“En noviembre arranqué con la pérdida de pelo: me bañaba y se me caían los mechones”. Sol tiene 43 años y vive en Lomas de Zamora con su marido y sus dos hijos. Le muestra las fotos de su “antes” a Nelson Castro, cuando tenía pelo largo y amaba su look. A la fuerza, tuvo que cambiar su manera de peinarse. Y no solo eso. Toda su vida cambió después del coronavirus.
Después de dos hisopados, Sol dio positivo en COVID-19 y transitó la enfermedad a fines de julio del año pasado. Llegó a tener 40 grados de fiebre y su cuadro se complicó hasta llegar a sufrir neumonía bilateral. Estuvo 10 días internada, pero cuando le dieron el alta, empezó el martirio. Lo siente así. Como si la enfermedad fuera mejor que el poscovid.
La mujer estuvo dos meses con licencia, y después empezó a desarrollar síntomas de todo tipo.
Al principio, estuvo con hemorragias, fatiga, cefaleas y cansancio. En octubre del 2020 empezó con taquicardia en el trabajo y en la casa. Que en un momento sintió que el corazón le galopaba a mil y se asustó. Fue al cardiólogo, le hizo electro y diagnosticó una arritmia poscovid que hoy, un año después, continúa. “Quizás se te va, quizás no”, le dicen los médicos, porque desde que empezó la pandemia, lo que más hay son dudas. Los profesionales le aconsejaron tratarse con un bloqueante cardíaco y estar atenta. La medicaron busca evitar un posible infarto. “Yo no tenía ninguna enfermedad de base y ahora tengo arritmia”, expresa con angustia en diálogo con Telenoche. Por eso se hace controles permanentes con un profesional.
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También en octubre empezó con la caída del pelo, problema que sigue hasta hoy. Sol tomó la decisión de dejar de teñirse. Antes tenía el pelo largo, ahora corto y raíz oscura. Su peluquera le aconsejó esperar a que el pelo cobre fuerza. Ella que siempre fue prolija y coqueta, ahora no puede cuidar su estética como le gustaría.
Lo peor, quizás, son los problemas psicológicos: “Mis hijos saben que tengo ataques de pánico. Me preguntan si estoy bien, vienen y me abrazan. Ellos y mi marido me contienen”. La mujer explica que no puede dormir por el miedo y las angustias. Empezó un tratamiento de Salud Mental para combatir esos síntomas, otras secuelas ocultas del COVID-19.