Un grupo de 150 familiares de los 649 caídos en la guerra de Malvinas llegaron este miércoles a las islas para concretar el viaje número 31 al cementerio de Darwin. Entre los viajeros hay padres, madres, hijos y hermanos, muchos de los cuales pisarán por primera vez el lugar donde reposan los restos de sus seres queridos. Se priorizó que viajen los padres, personas muy ancianas, y familiares de caídos que fueron identificados durante la pandemia.
“Estoy tan emocionada, con tanta esperanza y fe”, expresó a TN María del Carmen Penón, madre del soldado Elvio Eduardo Araujo Penón, caído en Monte Longdon en junio de 1982. Ella junto con otros familiares, prensa y funcionarios esperarán en el Hotel Presidente hasta la salida del vuelo a las islas.
La mujer, de 88 años, es la hija de María Fernanda Araujo, presidenta de la Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas. Araujo es diputada de La Libertad Avanza y una de las personas que visitó a represores en Ezeiza. La familia Araujo fue una de las que más se opuso inicialmente a la identificación de caídos y luego de las que más destacaron el resultado positivo.
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Eduardo fue enterrado en Darwin como “soldado solo conocido por Dios” hasta el reconocimiento oficial en 2018. “Uno vive más muerto que vivo cuando pierde a un hijo”, confesó María del Carmen y siguió: “No se puede odiar porque te enferma. Con los años, aprendimos a apoyarnos entre nosotros”.
El contingente, compuesto mayoritariamente por adultos mayores, partió desde el aeropuerto de Ezeiza a la 1:30 y aterrizó en Río Gallegos a las 4.50 de la mañana, según pudo confirmar TN. A las islas llegó pasadas las 6:30 y la visita al cementerio se extenderá hasta el mediodía.
La organización del viaje fue posible gracias al trabajo de la Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas e Islas del Atlántico Sur. La iniciativa contó con el apoyo logístico y financiero de Aeropuertos Argentina 2000 y de Eduardo Eurnekian, claves en la construcción y el mantenimiento del cementerio argentino. Eurnekian también había financiado los viajes anteriores en 2018 y 2019.
Además, este viaje tiene un contexto especial: es el primero que se realiza desde 2019, luego de años de suspensión durante el gobierno de Alberto Fernández, en tiempos de pandemia.
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“Este logro es fruto del esfuerzo colectivo y la perseverancia de las familias”, destacaron en la Comisión, que coordina con los gobiernos argentino y británico para garantizar que cada viaje sea posible. Sin embargo, todavía queda mucho por hacer.
“Queremos un museo, un espacio que refleje el sacrificio y el legado de nuestros hijos. Este viaje es un paso más hacia ese sueño”, afirmaron los familiares.
Las personas que viajarán este miércoles llevarán consigo la emoción de recordar, pero también la responsabilidad de transmitir la memoria de los héroes a las nuevas generaciones. En palabras de María del Carmen, “su sacrificio nos llena de orgullo, y mantener vivo su legado es el mejor homenaje que podemos darles”.
El proyecto de identificación de los caídos
En julio de 1983, el capitán inglés Geoffrey Cardozo había sido enviado a las islas Malvinas para gestionar el regreso de los soldados ingleses al Reino Unido. Sin embargo, se encontró con una tarea titánica: recoger los cuerpos de los argentinos que habían quedado diseminados por las islas después del combate y crear un cementerio para darles un entierro digno. Y así lo hizo: contrató sepultureros profesionales y se pasó los próximos meses recorriendo las islas y levantando cadáveres. Anotaba cada dato en una libreta que luego volcó en un informe.
Como muchos jóvenes no tenían ninguna chapa de identificación o documento de identidad encima, Cardozo enterró sus cuerpos con cuidado bajo una cruz y con una placa que rezaba: “Soldado solo conocido por Dios”. Todos, identificados y anónimos, fueron enterrados en el cementerio de Darwin, creado exclusivamente para caídos argentinos.
Pero en 2008, viendo que no se había motorizado la identificación de ningún caído pese al avance tecnológico que permitía cotejar ADN, Cardozo le entregó su informe al veterano Julio Aro que empezó a insistir a las autoridades argentinas para que se exhumen los cuerpos, tomen muestras y las comparen con ADN de familiares.
Luego de años, en 2017 se pudo hacer un primer proyecto humanitario en donde se desenterraron todos los cuerpos de tumbas anónimas y se tomaron muestras que servirían luego para cotejar con ADN. Se lograron 90 identificaciones positivas y luego se fueron sumando más a medida que aparecieron más familiares a dar sus muestras de sangre. En 2021 se llevó adelante un segundo proyecto para identificar una tumba, la C 1 10, que estaba mal nombrada.
Después de intensivas negociaciones que se mantuvieron en secreto, la Argentina y el Reino Unido anunciaron que se pondrá en marcha un nuevo Plan Proyecto Humanitario (el tercero de estas características) para identificar a soldados argentinos que murieron en la guerra de Malvinas y que están en tumbas sin nombre o mal nombradas.
Este plan, para el que aun no hay fecha aunque se estima que comenzará el año que viene, en realidad estaba casi cerrado en marzo del año pasado, pero el excanciller Santiago Cafiero decidió dar marcha atrás y detener la colaboración que se englobaba debajo del acuerdo conocido como “Foradori-Duncan”.
Ahora se retomó esa idea y se espera que el plan de trabajo sea similar a los dos anteriores, a través de los cuales se permitió la identificación de 121 soldados: lo llevará adelante la Cruz Roja Internacional y participarán peritos argentinos, ingleses y de otras nacionalidades.
Según pudo saber TN en esta etapa, en principio, se trabajará con una tumba que lleva el nombre de Ramón Edmundo Ordóñez, pero que originalmente no estaba en el informe Cardozo. El inglés enterró allí a un joven que no pudo identificar con certeza (creía que era Ordoñez), pero luego los isleños colocaron su nombre allí. Ahora se exhumarán esos restos para que la familia de Ordoñez pueda saber con certeza quién está allí.
También se desenterrarán restos que yacen en la isla Borbón en donde se estrelló un Lear Jet. En su momento, Cardozo recogió algunos restos del lugar (apenas pedazos de quienes iban en esa aeronave) y los enterró en una tumba “solo conocida por dios”, la B 4 16. Era imposible identificar a alguien en ese estado. Así lo hizo saber en su informe.
Cardozo y Aro viajan en este vuelo con los familiares.