La pandemia afectó a muchas personas. No solo a nivel físico y psicológico, sino a nivel económico. Mucha gente se quedó sin trabajo y tuvo que salir adelante sin la posibilidad de salir a la calle a trabajar. Juan y Geral son un fiel ejemplo de ello.
Hasta el 20 de marzo de 2020, la pareja tenía una economía estable. Él trabajaba como inspector de seguros y ella como psicóloga. Entre ambos podían sostenerse económicamente y solventar los gastos que le demandaba su hija recién nacida. Sin embargo, de un día para el otro se quedaron sin nada.
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“En febrero facturé $200.000 y en marzo $5000″, contó Juan para graficar la compleja realidad en la que vivían. Él sabía que su trabajo estaba “muriendo en el tiempo”, pero nunca se imaginó que iba a ser de golpe. “Fue un cimbronazo”, explicó.
La situación económica de Geral iba en la misma sintonía: había vuelto de la licencia por maternidad hacía unos pocos meses y muchos clientes dejaron de pagar las sesiones, ya sea por no querer hacerlo de manera virtual o por poder afrontarlo. Su papá le dio una mano y volvió a trabajar con él durante un tiempo.
Paralelamente y casi como un pasatiempos, encontraron en la decoración una manera de sobrevivir. “Podría haber sido cualquier cosa, pero a mí siempre me gustaron las manualidades”, aclaró. Primero fueron por los tapices, algo que ella definió como “el producto justo en el momento justo”.
Sin embargo, ellos no tenían la más mínima idea de como hacerlo. Se dividieron los trabajos: Juan, con un escaso conocimiento de carpintería, se encargaba del trabajo con la madera y las entregas en una pequeña camioneta Strada; y Geral manipulaba la lana. “Ni videos de YouTube había como para saber de qué manera se teñía la lana”, recordaron.
En un primer momento, según rememoraron, no lo pensaron como un ingreso sino como una actividad para matar el tiempo con el encierro de la cuarentena. Pero poco a poco vieron que la gente se interesaba en lo que hacían por una combinación de motivos: precio, calidad y originalidad.
“En decoración tenías el mueble que te rompían la cabeza o los muebles de pino que son más baratos. Nosotros queríamos ofrecerle a la gente diseños lindos, con precios muy buenos y con el componente de nosotros dos”, contó Geral.
Entonces, salieron a romper Instagram con historias impensadas hace dos o tres años atrás: “En ese momento era todo acartonado en Instagram. Era todo lindo y nosotros rompimos con todo eso. Nos mostrábamos soldando en patas o trabajando en el comedor de casa. No nos da vergüenza absolutamente nada y a ellos les gusta ver que sea todo crudo”, contaron.
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“La forma de comunicar el emprendimiento fue clave. Nos fuimos soltando, siendo nosotros y con nuestro estilo. Es mostrar una pareja de manera diferente. Creemos que una parte de que la gente compra es a nosotros. La historia familiar, la historia de que se puede. ”, dijo Geral sobre el éxito en redes sociales.
En su cuenta de Instagram cuentan con casi 500 mil seguidores y ese público fue el que los hizo crecer hasta poder tener su local propio. Pero el camino no fue fácil y tuvieron que sufrir algunos revés. “Pagamos muebles que nunca vinieron, invertimos todo en una tanda muy grande de escritorios y vinieron mal hechos”, recordó Juan.
Aquel fatídico momento lo resolvieron, como tantos otros, desde la (in)comodidad del hogar: tuvieron que lijarlos, pintarlos y revenderlos a un precio muy barato luego de haber hecho una inversión muy grande. “Ahí pensamos en largar todo”, reconocieron.
También entendieron que el trabajo de los carpinteros era importante: “El carpintero que tenemos es bueno y barato, y eso nos permitió dejar de trabajar en su momento. Tenemos una relación de mucha lealtad. Casi todos trabajan solo con nosotros y saben el tema de los precios y de ajustarse”.
El crecimiento fue notable. Pasaron de pintar escritorios y armar tapices en el patio de su casa, a un local que les prestó el papá de Geral, de ahí a un galpón en la localidad bonaerense de El Talar y luego de casi tres años de trabajo lograron tener su propio local de más de 2000 metros cuadrados. Y hace poco pusieron en funciones su primer camión para llevar mercadería.
“No podemos creer lo que logramos. Todos los días tengo miedo de que esto se termine. Igual es extremadamente duro. Mientras más grande es, hay más responsabilidades y no paramos de trabajar. Tenemos gente muy profesional”, expresaron.
Las responsabilidades de las que habla la pareja son notables. Hoy tienen a cargo a 20 empleados a los que tienen que pagarles el sueldo todos los meses, mientras que las carpinterías dependen pura y exclusivamente de ellos. “Son muchas familias las que trabajan con nosotros”, agregaron.
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Todo ocurre en un contexto de más del 100% de inflación anual, algo que los limita para seguir creciendo. “Cada vez que tenemos que tomar a alguien lo pensamos mucho. Es todo un desafío, pero es importante dejarle el mensaje a la gente de que se puede pese al contexto horrible del país”.
“Pasamos de un empleado a 20 en un año y tenemos que armar una empresa. Estamos en el proceso de dejar de ser nosotros dos solos, con la informalidad que es cuando es un emprendimiento, a trabajar como empresa”, cerraron.
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