Los ventanales de su amplio y luminoso departamento siempre están abiertos, dejando entrar la brisa marina que acaricia las olas de Playa Grande, uno de los rincones más bellos y concurridos de Mar del Plata. Allí, Andrea Méndez no solo encontró un hogar, sino también un propósito inesperado.
El 8 de marzo de 2022, mientras paseaba por el Parque San Martín, la docente se topó con una paloma recién nacida, frágil y desamparada, temblando de frío y miedo. Andrea no lo pensó dos veces. La llevó a su casa y le presentó a sus dos galgos, Betún y Chula. En un abrir y cerrar de ojos, la paloma, a quien la mujer llama ‘Palomo’ por ser macho, fue adoptada como un perro más.
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La dinámica familiar se transformó y Palomo, con su plumaje suave y su espíritu curioso, se integró de tal manera, al punto de que Andrea precisó que se cree un perro más de la familia. “Chula encontró una pequeña paloma que parecía haberse caído de un nido. La pusimos en una cajita y la alimentamos con jeringa”, recordó Andrea, quien nació en General Acha, provincia de La Pampa, a TN.
La idea original era liberarla una vez que estuviera en condiciones, pero el destino tenía otros planes: “Un día salió y no volvía. Me puse muy nerviosa, pero pensé que era lo que correspondía, que se iba a ir”, relató. Tres horas más tarde, la paloma volvió y nunca más volvió a irse. Ese fue el comienzo de una convivencia singular: Palomo se integró a la vida familiar, interactuando con los galgos como si fuera uno más de la manada.
Andrea nunca imaginó tener una paloma como mascota. Pero a pesar de los comentarios que le llegaban de sus familiares y amigos, la misma dinámica hizo que Palomo se adaptara al funcionamiento familiar y se incorporara a las rutinas de Chula y Betún.
“Quiere salir a pasear, duerme con nosotros, se comporta como si fuera un galgo más”, dijo Andrea, que ahondó en la relación particular que mantiene con Chula, con quien parece tener una conexión especial: “Siento que está enamorado de ella por los cortejos que le hace”.
Con Betún, la relación es diferente. “A veces lo pica, le da con las alas, pero jamás hubo un mordisco. Se miden, es increíble, pero ellos se entienden”, contó Andrea, describiendo una relación que, a los ojos de los humanos, podría parecer una pelea, pero para ellos es solo parte de su vínculo: “A veces no puedo creer que mi otro perro se ponga celoso”.
Uno de los aspectos más criticados por quienes conocen la historia es el hecho de que Andrea tenga una paloma viviendo en su departamento. Sin embargo, ella aclaró: “La paloma está libre, siempre tiene las ventanas abiertas y puede irse cuando quiera”. Cuando la temperatura y el clima acompaña, es común ver a Palomo volar por el balcón, distinguir que desaparece y que de repente regrese: “Hay veces que se va tres o cuatro veces por día, y hay días que no se va. Pero siempre estuvo en libertad”, aseguró Andrea.
Para ella, la idea siempre fue que Palomo decidiera si quería quedarse. “Si algún día quiere hacerlo, con mucho dolor, tendremos que aceptarlo. Es lo que él elija”, reflexionó. Palomo no solo comparte el espacio con los perros, sino también las rutinas. “Cuando amanece, nos despierta con sus ruidos, y si la puerta de la habitación está abierta, se sube a la cama y me despierta”, contó Andrea, quien confesó que a veces incluso se baña con él.
La alimentación de Palomo también ha sido un aprendizaje. En un principio, Andrea molía avena y se la daba con jeringa: “Después le di Nestum, y hoy come trigo y un mix de semillas”. Lo curioso es que, cuando los galgos comen, Palomo también pide que le den ese alimento. “Le pongo arroz o avena porque se planta y quiere comer cuando ellos comen”, dijo Andrea.
La historia de Andrea, Chula, Betún y Palomo no pasó desapercibida en las redes sociales. “Abrí una cuenta de TikTok porque me insistían con que mostrara cómo es vivir con dos galgos y una paloma”, explicó. Aquello que empezó como una simple idea de compartir videos de su vida cotidiana terminó por atraer a miles de seguidores.
La mayoría de los comentarios que recibe son positivos, aunque también hay quienes critican la vida que Palomo viva en un departamento. “Hay quienes dicen: ‘¿Cómo vas a tener una paloma o galgos en un departamento?’, pero la realidad es que todo depende de los cuidados que uno les dé”, explicó Andrea, que cuando se va a trabajar encierra a Palomo en una habitación y luego, por las tardes, deja que los galgos corran libremente por el parque mientras ella cuida entre sus manos al ave.
“Me enteré de que las palomas pueden vivir hasta 17 años en cautiverio, e incluso es mejor para ellos, así que creo que vamos a tener un largo camino juntos. No pensé que me iba a enamorar de una paloma, pero me enamoré”, completó Andrea.
Producción: Belén Vallejo.
Video y fotos: Leando Heredia.
Edición: Berenice Laciar.