José de San Martín nació un 25 de febrero de 1778 en la ciudad de Yapeyú, actual provincia de Corrientes, en épocas del Virreinato del Río de la Plata. Hijo de dos españoles peninsulares llamados Juan de San Martín y Gregoria Matorras, pasaría sus primeros años en tierras criollas. Pero a la temprana edad de 6 años, sus padres emprendieron viaje de retorno hacia España. Allí el joven San Martín terminaría formándose intelectual y militarmente a las órdenes de ejército español, para luego convertirse en el líder revolucionario que todos conocemos tras cruzar nuevamente el Atlántico.
El resto de su historia es conocida, pero no sólo aquí: San Martín es un personaje que trascendió fronteras, ya que su gesta libertadora resonó a lo largo y ancho del Nuevo y Viejo Mundo. Hoy en día muchas ciudades le rinden homenaje eterno a través de plazas, calles, equipos de fútbol y monumentos. Y como nadie es profeta en su tierra, la mayoría de aquellos homenajes vinieron luego de su muerte; a continuación, veremos algunos de ellos.
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La memoria de un prócer
Los pueblos viven de su memoria. A través de ella logran construir su identidad basándose en experiencias pasadas que llevan a la reflexión y la autocrítica. También, el recuerdo de errores y aciertos del pasado sirven de parámetro moral para lograr la coexistencia pacífica entre sus miembros. La figura de los próceres es útil para marcar los ejemplos a seguir, definiendo la ética y la moral de cada sociedad. En este aspecto, Belgrano y San Martín son figuras indiscutidas. A través de monumentos que enarbolan las banderas proclamadas por sus figuras heroicas, los pueblos pueden contemplar de forma material e imperecedera a los personajes que admiran y veneran. Cuando San Martín murió en Boulogne Sur Mer, Francia, aquel 17 de agosto de 1850, su paso a la inmortalidad dio pie a que el mármol, el granito y el bronce hablen en ausencia de su presencia física.
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El primer gran homenaje monumental lo encontramos en la ciudad de Buenos Aires. Esta fue la escultura ecuestre encargada por la municipalidad de Buenos Aires hacia fines de 1850 tras enterarse que los chilenos también le rendirían homenaje a su libertador. Inaugurada en 1863, completaría su forma actual en 1910 para el Centenario de la Revolución de Mayo. Se encuentra emplazada en la Plaza General San Martín - declarada Sitio Histórico Nacional en 1942 – en el barrio de Retiro.
Este monumento ecuestre es quizá el más importante junto al emplazado en Mendoza al pie de los Andes: en el Cerro de la Gloria se encuentra el “Monumento al Ejército de los Andes” que, tras algunos contratiempos, se terminó de construir en 1914.
Al igual que esos dos ejemplos, se fueron construyendo otros alrededor de la Argentina y del mundo. De estos últimos, algunos fueron donados por ciudadanos argentinos, otros por los Estados como regalo al centenario de nuestra independencia, y otros por el aniversario de la muerte del correntino.
Comenzando por los países hermanos, y además del mencionado ubicado en Chile, encontramos los monumentos más importantes Perú y en México DF. También podemos encontrar una escultura ecuestre en el mismísimo Boulogne Sur Mer donde, a escasos metros, uno de sus Granaderos aún custodia la última morada del general. También en Cádiz encontramos una escultura ecuestre de San Martín: irónicamente, desde aquella ciudad española partieron muchas de las tropas a las que enfrentó.
En América del Norte encontramos homenajes en Montreal, Canadá, y también en el Central Park de Nueva York, Estados Unidos. Allí comparte espacio con la estatua de Bolívar, el otro gran libertador de Sudamérica. Con este último comparte presencia en el Hemiciclo de la Rotonda en Guayaquil, Ecuador. En aquella ciudad ambos libertadores tuvieron la famosa entrevista de 1822, donde San Martín le cedió sus tropas a Bolívar y decidió abandonar el continente.
Pero hay uno no tan conocido ubicado en el parque Parque Montsouris de París, ciudad-cuna de las ideas revolucionarias que inspiraron las oleadas libertadoras de Sudamérica. Aquel homenaje ecuestre a San Martín custodia la Casa Argentina – Maison de L’ Argentine – de la Ciudad Universitaria de París. Dependiente del ex-Ministerio de Educación de la Nación, allí estudiantes e investigadores argentinos expanden a través de la pluma, no ya de la espada como don José, ideas revolucionarias surgidas en nuestro suelo.
Un homenaje para San Martín en San Martín
Pero antes hubo otro homenaje, no en forma de monumento, sino a través de un (re) bautismo: cuando el ejército de Justo José de Urquiza derrotó al de Juan Manuel de Rosas en la batalla de Caseros de 1852, su antigua comandancia de “Las Crujías” - en el actual barrio de San Andrés y convertida en el Museo Histórico Regional Brigadier General Juan Manuel de Rosas - fue incendiada y parcialmente destruida. Aquel poblado que había crecido al calor del cuartel era conocido como “Los Santos Lugares de Rosas”, ya que antiguamente las rentas de las órdenes religiosas allí asentadas eran enviadas a Jerusalén. Pero los unitarios y enemigos de Rosas, victoriosos y deseosos de borrar todo recuerdo del “tirano”, les propusieron a los pobladores cambiar el nombre de los “Santos Lugares”: en 1856, tras autorización provincial y en homenaje al recientemente fallecido libertador, se renombro al poblado que recién en 1864 tendría categoría de partido: “General San Martín”. Sí, el ubicado en la zona norte del Gran Buenos Aires.
Ya existía un pueblo llamado “Libertador San Martín” en la provincia Mendoza desde la década 1820, dado que allí se había establecido Don José con su Ejército de Los Andes. La diferencia radica en que el partido bonaerense fue el primero en homenajearlo con su nombre – en calidad de prócer - tras su fallecimiento en 1850. También se barajó ponerle al partido el nombre de “Belgrano”, pero la predilección por “San Martín” tenía aún más sentido: en 1813, de camino a la batalla de San Lorenzo, el general había descansado en una posta ubicada en las calles Caseros y Rivadavia del actual barrio de San Martín.
Cabe decir que existió un lazo entre Rosas y San Martín. Este último, en su testamento , le dio su sable corvo al “Restaurador de las Leyes” en reconocimiento por su defensa de la soberanía nacional tras los avances imperialistas de Francia e Inglaterra sobre los ríos Uruguay, Paraná y de la Plata durante la década de 1840:
“El sable que me ha acompañado en toda la Guerra de Independencia de la América del Sud, le será entregado al General de la República Argentina Don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción, que como Argentino he tenido al ver la firmeza que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los Extranjeros que tratan de humillarla”.
Pero los homenajes en aquel partido no terminaron allí. Entre 1880 y 1930 se radicó en el municipio una gran cantidad de inmigrantes ingleses. La mayoría vinieron como trabajadores ferroviarios con la construcción de la estación San Martín - inaugurada en 1876 - del ferrocarril Buenos Aires-Campana. No obstante, luego, cuando el ramal fue adquirido por el Ferrocarril Central Argentino - de capitales íntegramente ingleses -, se fueron creando otras estaciones como Villa Ballester, San Andrés y los talleres de Miguelete.
Los trabajadores del ferrocarril de cuello blanco y azul se asentaron en los barrios y trajeron sus costumbres. Por un lado, el golf: el primer match se jugó en las cercanías de la plaza central de San Martín en 1883. Esta afición dio pie a la construcción, en 1907, del primer campo de golf de la Argentina: el Golf Club San Andrés. Pero aquí lo que nos interesa: en 1899 los trabajadores ingleses también trajeron la primera pelota de fútbol al barrio y, como consecuencia de su afición por este deporte ignoto en estas tierras, crearon el San Martín Athletic. Este efímero club sobrevivió hasta 1910, pero ganó la Copa Bullrich de la primera división del amateurismo en 1903. Fue el primero de la Argentina en llevar el nombre del prócer. Además, su indumentaria constaba de una camisa celeste y un pantalón blanco.
En la plaza central de San Martín, desde 1915, se erige un monumento ecuestre al libertador. Debajo de él descansan los restos de Francisco González, un Granadero con rango de alférez que acompañó a don José en todas sus campañas y que luego se asentó a vivir en el partido de San Martín. En 1880 fue testigo de la repatriación de sus restos junto a otros seis Granaderos. Y, al igual que Argos el perro de Ulises, pudo descansar en paz tras asegurarse el retorno de su general: murió al año siguiente con 100 años.
Como último dato relacionado, en 1950 el gobierno nacional decretó el “Año del Libertador” por haberse cumplido 100 años del paso a la inmortalidad de San Martín. En el partido homónimo se decidió cambiarles el nombre a las localidades oficiales por otros relacionados a la vida de San Martín. Si bien en lo cotidiano quedaron rápidamente en el olvido, las boletas de servicios aún llegan con aquellas denominaciones: Villa Gregoria Matorras, Villa Granaderos de San Martín, Villa Gregorio Las Heras, Villa Tomás Guido, Villa Remedios de Escalada, Villa San Lorenzo, etc.
(*) Nicolás Fernán Rey es Magister en Historia, Profesor adjunto en la Universidad del Salvador y docente de educación Media.