“Me encerré en mi casa y empecé a jugar LOL [League of Legends]”, cuenta Natalia. Este fue el inicio de su adicción a los videojuegos cuando tenía 17 años y, hasta los 24, pasaba “17 horas por día en la computadora”.
Era muy poca la supervisión que tenía. Natalia se crio con su abuela, ya que su madre tenía que trabajar durante 12 horas, y su padre vive en Chile. “Era la única persona que estaba para cuidarme y se enfermó de Alzheimer cuando yo tenía 16. Se deterioró muy rápido y me encerré para no afrontarlo. Me llevaban la comida a mi pieza porque no quería salir para comer”, relata en diálogo con Telenoche.
La tristeza por la enfermedad de su abuela la empujó a una espiral que la alejó de sus amigos y su familia. En cambio, decidió dedicar todo su tiempo a League of Legends, creado con la modalidad multijugador, lo que permite conectarse con varios usuarios en el mundo. “No conocés a nadie, no ves gente, dejás a tus amigos de lado y las únicas personas con las que hablás son las que están en esa pantalla. Tu mundo se convierte en esa gente que está en internet”.
Era consciente del tiempo que perdía y se sentía culpable, pero no podía parar. Se levantaba a las 17:00, jugaba hasta la mañana siguiente y volvía a dormir a las 11:00. Sentía dolor en el cuerpo y los ojos. “Las piernas se me hinchaban por estar quieta”, asegura.
Las consecuencias emocionales también la afectaron físicamente. Después de haber sido una adolescente activa, dedicada al deporte, ganó 80 kilos de peso tras dejar el voleibol. “Dejé todo. Empecé a tener mucha ansiedad, depresión, tomaba pastillas y jugaba”, recuerda. Parte de esa ansiedad la calmaba con la comida. Después, la vergüenza por su peso fue un motivo más para mantenerse enclaustrada, y le pidió a su mamá que mintiera por ella cuando los amigos del colegio iban a buscarla. También dejó de contestarles los mensajes y llamadas.
“Yo era otra persona”, lamenta. Hasta los 16 años, fue una adolescente común, con muchos amigos y planes para los fines de semana. “Tenía una vida normal, incluso, tenía buena autoestima. Me sentía, no sé si feliz, pero estaba contenta seguido. Tenía mejor relación con todas las personas”.
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Natalia reconoce que llegó al extremo de descuidar su higiene personal, su apariencia. Evitaba hacer cualquier cosa que la alejara de la computadora. “Pasaba todo el día en pijama o en ropa interior. No me vestía, no me arreglaba. El pelo, [lo tenía] enredado a más no poder porque no quería pasarme el cepillo porque perdía tiempo”.
Hoy, superó la dependencia a los videojuegos, está segura de que no volverá a las pantallas porque podría recaer, pero siente que no puede lidiar con las secuelas. “Me duele. Ojalá no hubiera transitado eso para no llegar a como estoy ahora. No me puedo sacar de la cabeza los problemas que me generó estar así. (...) Saqué la adicción por los videojuegos y ahora, tengo adicción por la comida. (...) Me ha costado tanto ser quien era antes. Es muy difícil”.