La pregunta sobre cuándo podremos hablar mal de Diego Maradona es una trampa. Primero, porque de Diego Armando Maradona se ha hablado mal y pésimo. Fue criticado en vida por su intimidad, por sus adicciones, por sus decisiones deportivas y básicamente por cuanto tropiezo pudimos observar.
Y fueron muchos porque pasó cuatro décadas bajo la mirada pública. Pero también es una pregunta falaz porque no quiero hablar mal de Mardona sino que quiero hablar de los hechos que denuncia Mavys Álvarez. Y son los hechos -no yo- los que hablan mal del Diez.
Maradona puede ser un dios pero sin lugar a dudas no fue un santo. Lo sabíamos antes del 25 de noviembre de 2020. La fecha de la muerte del futbolista coincide con el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la mujer. Sabíamos que había sido violento. Sabíamos que había sido también muchas otras cosas para un pueblo que lo lloró de forma masiva y esperó horas para pasar frente al féretro nada menos que en Casa Rosada. Hubo voces que criticaron tanto homenaje pero también hubo un silencio respetuoso de su familia y de quienes lo quisieron. Ya pasó un año. ¿Podemos ahora?
¿Por qué habla ahora Mavys Álvarez?
Las víctimas hablan cuando pueden. Dos veces fue modificada la ley para ampliar los plazos que tienen los niños o niñas que han sufrido un abuso sexual para denunciarlo ante la Justicia. Incluso en casos donde ya no hay acción penal posible algunos jueces promueven “juicios de la verdad”: sin consecuencia legal pero por el derecho de la víctima a ser reconocida como tal. Poder decir cuáles fueron los hechos, quién el victimario. No es justicia pero es menos que nada.
Mavys esperó a la muerte de Maradona para hablar. No es casualidad: ella misma dice que su muerte y la de Fidel Castro fueron condiciones previas para que decidiera contar cómo fueron los años que pasó con el jugador en Cuba cuando él tenía 40 años y ella solo 16.
Habrá quienes descrean de su testimonio -siempre hay quienes descreen- pero las edades de ambos son datos objetivos. Él era un campeón del mundo, millonario, recuperándose con privilegios en una isla donde los locales tenían incluso prohibido relacionarse con extranjeros. Ella tenía 16 y caminaba por la calle cuando un amigo del ídolo le cortó el paso con una propuesta difícil de rechazar. “No podía decir que no”, cuenta ella hoy. “¿Y este angelito de dónde vino?”, cuenta Carlos Ferro Viera que dijo Maradona la primera vez que la vio.
La Justicia argentina
El juez Rafecas investiga ahora a ese entorno y al que colaboró para que Mavys llegara a Argentina en 2001, siendo todavía menor de edad. “Estaba secuestrada”, declaró ella. No pudo salir nunca sola de la habitación del hotel porteño y fue presionada para ponerse prótesis mamarias. El delito en cuestión es trata de persona.
“Hay que decirlo con todas las palabras: hay una acusación que lo pone en el lugar de violador”, asegura Gabriela Saidon, periodista y feminista, autora de Superdios, un libro que aborda la construcción de Maradona como santo laico y que dedica un capítulo a la mirada de los feminismos con más dudas que certezas: “En seguir deconstruyendo, ya no al Diego persona sino a nuestras miradas sobre él, también trabajan los feminismos. (...) Aquí no hay bronce que elevar ni que derribar. Hay humanidad pura y dura”, escribió Saidón en su libro, escrito antes de la denuncia de Mavys.
La cubana denuncia que Maradona la violó, que le puso una mano en la boca para que no gritara.: “Mi mamá vino a verme ese día a la casa donde estábamos en La Habana y Diego no le quiso abrir la puerta de la habitación. Mi mamá tocó y él no abrió. Me violó. Eso fue lo que pasó”. El relato es aberrante y sin embargo las miradas se posan en nosotras. Preguntan: “¿Qué tienen las feministas para decir de Maradona ahora?”.
¿Y los demás? ¿Nadie más tiene algo para decir?
Memoria
Mavys parece ser un punto de inflexión en el relato colectivo sobre Maradona. “Esto es nuevo”, repiten quienes lloraron su muerte en público: una adolescente de 16 años relatando cómo le daban cocaína, la sacaban del país y le agrandaban las tetas resulta mucho incluso para nuestro dios pagano al que se le había perdonado casi todo en agradecimiento a tantas alegrías colectivas.
No habíamos escuchado a Mavys, pero su existencia no era un secreto total. Se habían filtrado ya imágenes de Diego junto a chicas muy jóvenes, lo habíamos escuchado él mismo negar la existencia (y los derechos) de sus hijos extramatrimoniales. Se había visto incluso un video en el que le sacaba el celular de un golpe a Rocío Oliva quien fue su pareja los últimos años. Ella misma había denunciado violencia en un reportaje ante la revista Noticias en 2014. Lo recuerdo bien porque la entrevista la hice yo: me contó que una vez en Dubai tuvo tanto miedo que llamó a la policía, pero que cuando llegaron a la mansión se limitaron a sacarse una foto con Maradona. Eso fue todo.
Rocío lloró en televisión cuando no le permitieron entrar al velorio privado el año pasado. Es que si las relaciones son complejas, lo son más aún las relaciones en las que media violencia. Y los duelos, más complejos todavía. Los deudos - como las víctimas- hacen lo que pueden.
Mañana habrá homenajes por el primer aniversario de su muerte. Dolor de su familia y palabras sentidas de quienes lo quisieron aún sin conocerlo. Pienso en la famosa frase de Fontanarrosa: “Qué me importa lo que Diego hizo con su vida, me importa lo que hizo con la mía”. Y está bien.
Quiero decir: la entiendo. Pero si Diego Maradona va a ser nuestro prócer contemporáneo, debemos matizar un poco la idolatría para verlo como era de verdad, con lo acertado y también con lo monstruoso, con lo que el patriarcado hizo de él y lo que él hizo con el patriarcado. Tenemos que poder preguntarnos por qué éste es el ídolo nacional y qué dice sobre nosotros, sobre la sociedad que fuimos y la que eventualmente queremos ser. Importa lo que Diego hizo con la vida de quienes tenía cerca. Aunque no nos guste.