Lo primero que cualquiera ve cuando sube al auto de Rodolfo Cutufia es su mirada cómplice por el espejo retrovisor. “¿Alguna vez viajaste conmigo?”, le pregunta el taxista a la gran mayoría de los pasajeros mientras sostiene en la mano una agenda telefónica. Las reacciones varían según la persona. Algunas no entienden la consulta o piensan que habla solo, otras niegan que ese cuaderno que fue quedando en desuso con la llegada del celular sea suyo.
Con 73 años y más de tres décadas detrás del volante, Rodolfo todavía se sorprende cuando alguno de los transeúntes a los que lleva lo reconoce. Es que en este tiempo se hizo conocido como “el taxista de la agenda” y a cada una de las personas que pasa por su auto intenta contagiarle sus ganas de construir una sociedad más justa.
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Entre charla y charla con los pasajeros, Rodolfo empezó a gestar un proyecto que lo motiva a seguir levantándose por la mañana: crear una fundación para trabajar sobre educación y cultura usando el conocimiento de todos los que estén dispuestos a ayudarlo: “Hace 36 años que hago esto y le encontré la vuelta a disfrutar con el trabajo y ver cómo canalizar las ganas de hacer de mucha gente en distintos temas sociales. Con cada uno que fue aportando sus experiencias se generó todo un proyecto que se llama Estrechando Manos”.
“La idea es armar una fundación y trabajar sobre educación y cultura y con todos los amigos y las relaciones que hice por todo el mundo construir una rueda de auxilio en donde nos tenemos a los otros”, detalló sobre el espacio con el que sueña desde hace décadas. Para él, es necesario que como sociedad trabajemos para dejarle un mejor país a las generaciones por venir.
Cada agenda que fue completando es un reflejo de la cantidad de personas que apuestan por un mundo mejor, más igualitario y más justo: “Cuando los pasajeros ven la cantidad de gente, de firmas y de ganas que hay se dan cuenta de que no están solos, de que no van a contramano”. Más allá de mostrarse optimista sobre el futuro, aclaró: “Obvio que hay mucha gente complicada y que tiene un montón de problemas, entonces nos miramos en la calle y parece que estamos todos enojados, pero no es así. Cada uno tiene un montón de ganas de hacer y muchos sueños, lo que pasa es que muchas veces están frustrados porque no llegan a fin de mes, por los problemas con sus hijos, por las cosas que les pasan”.
Hoy, Rodolfo ya tiene 92 agendas con los contactos de los miles de pasajeros que viajaron con él. “Las frases son increíbles, porque uno dice ¿cómo puede esta persona dejarme tanto? Una vez una señora, me puso ‘Hola Ro, justo cuando ya no creía en la magia divina de vivir apareces tú, loco lindo”, contó emocionado por los mensajes que suele releer de vez en cuando.
En su casa, a la que él llama “el museo” guarda cada uno de estos cuadernos que supo llevar en su auto y espera que esos contactos que recolectó con el paso de los años puedan ayudarlo el día que lo necesite. Cuando le preguntamos si lo tratan de “loco” por perseguir sus sueños, Rodolfo no pierde el brillo de sus ojos: “Si la locura es esto y yo cuando se bajan del auto sigo sonriendo... y bueno, viva la locura”.