“Estoy viva por mi hijo”, asegura Melina Alendrez de 25 años. Hace cuatro años, cuando perdió a Lucas, su compañero y padre de su hijo en un accidente de tránsito, sintió que se le derrumbaba el mundo: “La llegada de Owen hizo que transformara el dolor en amor y decidiera trabajar para ayudar a los demás”, cuenta a TN.com.ar.
Lucas y Melina se conocieron en 2014 y al poco tiempo se mudaron juntos: “En abril de 2015 entré a la Escuela de Policía y durante la semana estaba internada. Nos extrañábamos mucho, pero sabíamos que era por un tiempo. Los fines de semana me pasaba a buscar y hacíamos planes para cuando yo terminara la cursada”.
Dentro de los sueños que tenían juntos, uno lo concretaron al año, cuando se mudaron a una casa más grande en el centro de Chivilcoy: “Éramos rejovencitos, pero él siempre decía que quería que tuviéramos un hijo. Si bien yo al principio creía que era muy pronto, al final decidimos entre los dos buscarlo”.
Melina no recuerda cuantos test de embarazos se hizo, hasta que desistió en medio de la ansiedad por quedar embarazada y los resultados negativos. “Ahí fue cuando una mañana en la que tenía mucha acidez decidí comprarme otra cajita, me hice la prueba el 10 de septiembre de 2017 y dio positivo. Era temprano y Lucas todavía estaba durmiendo. De la emoción, fui a despertarlo y recuerdo su cara de felicidad al enterarse de la noticia”.
Al día siguiente, fueron a hacer una ecografía. Estaban de casi doce semanas: “Él trabajaba en una fábrica de zapatillas en el parque industrial que queda en la entrada de Chivilcoy. Desde ese momento, por miedo a que me pasara algo estando sola, me llevaba antes de ir al trabajo a lo de mi mamá”.
El 28 de septiembre, Lucas había cobrado su sueldo y Melina recuerda que estaba más contento que de costumbre pensando en qué cosa iban a poder comprar: “Hablábamos de vender mi moto, con la que él se movía para todos lados para tener un auto ya que íbamos a ser tres”.
“Me llevó a la casa de mi mamá como todas las noches. Recuerdo que habíamos discutido, pero nos habíamos arreglado en el camino. Me dejó en la puerta, y cuando llegó a la esquina, volvió y me dijo ‘No te olvides que te amo mucho’. Después se fue a buscar a un compañero y camino a la fábrica fue el accidente”.
No habían hecho muchas cuadras por el centro de Chivilcoy, cuando un camión se metió hasta la mitad de la avenida y los chocó. El amigo murió en el momento y Lucas estuvo internado en terapia intensiva hasta el 3 de octubre cuando falleció.
Melina estuvo día y noche sentada en la sala de espera de terapia intensiva: “Los médicos y mi familia me insistían en que fuera a casa a darme un baño y a dormir un rato por mi estado. El 3 decidí irme al mediodía, descansar un ratito y volver. Me recosté y sonó el teléfono. Eran del hospital que me pedían que fuera porque había habido un problema. Cuando llegué me contaron que Lucas había fallecido”.
“Se me vino el mundo abajo. Teníamos un montón de planes. Él siempre decía que iba a tener un varón, pero no lo llegó a saber nunca. Mi dolor es que se murió sin saber que tenía razón”.
El nombre que eligió papá
Lucas quería que su primer hijo se llamara Owen que significa “joven guerrero”. Melina cumplió con su voluntad, pero además lo llamó Nahuel que era el segundo nombre de Lucas. “Desde que es muy chiquito, lo llevo al cementerio a dejarle flores. Más de una vez me dice ‘Tengo que comer mucho para llegar alto a dónde está mi papá'”.
Mi corazón se destrozó el día que Lucas tuvo el accidente. Cuando se murió, sentí que yo también me moría.
“Los chicos vienen con otro chip. El 9 de abril cumplió tres años y yo le explico quién era y dónde está Lucas y él lo comprende. A mí me costó mucho entender que a los nenes hay que criarlos con lo que uno vivió o vive. Entender que papá está en el cielo y somos una familia de dos”.
El guerrero
Gracias a la contención de la familia, a tener que seguir adelante por Owen y a haber aprendido a sanar, Melina cuenta su historia. “Mi corazón se destrozó el día que Lucas tuvo el accidente. Cuando se murió, sentí que yo también me moría. La habíamos peleado tanto juntos que no podía entender que después de todo, la vida me lo quitara”.
Su papá Sebastián fue su gran sostén: “Me llevaba a La Plata a las consultas médicas porque durante el embarazo, a Owen le descubrieron que tenía gastrosquisis, un defecto en la pared abdominal por el que los intestinos del bebé salen del cuerpo a través de un orificio al lado del ombligo”.
Sí o sí el parto debía ser por cesárea y para los controles viajaban a La Plata. “La última vez fue un mes antes del nacimiento. Quedé internada y el bebé nació de urgencia. Owen la peleó muchísimo porque se moría. Lo operaron en el Sanatorio Argentino y hoy es un nene súper sano”.
La pérdida de su padre
Sebastián tenía 41 años y cuando ocurrió el accidente en el que murió, hacía cuatro que vivía en Bragado con su pareja: “Era dueño de un mercado muy conocido allá. En Chivilcoy, desde muy joven, tenía una florería en el Cementerio Municipal. Todos los vecinos lo querían un montón porque era un hombre muy trabajador y transparente”.
El 22 de octubre de 2019, durante uno de sus viajes a buscar flores al Mercado Central, unos kilómetros antes de llegar a la entrada de la ciudad, chocó con un camión. “Falleció en el momento. La policía vino a mi casa a darme la noticia, pero yo ya la había visto por la redes sociales. Ese día lo esperaba en casa. Iba a pasar a darnos un beso antes de seguir camino a Buenos Aires. Tuve que ir a reconocer la camioneta, fue otro dolor que me partió el alma”.
Salir adelante después de todo
Melina y Owen hoy viven con uno de sus hermanos, Alex y su abuela Mirtha, la mamá de su papá: “Mi hijo es la alegría de la casa, todo gira en torno a su crecimiento, a sus ocurrencias y así vamos llevando los días”.
Estrellas amarillas
Ella ingresó al grupo “No más estrellas amarillas en Chivilcoy” en 2017, después de la muerte de Lucas: “Somos un montón de familias que sufrieron pérdidas en accidentes de tránsito. Nos acompañamos y también concientizamos a la sociedad”.
Cuando se cumple un aniversario, salen a repartir volantes y pins: “Pintamos las estrellas, conmemoramos a nuestros seres queridos y les transmitimos a la gente el dolor para que tomen conciencia”.
“Owen es el más chiquito del grupo, y yo la más jovencita. Juntos nos sumamos al resto de las familias y creo que además de que es importante el mensaje, también es sanador. A mí hijo le agradezco porque fue el que me dio la fuerza para seguir adelante. Hoy estoy segura de que vale la pena estar viva. La vida te golpea fuerte y a veces cuando pensás que no podés más, te demuestra que sí. Ese es el ejemplo que le voy a dar a mi hijo”.