A la distancia, los cánidos de la isla de Galveston, Texas, casi parecen coyotes, merodeando por la playa de noche, con sus ojos que brillan en la oscuridad.
Sin embargo, si se ven más de cerca notarás algunas rarezas. Los cuerpos de los animales parecen estar ligeramente fuera de proporción, con patas demasiado, cabezas demasiado anchas y hocicos puntiagudos. Además está su pelo, de tono rojizo, con áreas blancas en sus hocicos.
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Los cánidos de la isla de Galveston no son coyotes convencionales, al menos no en su totalidad. Tienen un legado genético fantasmal: ADN de lobos rojos, que fueron declarados extintos en estado salvaje en la década de 1980.
Durante años, sus genes se han estado escondiendo a plena vista, guardados en los animales al parecer ordinarios que buscaban comida detrás de los desarrollos habitacionales y exploraban el terreno del aeropuerto local.
Su descubrimiento, que llegó después de que un residente local decidido convenció a los científicos de que analizaran de cerca a los cánidos, pudo ayudar a revivir un programa de crianza en cautiverio para lobos rojos y restaurar la variación genética diversa que alguna vez existió en la población silvestre.
“Parece que ya no está perdida”, dijo Bridgett vonHoldt, bióloga evolutiva de la Universidad de Princeton, refiriéndose a la diversidad genética que alguna vez caracterizó a los lobos rojos. “Podríamos tener la oportunidad de traerlos de vuelta”.
‘No coyotes parecían’
Ron Wooten, residente de Galveston, nunca prestó mucha atención a los coyotes locales hasta que se llevaron a su perro una noche de 2008. “Una manada lo tomó y se lo llevó”, recordó Wooten, especialista en divulgación del Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos.
Encontró la manada, y lo que quedaba de su perro, en un campo cercano. Estaba horrorizado y se culpó de la muerte de su perro. Pero mientras su linterna recorría los hocicos de los coyotes, se sintió fascinado.
Decidido a saber más, publicó un mensaje en Facebook pidiendo a sus vecinos que le avisaran si veían a los animales. Finalmente, un amigo le respondió: había una manada cerca de su edificio.
Wooten corrió con su cámara y fotografió a un grupo de cachorros que se perseguían. “Eran preciosos”, relató.
No obstante, cuando miró las fotos con más atención, comenzó a preguntarse si los supuestos coyotes eran realmente coyotes. “No parecían coyotes”, dijo. “Al principio pensé que debían de haber reproducido con un gran danés o algo así, porque tenían patas y narices superlargas”.
Wooten, antiguo biólogo pesquero, comenzó a leer sobre la fauna local y se topó con la historia de los lobos rojos. Los lobos, que antes abundaban en el sureste de Estados Unidos, disminuido en número durante el siglo XX, como consecuencia de la pérdida de hábitat, la caza y otras amenazas.
En la década de 1970, el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos hizo un último esfuerzo para salvar la especie, viajando a lo largo de la costa del Golfo y atrapando a todos los lobos rojos pudo que encontrar. Los científicos seleccionaron algunos de los animales para un programa de cría, con la esperanza de mantener el lobo rojo en cautividad.
Wooten quedó convencido de que las criaturas que se llevaron a su perro eran en realidad híbridos de lobo rojo y coyote, si no lobos rojos de verdad.
Ansioso por demostrar su hipótesis, comenzó a buscar cánidos muertos junto a la carretera. “Pensé que, si se trataba de lobos rojos, la única forma de saberlo era con la genética”, recordó.
Pronto encontró dos animales muertos, recogió un pequeño trozo de piel de cada uno y los guardó en su congelador mientras intentaba ,durante años, despertar el interés de los científicos.
“A veces no respondían”, comentó. “A veces decían: ‘Sí, es un animal muy bonito. Pero no podemos hacer nada al respecto ‘. O también decían: ‘Además, están extintos. No es un lobo rojo ‘”.
Secretos genéticos
Finalmente, en 2016, las fotos de Wooten llegaron a vonHoldt, experta en genética de cánidos.
Los animales de las fotos de Wooten le llamaron inmediatamente la atención. “Tenían un aspecto especial”, dijo. “Y quedé enganchada. Toda la situación me llamó la atención “.
Le pidió que le enviara sus especímenes, pero había un problema: para entonces, había perdido uno. Así que empaquetó el tejido de la piel que pudo encontrar y agregó el bisturí que había utilizado para preparar la otra muestra, con la esperanza de que los científicos podrían extraer ADN de ella.
“Fue un caos realmente encantador”, Dijo vonHoldt. (Los consiguieron extraer ADN del bisturí, pero Wooten encontró más tarde la segunda muestra y la enviado por correo también).
VonHoldt y sus colegas extrajeron el ADN de las muestras de piel y lo compararon con el de coyotes, lobos rojos, lobos grises y lobos orientales. Aunque los dos cánidos de la isla de Galveston eran en su mayoría coyotes, tenían una importante ascendencia de lobo rojo; descubrieron que aproximadamente el 30 por ciento de su material genético procedía de los lobos.
“Creo que fue una verdadera validación para la gente que estaba ahí, los naturalistas y los fotógrafos, que decían: ‘Tenemos algo especial aquí’”, comentó Kristin Brzeski, genetista de la conservación, entonces becaria posdoctoral en el laboratorio de vonHoldt. “Y lo tienen”.
Wooten estaba encantado. “Me dejó boquiabierto”, dijo.
Aún más sorprendente es que algunas de las variantes genéticas, o alelos, que portaban los animales de Galveston no estaban presentes en ninguno de los otros cánidos norteamericanos que analizaron los investigadores, incluidos los lobos rojos contemporáneos. Los científicos creen que estos alelos proceden de los lobos rojos salvajes que solían vagar por la región.
“Albergan una variación genética ancestral, esa variación fantasma, que creíamos extinguida del paisaje”, aseguró vonHoldt. “Así que hay una sensación de revivir lo que creíamos que había desaparecido”.
Los investigadores sospechan que algunos lobos rojos evadieron la red de pesca del Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos en la década de 1970. “Seguramente hubo uno que se escapó, o un par”, sospechó vonHoldt.
En algún momento, los lobos rojos o sus descendientes se reprodujeron con los coyotes locales, y no solo en Texas. En 2018, el mismo año en que el equipo de vonHoldt publicó sus hallazgos, otro grupo documentó altos niveles de ascendencia de lobo rojo en cánidos salvajes en Luisiana.
Los hallazgos podrían ayudar a los científicos a entender la variación genética que una vez existió en los lobos rojos salvajes e incluso a resucitarla.
Ayuda híbrida
Los híbridos plantean nuevas posibilidades de conservación. Por ejemplo, los posibles podrían restablecer la diversidad genética mediante la cría cuidadosa de lobos rojos en híbridos con altos niveles de ascendencia de lobo rojo. O podrían utilizar tecnologías de reproducción artificiales o técnicas de edición genética para insertar de nuevo los alelos fantasma en los lobos rojos, aseguró vonHoldt.
Los hallazgos también se producen ahora que algunos científicos han empezado a replantearse el valor de los híbridos entre especies. “A menudo, la hibridación se considera una amenaza real para la integridad de una especie, y puede serlo”, descrito Brzeski.
Una de las razones por las que las poblaciones de lobo rojo disminuyeron en la naturaleza es porque los animales se cruzaban con frecuencia con los coyotes. Pero, agregó, “aquí tenemos estos híbridos que ahora van a ser potencialmente el salvavidas de los lobos rojos, que están en gran peligro de extinción”.
El descubrimiento de híbridos tanto en Texas como en Luisiana también sugiere que los científicos y los funcionarios pueden querer “reenfocar” sus esfuerzos de conservación del lobo rojo en esas áreas, afirmó Lisette Waits, genetista de conservación de la Universidad de Idaho y coautora del documento de 2018 sobre los híbridos de Luisiana.
Además de estudiar los híbridos, podría ser buena idea reintroducir lobos rojos criados en cautividad en regiones, donde los animales con genes de lobo rojo todavía vagan por el paisaje. “Podría cambiar por completo la dirección del programa de recuperación del lobo rojo”, declaró Waits.
Brzeski, vonHoldt y sus colaboradores están estudiando ahora los híbridos tanto en Texas como en Luisiana como parte del nuevo Proyecto Canino de la Costa del Golfo.
Bridgett vonHoldt, a la izquierda, bióloga evolutiva de la Universidad de Princeton, y Kristin Brzeski, científica medioambiental de la Universidad Tecnológica de Michigan, buscan cánidos al atardecer en la playa de Galveston, Texas, el 17 de agosto de 2021.