“Un pibe desaparecido. Hace diez días salió de su casa y no regresó. No hay ningún indicio”. El escueto -pero preciso- artículo policial, que data de 1974, está acompañado por la foto de Hernán Roch. La caída de un diente de leche, que se asoma através de una media sonrisa, es la tierna postal del nene de 8 años del que habla la crónica. Esa misma sonrisa es el rasgo más patente que permanece en el recuerdo de Fabiana, su hermana menor, y ese trozo de papel amarillento es la mejor herramienta que conserva para continuar la búsqueda, a casi 50 años de la desaparición.
Fabiana Roch está un poco nerviosa. Es la primera vez que habla con un medio desde el día que el nene dejó su casa para siempre. Pero quiere contar lo que sucedió y que su caso tome difusión. Intentó hacerlo en el pasado, sin suerte. Encontró en una red social (Facebook/Buscando a mí hermano) lo que ella denomina “la última oportunidad” para conocer el destino de su hermano.
Según la crónica añeja, el pequeño fue visto por última vez el 11 de febrero, entre las 10.30 y 11 de la mañana, en inmediaciones de su casa, ubicada en Boulogne Sur Mer, esquina Félix Frías, en Don Torcuato.
En ese punto del mapa, Hernán vivía con su familia compuesta por mamá, papá y sus dos hermanas. Vestía un pantalón corto marrón de corderoy, remera blanca con dibujos celestes, chaleco de lana, también celeste, y zapatillas.
“No lo vimos más. Se lo tragó la tierra!
Fabiana comienza narrando la secuencia de la desaparición. “Mi hermano había ido a la canchita con mi hermana a jugar al fútbol, volvieron, él le pidió a mi mamá quedarse en la puerta jugando y no lo vimos más. Se lo tragó la tierra”, se lamenta la mujer que hoy tiene tres hijas, de 28, 24 y 9 años.
En aquella época, era común que los chicos salgan a hacer mandados o pasen largas horas en la vereda. Un tiempo en que las puertas no se cerraban con llave.
Por esa razón, el misterio es mayor. “En el barrio todos lo conocían. Todavía hoy me extraña que nadie lo haya visto o que ningún vecino sepa nada. Creo que la sociedad tiene que involucrarse más, ponerse en el lugar del otro. Veo en las noticias que desaparecen nenes como si nada y los funcionarios deberían hacer algo para evitarlo”, dice al mencionar casos como el de Guadalupe Lucero, que desapareció el 14 de junio, en San Luis, cuando jugaba con otros chicos.
“Cuando esto sucedió, yo tenía casi 3 años. Era muy chica todavía. Mi familia se abocó a la búsqueda y a protegerme”, cuenta.
Unas pocas fotos y en blanco y negro
Los recuerdos aparecen en la mente como una nebulosa, pero las emociones persisten: dolor, angustia, desconcierto. “Lo extraño. Las fotos que tengo de él son pocas y en blanco y negro. Recuerdo que era un nene que te compraba con la sonrisa. Le gustaban los cuentos, los bomberos y los camiones”, rememora.
“Cuando me casé compré la casa de al lado de la de mis papás. Lo hice para no dejarlos solos. Ellos no quisieron irse y mantuvieron todo intacto. Lo estuvieron esperando todo este tiempo”, confiesa a TN.
Recién hace ocho años, la familia logró despegar del pasado. Todos se mudaron. En 1974, Graciela, su madre, era ama de casa y Rubén, su esposo, trabajaba en una empresa de colectivos. Hoy, tienen 77 y 78.
“Se murieron en vida, se paralizaron”, dice Fabiana sobre la reacción de los padres del nene desaparecido. “Fue un antes y un después. Todavía les angustia mucho la situación. Lo buscaron por todos lados, incluso tengo una nota de las Madres de Plaza de Mayo. Pero no hubo pistas y todas las puertas se cerraron. Ellos ya están muy grandes, por eso me puse la búsqueda al hombro, si yo no lo hago, queda en la nada”.
Los años también pasaron para la empleada administrativa de 49 años, pero los fantasmas aún la siguen. “Yo ya tengo una familia constituida y todavía vivo con miedo, pensando que le puede pasar lo mismo a mis hijas”, confiesa Fabiana que necesita saber qué pasó con Hernán. Las hipótesis son variadas. “No creo que haya decidido irse o se haya perdido”, aclara Fabiana que reflexiona: “Así la historia no se cierra y todo es incertidumbre”.