Víctor Bó pertenece a una familia de artistas; es hijo de Armando Bó, un célebre -por diferentes motivos- director de cine y a su vez padre de dos hijos de destacable actividad: Armando como su abuelo, un provocativo creador, y Teresa Bó, una periodista y corresponsal de guerra especializada en Medio Oriente.
Su carrera de actor, la de Víctor, comenzó bajo las órdenes de su padre, el hombre que instaló el cine erótico en la Argentina, con Isabel Sarli como estrella principal (y única). La situación para él resultaba delicada porque, como se sabe, Isabel Sarli fue famosamente la amante de su padre, Armando Bó. De algún modo llegaron ambos a un acuerdo profesional y filmaron juntos una cantidad de películas como La tentación desnuda, la muy comentada Carne y La mujer de mi padre, entre muchas otras.
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Hacia 1970 Bó se independiza en cierto modo de la filmografía de su padre y actúa junto a Susana Giménez y Ricardo Bauleo en Los mochileros, de Emilio Vieyra. Y a partir de 1973, después de haber protagonizado algunas otras películas, inicia la saga de Los superagentes con Ricardo Bauleo y Julio De Grazia. A lo largo de 13 años fueron 11 películas consideradas de culto que divirtieron durante años a niños y adultos. Él era Delfín, De Grazia, Mojarrita y Bauleo, Tiburón.
A cierta altura, Víctor Bó inició una nueva carrera como productor. Produjo Seguridad personal (1986), con Rodolfo Bebán, Las lobas (1986) de Aníbal Di Salvo y La clínica del doctor Cureta (1987) con Gianni Lunadei. Al ver esta película en un Festival Internacional, Geraldine Chaplin lo invitó a cenar a su casa, admirada por el acento en los derechos humanos que expresaba el film aun en registro de humor.
Bó arriesgaba su propio dinero en sus emprendimientos. Produjo películas como Las puertitas del Sr. López (1988) con Lorenzo Quinteros y también se aventuró con un cine más polémico como Kindergarten (1989) con Graciela Borges, dirigida por Jorge Polaco.
Su vida, cerca de su admirado padre, está llena de historias conmovedoras. Como el rescate de la película La pródiga (1945), en la que actuaba Eva Perón, que debió ser quemada pero en realidad se la escondió en el lugar menos pensado: La Salada.
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Su difícil relación con Isabel Sarli se resolvió tras la muerte de Armando Bó: entre los dos decidieron vender todas las películas y repartirse las ganancias. La hija de Sarli, Isabelita, le agradeció públicamente a Víctor su gestión para permitir que Isabel acudiera a la casa de María Teresa Machinandiarena, la esposa de Armando, para despedirse de él a la hora de su muerte.
