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    Calores, insomnio, cambios físicos y de humor: la escritora Inés Garland narra con belleza la menopausia

    Diario de una mudanza propone una observación sutil, amorosa y divertida sobre una etapa de la vida de las mujeres que todavía es tabú. Para muchos, el libro del año. Hablamos con su autora.

    Mariana Mactas
    Por 

    Mariana Mactas

    22 de septiembre 2024, 06:00hs
    La escritora Inés Garland narra con belleza la menopausia. (Foto gentileza Inés Garland).
    La escritora Inés Garland narra con belleza la menopausia. (Foto gentileza Inés Garland).

    Más allá de sus numerosos méritos artísticos, es probable que Diario de una mudanza, el nuevo libro de Inés Garland, sea señalado por muchos críticos como el libro del año por su tema. La menopausia, el climaterio, el cambio de piel en la vida de las mujeres que más tarde o temprano marca el fin de una etapa y el comienzo de otra.

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    Aunque siempre estuvo ahí, sigue siendo esa etapa sobre la que, bien entrado ya el siglo XXI, todavía se habla poco y nada. El mes en pausa, o la definición biológica de climaterio: período vital durante el cual cesa la función reproductora de un ser vivo, más definido y acotado en mujeres que en varones. Y si bien la conversación pública parece incorporarlo cada vez más, los aportes de la divulgación o el ensayo se perciben con mayor presencia que los de la literatura.

    La autora de las novelas El rey de los centauros, Una reina perfecta y Una vida más verdadera, premiada por novelas para jóvenes como De la boca de un león y Piedra, papel o tijera, es además traductora y coordinadora de talleres de narrativa. Aquí, propone un texto biográfico que incorpora reflexiones, lecturas y hasta subtramas románticas.

    Calores nocturnos y humores cambiantes, lagunas de transpiración y ataques de frío, insomnio inédito y formas de un cuerpo en metamorfosis. El climaterio llega con baterías de síntomas para elegir tu propia aventura de sufrimiento. Lo notable de Diario de una mudanza, armado con textos breves y que se lee de un tirón, es que Garland logra una generosa entrega de introspección, empatía y sentido del humor para acompañar ese abismo inevitable al que las mujeres suelen llegar desinformadas. Su protagonista se muda de casa, y el movimiento traza líneas paralelas con la mudanza de identidad. Una inspiración para una observación sutil y amorosa de ese proceso.

    “Le propuse a una amiga más joven que yo que intercambiáramos unas cartas donde yo le fuera contando asuntos relacionados con el climaterio -dice Garland a TN sobre el origen del proyecto-. Ella se inventó un personaje que finalmente no nos resultó y el proyecto se detuvo. Quedó ahí y yo seguía con mis anotaciones y asociaciones hasta que decidí empezar a escribirlo de manera fragmentada. Después, el inconsciente, la escritura misma, que siempre me obliga a profundizar en busca de las preguntas que tengo acerca de las cosas de la vida, me llevó a seguir escribiendo durante cinco años.

    Un día cualquiera les planteé a dos amigos mis dudas con el texto. Esa tarde me llamó Alejandra Zina, editora de la revista La Forma breve, un texto que hablara del climaterio. Pensé que le habían contado en qué andaba yo, pero no. Era coincidencia. Esas coincidencias a mí me hablan a los gritos. En la presentación de la revista recibí comentarios muy cálidos y hambrientos de más. Todo eso despejó mis dudas”.

    Con una narración fragmentada en textos breves, la novela de Garland se lee de un tirón. La imagen de la tapa es la obra Bailarina, del artista Daniel García.
    Con una narración fragmentada en textos breves, la novela de Garland se lee de un tirón. La imagen de la tapa es la obra Bailarina, del artista Daniel García.

    —Suele decirse que de menopausia no se habla y de que, si se está empezando a hablar con más naturalidad, no es tanto desde la literatura o la producción artística. ¿Cuánto tiene para aportar a esta apertura del tema en la conversación pública?, ¿Nacerá una “literatura del climaterio”?

    —La literatura aporta miradas sobre la vida, la posibilidad de identificación, abre preguntas. No le doy mucha importancia a los géneros cuando leo, todo puede ser literatura, pero imagino que la ficción o las memorias resultan a veces más accesibles a una cantidad mayor de lectores que los ensayos científicos o la divulgación. La literatura habla también de su tiempo, si en este tiempo se empieza a mirar el tema de las mujeres y el climaterio, me parece lógico que ese tema aparezca.

    —¿Cuáles dirías que son los efectos de ese silencio sobre la menopausia para las mujeres?

    —Los efectos del silencio sobre cualquier tema son el aislamiento, la desinformación, la vergüenza. Es enriquecedor que se abra esta conversación. Desde que escribí el libro hasta ahora tengo cada vez más información, más sensación de colectivo de mujeres solidarias, menos vergüenza y menos sensación de estar sola con lo que me pasa.

    En su libro Flash Count Diary, Darcey Steinke (...) dice que el Viagra alienta a los hombres a negar su vulnerabilidad y limita el sexo a la penetración durante toda la vida. Lo subrayo, lo escribo en mi cuaderno y no puedo dejar de seguir pensando al respecto. Justo cuando podríamos encontrar un modo distinto de entendernos, la trampa de que el sexo se resume en el acto de la penetración vuelve a separarnos.

    Estrógenos para las mujeres, sildenafil para los hombres y vamos hacia la muerte mirando para otro lado. ¿No podríamos dejarnos caer con las piernas enredadas? La piel siente la presencia de ese otro que también va a morir.

    Un tratamiento hormonal para “ser la que era”. ¡Yo no quiero ser la que era! Ni siquiera quiero ser. Me gustaría más aprender a estar”.

    —Tu diario le permite a tu protagonista reflexionar acerca del desencuentro entre el deseo de las mujeres y los hombres post cincuenta. También sobre tensiones de la maternidad, entre otros temas. ¿Cómo jugaron esos apuntes con el relato?

    —Preguntale a mi inconsciente. No tenía idea de cómo iba a funcionar todo junto. Trabajé bastante sobre la edición final, decidiendo qué quedaba afuera y qué no. Muchas veces empiezo con alguna escena de mi vida y dejo que el relato avance y tome sus propias decisiones. Me alejo de la “realidad” (si es que existe, porque ya al mirarla cada uno hace su recorte), y dejo que el relato se despliegue y vaya averiguando lo que necesita para dar cuenta de algo que podría llamar, quizás, una verdad personal. En este libro le sumé a eso las asociaciones libres, las sincronías, lo que estaba leyendo, los encuentros. Cuando algo que estoy escribiendo me toma como rehén, aparecen toda suerte de coincidencias, situaciones, lecturas, sincronías de todo tipo. Me basta con estar atenta y tomar nota. Recibo mucha ayuda de la vida misma, como si las cosas, las personas con las que me cruzo, las situaciones cotidianas, todo lo que cae en mis manos, me hablara.

    —Es tentador afirmar que tu libro identificará, o le habla más cerca, a las lectoras. Y más a las que están atravesando cambios parecidos. ¿Cuál es tu sensación y qué devoluciones tuviste en ese aspecto?, ¿Y cuánto te gustaría, o imaginabas al escribirlo, que este libro pudiera serles útil, acompañar a las mujeres en su climaterio?

    —Nunca me imaginé que este libro tuviera el efecto que tuvo. Me emocionan los mensajes de agradecimiento que recibo, lectoras que me buscan en Instagram y me dicen que están llorando o se están riendo en el colectivo o en sus cuartos a la noche o en la mitad del día con una escena en especial o con algo que justo les calza como anillo al dedo. La sensación de red es poderosísima y siento un enorme agradecimiento a esas mujeres que se toman el tiempo de hacerme saber que mi trabajo las toca. Algún hombre también, los que aman a las mujeres y quieren enterarse y se dan cuenta de que ellos también viven encerrados en una jaula de creencias falsas que los aíslan y los hacen desdichados, que los separan de la conexión con su propio costado femenino. Y, para mi sorpresa, chicas jóvenes que quieren saber, que tienen curiosidad por la vida más allá de las edades.

    —¿Qué referencias de libros, o quizá películas, sobre todo de mujeres, te sirvieron o te conmovieron especialmente en este trabajo?

    —Muchos. Cito algunos de ellos en el libro. Durante la escritura dos lecturas que me inspiraron mucho y me llevaron a conversar con ellas fueron Flash Count Diary, (Diario de los calores) de Darcey Steinke, la lectura del blog de María Popova The Marginalian, donde encontré las citas de Úrsula Le Guin el ensayo The situation and the story, de Vivian Gornick, Anne Dufourmantelle, Annie Ernaux, Joan Didion. Las mujeres que traduje, especialmente; Sharon Olds, con su feroz honestidad y su manera de contar el cuerpo, Jamaica Kincaid con su violencia y su pena por la historia de las esclavitudes, la brillantez irónica de Mavis Gallant, el espanto lleno de humor de Bette Howland. La lista no tiene fin. Todas la mujeres que escribieron con honestidad, generosidad y valentía sobre su mirada sobre el mundo son la red de contención.

    —La discusión sobre una literatura femenina parece demodé, sin embargo hay muchas voces de mujeres en lo que se publica acá, y en buena parte textos que pueden inscribirse en cierta literatura del yo. ¿Cómo ves ese panorama, vos que además trabajás en talleres? ¿Te sentís parte de alguna cierta corriente?

    —Parece demodé, pero sigue en auge. El problema, ¡el gran problema! es que el adjetivo “femenino”, en ese contexto y en tantos otros, sea peyorativo. Eso es lo que tenemos que mirar, lo que tenemos que resistir, no solo las mujeres, también los hombres. Los prejuicios, la discriminación, el pensarnos superiores a otros, los abusos de poder, todo lo que nos lleve a la desconexión con lo que nos rodea es fuente de enfermedad y dolor. Lo femenino es, por definición, inclusivo. No hablo de descartar lo masculino, hablo de paridad en la diferencia. Y no hablo de hombres versus mujeres, sino de lo femenino y lo masculino. Anima animus, decía Jung. En mi mundo ideal, eso es posible, es deseable, es lo mejor que nos podría pasar como humanidad.

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