La Avenida de Mayo es una de las más tradicionales de Buenos Aires pero, de a poco, está perdiendo su magia y su encanto. Para los vecinos que viven en esta zona y para la mayoría de los comerciantes, que todavía resisten con sus locales abiertos, la culpa la tienen los cortes, las marchas o los acampes como el que se está desarrollando esta semana sobre la avenida 9 de Julio.
Según ellos, estas manifestaciones, permanentes, han alejado a los turistas, a los porteños con ganas de pasear un rato y a los oficinistas. Hoy, por esta avenida que une Plaza de Mayo con la plaza Congreso, camina poca gente y los que lo hacen la caminan rápido para evitar la inseguridad reinante.
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
Este año, la Avenida de Mayo tiene más de la mitad de sus locales cerrados: por ejemplo, en la esquina de la calle San José había una tradicional pizzería que cerró sus puertas y ahora se ha convertido en una postal de la crisis de la zona. Pero este caso no es el único y las persianas bajas y los carteles de “se vende” o “se alquila” dominan el panorama.
Desde que arrancó la pandemia de coronavirus, la zona comercial que aún sigue estando más afectada es la del centro porteño. Esta zona a nivel comercial parece haberse quedado en el 2020. La mayoría de las oficinas que funcionaba en esas cuadras cerró o sigue con el trabajo a distancia. Complica la escenografía el poquísimo turismo local o extranjero y esto, sumado a las marchas, hace que el movimiento de gente sea mínimo.

Una muestra de la situación es el centro de la Avenida de Mayo. Según los comerciantes, la mitad de los negocios debió cerrar y la actividad actual no supera el 30%. Por esa razón, muchos locales, que todavía aguantan, se encaminan a la quiebra.
Juan Manuel es uno de los dueños del histórico bar Pichin, en la esquina de la calle Piedras. “Las marchas y piquetes se están haciendo todos los días. Nos están matando, están destruyendo la vida de esta avenida. Ya no damos más. Nosotros no cerramos ni queremos cerrar por respeto a nuestra tradición, pero así ya no se puede ni pagar los gastos” asegura con resignación.

Algo que nunca se contempla para estas marchas son los baños. Los organizadores ponen muy pocos baños químicos y los comerciantes parecen tener que ser, obligadamente, los que presten ese servicio. Actualmente, algunos, ante las colas interminables, empezaron a cobrar entre 50 y 100 pesos por su uso.
Para Juan Manuel eso está mal. En Pichin prefirió no habilitarlo porque asegura que se lo destruyen y ahuyenta más a los posibles clientes: ”Me duele decir que no, pero nadie me paga los gastos y nadie entra a tomar un café si hay colas eternas para entrar al baño. Yo tengo que pagarles a los empleados por día y la ganancia es nula ¿Nadie organiza esto?”, dice con tristeza.
Todos estos problemas son postales de un lugar clave de nuestra historia que, de a poco, está empezando a morir en el corazón de Buenos Aires.