El “Nene” José Staltari equilibra su vida entre el ruido de los motores y el brillo de los escenarios. Mecánico desde siempre, atrapó un hecho fortuito y lo hizo parte de sus días para convertirse, desde agosto de 2015, en la gran versión de Sandro en San Martín.
El hombre de 65 años visitó Villa Gesell en enero de aquel año junto a su familia. La primera noche todos fueron a comer a una pizzería y se sorprendieron con que un artista brindaría un show. José pidió un tema: Penumbras, de Sandro, y el resto acompañó. “De repente el cantante me dio un micrófono y la gente se volvió loca. Me llamaron los 15 días siguientes para que fuera a cantar”, recordó a TN.
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José nació en el seno de una familia numerosa: tres varones y cuatro mujeres. Como el menor de los hermanos, creció con un apodo que lo acompaña hasta hoy. Su padre, Luis, era chapista, y desde los 12 años José comenzó a aprender el oficio. Primero fue la pintura, luego la chapa y, más tarde, la mecánica, disciplina en la que destacó tanto que llegó a preparar autos de carrera para TC Pista.
“Aprendí desde chico que hay que trabajar para salir adelante”, explicó. A los 23 años José se casó y más tarde formó una familia con tres hijos: Jonathan, Romina y Florencia, quienes lo acompañan y admiran desde que su vida dio un giro inesperado.
Su conexión con Sandro comenzó en su adolescencia. “Lo escuché por primera vez en un asalto (fiesta juvenil) a los 13 años. Pusieron Amada mía y fue el inicio de todo. Desde entonces, Sandro marcó mi vida con su música y su forma de ser”, explicó.
A 15 años de la muerte del Gitano, José remarcó que la identificación no tuvo que ver únicamente con sus canciones sino también con su estilo y humildad: “Sin darme cuenta, usaba el pelo y el crucifijo como él. Sandro representa pasión, amor y esa conexión única con el público”.
En 2015, aquella noche en la pizzería, el público lo ovacionó por primera vez: “Nunca había cantado con un micrófono y no sabía si lo hacía bien, pero la respuesta fue mágica. Desde ese momento, no paré de escuchar su música ni de perfeccionarme para recrear su esencia”.
Ocho meses después de aquel episodio, José realizó su primer show formal en una reunión de Alcohólicos Anónimos. Entre nervios y aplausos, su interpretación de Sandro conquistó al público y marcó el inicio de su nueva faceta artística. A partir de ahí comenzó a invertir: micrófonos, equipos, sonido y vestimenta para caracterizarlo cada vez mejor.
Sin embargo, jamás descuidó su trabajo de todos los días: el taller de mecánica integral que montó al lado de su casa. El cual mantiene las puertas cerradas aún cuando adentro tiene varios trabajos por entregar: “Me gusta trabajar con esa tranquilidad”, reflexionó José.
Y agregó: “El taller es mi espacio, donde arreglo autos y recibo a los clientes como si fueran amigos. Me gusta que se vayan con una sonrisa, sabiendo que su auto quedó bien y no gastaron de más”, contó. También indicó que allí, cada viernes por la noche, ensaya junto a sus amigos para perfeccionar sus shows.
“Hace 50 años que trabajo como mecánico y ahora me convertí en el Sandro de San Martín”, dijo el hombre que revolucionó las calles de la localidad San Andrés, en donde muchos ni siquiera le dicen José: “Me gritan ‘Sandro’ o ‘Roberto’. Incluso gente que no me conoce, y que tampoco sabe cómo me llamo, directamente me dice ‘Sandro’”.
Sandro de San Martín
Si bien los shows son su escape, “porque cada presentación es única y especial”, a José lo atraviesa el cariño que recibe en su barrio cada vez que sale a hacer las compras: “Trato de llevar la energía de Sandro, pero siempre desde mi autenticidad. Es un homenaje, no una imitación”.
Cuando cumplió 40 años, José atravesó una etapa de depresión que perduró un par de años. El artista y mecánico halló en las cosas simples de la vida su camino de sanación: “Cantar me devolvió la alegría y la energía”.
En cuanto a sus vecinos, quienes lejos de padecer la música fuerte disfrutan que él cante, le preguntan constantemente “cuándo vuelvo a cantar”, porque “esto es lo que amo y el Gitano me dio una segunda vida”.
Su viaje, rememoró, comenzó con un sueño, literalmente alquilando salones de fiesta para reunir a un público inicial, donde ofrecía shows completos con comida incluida. Él pagaba todo. Y aunque al principio parecía una locura, esto le permitió ganar confianza y perfeccionar su arte.
José no solo llevó su tributo a Sandro a eventos convencionales, sino también a lugares inesperados y emotivos. Uno de sus recuerdos más especiales es el cumpleaños de 93 años de una mujer que soñaba con escucharlo cantar antes de partir: “Esas cosas te marcan. Cantar no es solo música, es tocar las almas”.
“Yo hago un Sandro de una edad determinada, con mis propios movimientos, más sutiles. Mi interpretación es fuerte, pero respetuosa”, explicó quien admitió que “las nenas” del Gitano lo buscan tras sus shows para conocerlo: “Muchas mujeres quieren besarme”.
“Todo lo que me pasó en la vida me obligó a valorar las pequeñas cosas: un mate con un amigo, un asado, manejar tranquilo por la calle. Aprendí a disfrutar todo”, dijo José, que acarrea con orgullo que lo llamen Sandro y hayan olvidado su nombre: “Lo hago con respeto. Si sintiera que no estoy a la altura, dejaría de hacerlo. Pero la gente sigue emocionándose. Y eso me da fuerza para continuar”, completó.
Fotos y video: Agustina Ribó.
Edición: Facundo Leguizamón.