Brazada, brazada, respiro. Brazada, brazada, respiro. Es el mantra que repite Pablo (Juan Gil Navarro) cada vez que emerge de la pileta. Una instrucción, un método aplicable a la vida en su sentido más profundo, como verán los espectadores de Subacuática. La obra recién estrenada que, con destino de clásico, sucede en una pileta real, sumergiéndonos en una historia que tiene tragedia, comedia, y es también una historia de amor, atravesada por el agua.
La recomendación es que no lleguen sobre la hora, porque la magia empieza antes de que se apague la luz. La pileta vacía, iluminada en reflejos azules (otra recomendación: vayan livianos y con agua fresca, está climatizada) predispone para la sorpresa; relaja, abre los sentidos.
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Basada en la preciosa nouvelle de Melina Pogorelsky publicada por Odelia, sello independiente comandado por mujeres, Subacuática es la historia de un hombre que carga un gran dolor, lleva a su hijita a la pileta y consigue un rato para nadar. Un rato para él.
Hay mamis de la pile, hay otros chicos, hay una hermana que da una mano, personajes que están y se ven, o solo se oyen a veces, o se ven en una pantalla con una animación que complementa la acción en vivo. En esa acción, Gil Navarro consigue una de sus mejores performances, de esas en las que uno se olvida de inmediato de que está frente a un actor. Se le cree todo tanto que nos lleva adonde quiere por esa pequeña montaña rusa emocional que propone la obra en su brevedad.
Pero lo más original de Subacuática, además de su escenario, es la puesta que cruza lenguajes, audiovisual, teatral, sonoro, con infinidad de ideas y resoluciones visuales creativas y funcionales. “Esto nació por Fernanda Ribeiz, que tuvo el encuentro con la novela, me lo pasó a mí, pensé que quería hacer una película, porque ella es directora de cine. Pero me dijo ‘no, quiero hacer teatro’”, contó Cáceres a TN.
Sobre el proceso de creación, sumó: “Así la empezamos a imaginar: ¿cómo hacemos lo del agua? Ahí tuve un recuerdo de los años en que viví en San Telmo y me acordé de la pileta del club del Suterh y de esa grada. Así que en principio fue el voto de confianza de la gente del lugar, que no estaba acostumbrada a hacer algo así (creo que nadie está acostumbrado a hacer algo así) y después el trabajo con los actores. Primero en sala de ensayo, acercándonos al material”.
Respecto de la obra, el actor comentó: “Es un material muy poético, recontra profundo, atraviesa la tragedia pero no es autocompasivo, sino luminoso y sanador. Y creo que esta historia de amor que surge de esta pérdida, y este encuentro, es precioso. Además habla de la maternidad, de la paternidad. En lo personal, me sentí muy reflejado: yo llevaba a mi nena a natación y era un quilombo para mí. La tenía que llevar con la malla puesta y después siempre pidiéndole a una madre que la mirara mientras se cambiaba porque no podía llevarla al vestuario de hombres; ahora por suerte hay algunos lugares con espacios donde uno puede estar con sus críos”.
Fernanda Ribeiz y el desafío de dirigir “Subacuática”
Directora de Natacha, sobre los exitosos libros de Luis Pescetti; asistente de Marcelo Piñeyro en El Reino; guionista y maestra de pequeños cineastas, Fernanda Ribeiz conocía el trabajo de la escritora. “Había leído sus sagas Los super Minis y Las Super 8 (que escribió con Maricel Santín, actriz de la obra), detalló en diálogo con TN.
“Siempre me llamó contar universos infantiles y juveniles. Infancias donde los chicos tengan problemas de chicos y no resuelvan problemas de adultos (Natacha). Ese proceso me llevó a descubrir que no había leído el único libro para adultos de Melina, que hablaba de un tema que me toma desde hace un tiempo, las formas en que maternamos y paternamos”, señaló.
Lo amo cuando duerme, es cuando más lo quiero. A veces se me pasa el día tratando de dormirlo. Hay mamás que no, que los quieren despiertos, jugando todo en la plaza, comiendo galletitas y arena con chicos que no conocen. Las primeras frases del libro de Pogorelsky linkearon enseguida con las vivencias maternales de Ribeiz, como lo harán con los espectadores de Subacuática.
“Si hay un universo tan complejo retratado en tres oraciones, que abrazan sin juzgar, todo lo que seguía sólo podía mejorar. Era un regalo. Y cuando vi a Ariadna Asturzzi decir esas frases en los ensayos, donde le puso liviandad y profundidad al mismo tiempo, vi el personaje del libro. Es hermoso verla cada sábado conquistarnos con esa mamá que se acepta como es, con lo que tiene y puede y lo hace con una sonrisa, pero sin dejar de pensarse en ese rol”, sumó Ribeiz.
La experiencia en cine de Ribeiz y de Luciano Cáceres como director teatral se enriquecieron mutuamente para pergeñar la forma de Subacuática. Pablo nadando, en cine, era probablemente un relato con cámara subacuática, pero esa no era la forma (próxima, íntima) en la que la directora quería contarlo.
“Subacuática nos trajo la posibilidad de sumar miradas y formas de abordar la dirección y la puesta. El intercambio y los mundos que manejamos posibilitaron que haya una pileta, proyecciones, animaciones, una fotografía mágica, un universo sonoro y musical que, creemos, hacen de la obra una experiencia inmersiva donde cada elemento cuenta porque la conjunción de todos los que fuimos tirándonos de cabeza al proyecto también cuenta desde las singularidades, con mucha pasión y honestidad”, explicó la directora.
Un párrafo para los intérpretes, actores subacuáticos que se exponen semi desnudos, mojados, muy cerca de los espectadores, con un grado de compromiso alucinante. La capitana del barco Ribeiz percibe con justicia su propio talento para encontrar materiales singulares y honestos, como este o el de Natacha, “capaces de contar universos sencillos que nos atraviesan a todos”.
Dice que Maricel Santin, que interpreta a Luciana, la hermana de Pablo, tiene ese difícil equilibrio que suelen tener quienes sostienen en situaciones difíciles. Que Carolina Vilar tenía un desafío enorme, porque su personaje requería nadar subacuática y que se viera bello. “Estar presente en escena con gestos que contaran sutilmente y en otros planos. Acompañar las proyecciones e interpelar a Pablo. Estar en el plano de la escena y en otro plano”, comentó.
Además, se refirió a la experiencia fantástica de ver a Gil Navarro desplegar su personaje frente a sus ojos: “Es tan generoso cuando trabaja una escena, con lo que necesita habitar su cuerpo y con sus compañeras, porque siempre ‘está ahí' presente con lo que pasa, en escucha o en respuesta. Eso tiene un poder de conexión muy potente y honesto. Hace que Pablo conecte maravillosamente con el público y con la fragilidad y, a la vez, la fortaleza que buscábamos para el personaje”. Esta cronista da fe.
- Subacuática va los sábados a las 20 en Venezuela 330.
- Las entradas se compran a través de Alternativa Teatral