando van Alen se asoció con Severance para crear una empresa. Los chispazos entre ambos surgieron rápidamente, cuando Severance sintió celos porque su socio era el que se llevaba todo el crédito cuando la prensa elogiaba los modernos diseños de los edificios que construían en conjunto. Tras muchas tensiones, disolvieron su sociedad diez años más tarde, en 1924. La separación se dio en muy malos términos, ya que ambos terminaron en tribunales con un litigio para decidir quién se quedaba con los clientes.
En 1928 y casi en simultáneo, los ex socios recibieron diferentes propuestas para levantar dos importantes rascacielos en el centro neoyorquino. Severance recibió el llamado del banquero George Ohrstrom, quien quería construir en Wall Street la nueva sede del banco The Manhattan Company.
En cambio, van Alen se reunió con el senador William Reynolds, quien tenía la intención de edificar una torre de departamentos y oficinas en la intersección de las calles 42 y Lexington. Sin embargo, tiempo después el senador desistió del proyecto por no poder costearlo, por lo que van Alen se lo vendió a Walter Chrysler, fundador de la reconocida empresa automotriz.
Hacia comienzos de 1929, Chrysler anunció a la prensa que levantaría una torre de 40 pisos en el plazo de un año, mientras que Severance y Ohrstrom dijeron que la suya sería de 47 plantas. A partir de ese momento comenzó una carrera de egos por ver quién haría el rascacielos más alto hasta que ambos bandos comunicaron que la altura final sería de 70 pisos y 300 metros de alto.
Una contienda con un final inesperado
En medio de esa insólita competencia, Chrysler le pidió a van Alen que hiciera lo imposible por ganar y construir el edificio más alto del mundo. Finalmente, el proyecto tuvo un costo aproximado de 50 millones de dólares y su diseño final incluyó cúpulas de siete niveles decrecientes con ventanas triangulares fabricadas en acero inoxidable.
Cerca de mitad de ese año, Severance anunció que su torre de Wall Street tendría un faro en la cúpula, lo cual le daría una elevación total de 270 metros. Con esa cifra se aseguraba el triunfo, pero para junio de 1929, van Alen comenzó a idear un plan secreto para dar el golpe decisivo.
La operación se manejó con tanto hermetismo que la prensa estadounidense jamás se enteró de lo que iba a hacer van Alen hasta que finalmente sucedió. El 23 de octubre de ese año, la cúpula de la Torre Chrysler se abrió para darle paso a una antena que la hizo 36,5 metros más alto que el edificio de Severance. De este modo, la contienda llegó a su fin, aunque de poco sirvió, ya que menos de un año después el icónico Empire State Building les arrebató la gloria a ambos.