Hace 30 años el país se conmovía por tragedia de los bomberitos, que marcó un antes y un después en la historia de la actividad en el país. Con el correr de las horas se esclarecieron los motivos de la masacre de 11 chicos y por qué había menores de edad combatiendo las llamas en los campos de Puerto Madryn.
El total de víctimas del incendio de pastizales de aquel 21 de enero de 1994 llegó a 25. Lo más dramático del hecho fue que 11 de ellos eran niños, uno de ellos, Marcelo Miranda, de apenas 11 años. El resto, en su mayoría eran adolescentes y jóvenes. Sólo dos de las víctimas fatales tenían más de 23 años.
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El cuartel de bomberos funcionaba como un club en el que se reunían niños y adolescentes. “Era un hábito de todo el sistema de Bomberos Voluntarios en la Argentina, pese a que la ley no lo permitía. Tuvo que pasar esta tragedia para que se dieran cuenta de que esto no era un juego”, dice el reportero gráfico José Luis Lazarte, que cubrió el hecho para el diario La Jornada de Trelew.
“Los chicos iban al cuartel para aprender y divertirse. Cuando ocurrió este incendio a algunos los cargaron en el móvil y los llevaron, pero otros fueron llegando al lugar por sus propios medios y una vez dentro no pudieron salir”, detalla Lazarte.
El dramático incendio se produjo un día de muchísimo calor en Madryn y el viento fuerte y cambiante tuvo un papel preponderante para que el siniestro resultara devastador. El fuego terminó encerrando a los bomberitos y se convirtió en una trampa mortal para todo el grupo.
Aquel día de hace 30 años la sirena comenzó a sonar a las 2 de la tarde y Juan Moccio, un pibe de 15 años, se fue corriendo al cuartel, cuenta Ofelia Salinas, su madre. “Pensé que era un incendio más, pero a mi hijo le costó la vida”, dice amargamente.
A medida que pasaban las horas y Juancito no regresaba, Ofelia empezó a preocuparse, al igual que el resto de las madres, que se presentaron en el cuartel a averiguar qué estaba ocurriendo. “Nos dijeron que los chicos estaban a salvo en un puesto, pero era todo mentira”, cuenta la mujer.
“Si nos decían la verdad íbamos a morir todos buscándolos”
“Los chicos murieron poco después de las 6 de la tarde de ese mismo día y nosotros nos enteramos recién a las 9 de la mañana del siguiente. Nos mintieron porque si nos decían la verdad nos íbamos a morir todos buscándolos. Recién cuando el fuego estuvo controlado y pudieron ver los cuerpos desde el aire nos avisaron lo que había pasado”, afirma la mujer.
Los bomberitos combatieron las llamas vistiendo mamelucos de tela, cascos de fibra de vidrio y botas de goma. Para sofocar las llamas sólo tenían palas, con las que intentaban apagar el fuego echándole tierra. “Así lo habían hecho en otros siniestros y ellos pensaron que aquel era un incendio como cualquiera”, explica Lazarte.
Las llamas eran gigantescas lenguas de fuego que se esparcían por campos del oeste de Madryn. “Esa noche nadie durmió en la ciudad”, dice Lazarte. “A la mañana empezó a correr el rumor de que algunos chicos habían muerto. Primero se decía que las víctimas eran 9, después 12, más tarde 15… Fue terrible”, recuerda.
En el trágico hecho murieron 25 jóvenes: Daniel Araya (21), Mauricio Arcajo (12), Andrea Borredá (18), Ramiro Cabrera (16), Marcelo Cuello (23), Néstor Dancor (15), Alicia Giudice (22), Raúl Godoy (23), Alexis González (22), Carlos Hegui (12), Lorena Jones (15), Alejandra López (15), Gabriel Luna (21), José Luis Manchula (23), Leandro Mangini (18), Cristian Meriño (21), Marcelo Miranda (11), Juan Moccio (15), Jesús Moya (20), Juan Manuel Passerini (16), Cristian Rochón (19), Paola Romero (17), Cristian Llambrún (21), Cristian Zárate (14) y Juan Carlos Zárate (22).
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El reportero gráfico siguió documentando la tragedia: el retiro de los cuerpos en un improvisado camión funerario para llevar los féretros al gimnasio municipal, seguido por una multitud que se reunió para despedir a los bomberitos. “Yo estaba acostumbrado a hacer en ese mismo lugar fotos de básquet, de gimnasia artística... Ver a los chicos jugando y pasándola bien. Pero esta vez había una fila de ataúdes y todo Madryn rodeándolos. Esas imágenes no me las puedo borrar”, confiesa Lazarte.