Nació el 27 de marzo de 1905 en la calle Sarmiento, en Capital Federal. Era el hijo de Ángel Soldi, un violoncelista nacido en Cremona, Italia, y amante de la lírica. Su madre se llamaba Celestina Guglielmino y también se dedicaba a la música.
Su pasión por el arte empezó gracias al escenario. Tenía cuatro años cuando su padre lo llevaba a los ensayos y se fascinaba con el juego de las luces y sombras que se daba en el teatro. Con quince años se mudó a Villa Crespo y empezó a pintar. ¿Su primera obra? La copia de un cuadro de Quinquela Martin que vio en la revista Caras y Caretas.
En la adolescencia viajó a Italia por primera vez y quedó absorto ante los mosaicos, las iglesias y los edificios de vía Viena, en Venecia. Entonces supo que quería ser pintor. Visitó Pinceto, el pueblo de su madre y le propusieron hacer su primer fresco en la capilla San Fermín, que data del siglo XI.
Estudió en la academia de Brera en Milán. Allí Camilo Rapetti, su profesor de dibujo, primero lo reprobó y lo hizo dudar de su vocación, pero pronto se convirtió en su gran maestro. Durante cinco años vivió en la ciudad de la moda, dónde se dedicó a dibujar publicidades para ganarse la vida. Cuando terminó la carrera ofreció una exposición en Trieste y ganó el primer premio para pintores jóvenes con Retrato de un pintor Armenio.
De vuelta en Bueno Aires, en 1933, fue elogiado por Lino Enea Spilimbergo y empezó a trabajar para Argentina Sono Film. Pintaba los decorados de las películas de Mario Sofficci, Luis Cesar Amadori y Daniel Tinayre, por ejemplo. Por entonces le quedaba poco tiempo para sus obras y lo hacía de madrugada. Las vendía a través de sus amigos, Jorge Larco y Gonzalo Losada, pero no llegaba a solventarse. Llegó a hacer, además, las vidrieras de la tienda Harrod’s.
En 1940 recibió una beca para estudiar escenografía en Estados Unidos, pero antes conoció a Estela Gaitán, quien sería su esposa y la madre de sus dos hijos: Daniel y Diego. En Nueva York expuso para Alma Reed y cosechó elogios que se replicaron una vez en Buenos Aires. Cinco años más tarde, el Teatro Colón le abrió sus puertas. Pintó la escenografía de las obras La Boheme, de Giaccomo Puccini y Las mujeres sabias, de Moliere, entre otras. Recién en 1966 se inauguraría la famosa cúpula redecorada por el artista. Tal vez su obra más admirada y, sin duda, una de las más comentadas.
Antes logró vender sus primeros cuadros a buen precio, tras una exposición en la galería de la papelería Péuser. Alcides Gubellini y Gonzalo Losada editaron un libro con su obra. Entonces le llegó el reconocimiento e impulsado por su esposa, supo que podía dedicarse de lleno a pintar lo que quisiera.
// La cúpula de Soldi cumplió 50 años
En 1953 comenzó los frescos de la Iglesia Santa Ana de Glew, donde 25 años después donaría gran parte de su obra y se convertiría en lo que hoy es la Fundación Soldi. Pero, además, en 1968 viajó a Israel para hacer un fresco en la Basílica de la Anunciación, en Nazareth. Y también se lució con su obra en destinos como en Rumania, el Vaticano y Milán.
Vivió los últimos quince años de su vida en una casa en Núñez y poco antes de morir, en el Palais de Glace, se hizo una exposición con más de 200 obras suyas y 500.000 asistentes que significaron un récord. Murió por problemas pulmonares el 21 de abril de 1994, a los 89 años. Fue después de haber embellecido las cúpulas y paredes de grandes emblemas de nuestra Tierra.
