En el departamento que Stella Maris y Francisco comparten en Villa Lugano las manchas de humedad forman parte de la escenografía del lugar. Los jubilados, en pareja desde hace 22 años, quieren arreglar su hogar, pero apenas tienen dinero para sobrevivir.
Cada uno cobra la mínima y entre los dos juntan por mes alrededor de $105.000. A ese monto le suman lo que les dan por las latas que juntan cada mañana en los tachos de basura de su barrio.
Leé también: “Dejé de comer carne”: cobra $52 mil de jubilación y reparte cajones de soda en bici para llegar a fin de mes
En octubre de 2022, TN los acompañó en la recorrida que ambos llevan a cabo durante varias horas del día. Revisan contenedores de basura, abren las bolsas de residuos y buscan que algún electroméstico viejo, con cobre a la vista, les salve la semana.
Casi un año después, la situación no cambió: Stella Maris y Francisco no llegan a fin de mes. Tal es así que dejaron de pagar las cuotas del plan de vivienda que obtuvieron por el departamento y solicitaron dos préstamos para cancelar las deudas de luz, agua y gas que acarreaban desde hace meses.
“Vino la pandemia, un incendio, y acá estamos; tratando de recuperarnos y recuperar las cosas que se fueron perdiendo”, explicó en aquel entonces Stella Maris a este medio. Once meses después su historia no cambió: “Salimos menos porque el estado de salud de mi marido no lo permite. Lo único que cambió es que los vecinos ahora saben lo que hacemos y nos preparan bolsas con latitas”.
La mujer de 70 años precisó que solicitaron un préstamo en una financiera por $80.000 y que debieron devolver cerca de $150.000. El otro lo sacaron con Anses: “Ese es de $120.000 y nos lo debitan de la jubilación”. Por eso terminan cobrando 105 mil.
“Al incendio que sufrimos hace unos años se le sumó otro gran problema, que fue el horno eléctrico, el cual también se nos quemó. Así que, además de pagar servicios atrasados, tuvimos que comprar cosas que nos hacían falta para vivir. Otro ejemplo es el calefón, que también se deterioró”, relató Stella Maris.
La pareja se conoció en 1997: “Él era el encargado de un edificio y yo hacía guardias en un puesto de flores que estaba en la misma vereda. Le iba a pedir agua caliente para el mate o agua para las flores”, contó ella. Francisco indicó: “La invité un 8 de enero a cenar y todavía seguimos cenando”.
También precisaron que son padres de “dos hijos del corazón” en Uruguay y abuelos de varios nietos, a quienes ven poco por la distancia que los separa.
Stella Maris puntualizó que en los tachos recolectan principalmente latas de gaseosa o cerveza para luego venderlas a un metalero amigo. Antes salían juntos todos los días; ahora, algunas complicaciones de salud de Francisco imposibilitan la vieja dinámica.
“Nosotros empezamos durante la pandemia por una cuestión de necesidad. Vimos que en el barrio lo hacían muchos vecinos y salimos. Si salís vas a encontrar a cuatro o cinco revolviendo la basura. Algunos juntan cartón; otros, plástico. Otros, lo que venga”, contó Stella Maris.
Fue ella quien detalló que en los últimos meses “el ritmo de la comida cambió”. Antes elaboraban una lista mensual en donde trataban de cumplir con todos los alimentos básicos y necesarios para estar bien de salud. Ahora, “poca carne, poco queso y pocos gastos como la mermelada o el dulce de leche”.
En el departamento de Villa Lugano, al que accedieron en 2018 por un plan de vivienda, también deben varias cuotas del crédito: “Nos faltan alrededor de siete y terminamos de pagarlo”, especificó la mujer.
Stella Maris relató que hace algunos días, mientras esperaban el colectivo, le sacaron un morral en el que llevaban documentos, una agenda y $7000. ”Me devolvieron todo menos la plata, que parece poco a esta altura, pero para nosotros es muy difícil juntar ese dinero”, sostuvo.
Leé también: El drama de Beatriz: es jubilada, se saltea los almuerzos porque no tiene plata y hace dos años vive sin gas
La jubilada, que hasta hace un tiempo trabajó en casas de familia, cuida a pacientes en el Hospital Ramos Mejía. A ellos los higieniza, les da de comer y les brinda compañía. “También acompañamos a otros jubilados a hacer trámites o al médico, y así intentamos salir adelante”, dijo.
Stella Maris completó: “Tratamos de no lamentarnos por lo que nos pasa, es una costumbre que siempre manejamos. Nos hubiese gustado tener otra realidad, con dos jubilaciones buenas, poder ir al teatro o al cine, a pasear. Ahora no, no se puede. Bueno, poder se puede, pero no hay con qué”.