En Londres y Buenos Aires, dos actrices la están rompiendo, en estos momentos, interpretando a una actriz de ficción, llamada Emma, que intenta rehabilitarse. Una tarea que requiere energía para desplegar todo lo que le pasa en el cuerpo y en la cabeza durante dos horas y media, varias veces por semana, en Personas, lugares y cosas, la puesta de Duncan Macmillan.
La irlandesa Denise Gough, séptima de once hermanos, da que hablar en el hemisferio norte. “La gente suele decirme que debo ser adicta para transmitir algo así de manera tan intensa, pero ¿pensarían también que soy una asesina si interpretara a una? Nunca fui a rehabilitación, pero claro que busqué formas de bajar un cambio. Usé distintas cosas en mi vida, pero ahora redes sociales, y dulces, y café. Claro que trabajando en esta industria he visto a gente morir. Mi amigo se mató porque no lograba mantenerse sobrio. He visto a la gente conectar su éxito y personalidad a alguna sustancia”, dijo a The Guardian.
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La argentina Flor Otero está haciendo el mismo camino desde el escenario del Teatro Sarmiento, en Buenos Aires, dirigida por Julio Panno. Es, claro, una talentosa cara conocida que se asocia a la comedia musical. Pero ahora no canta ni una nota. “Me daba vértigo, pero tenía ganas de contar este tipo de materiales”, cuenta a TN antes de entrar en calor para la función.
Y desarrolla: “Cuando apareció esto fue espectacular, y es una coproducción con Club Media, una novedad para el teatro oficial que no solo amplía su llegada sino que permite otro tiempo, otra dedicación para amasar los textos, distinta al teatro comercial, donde muchas veces se va contra reloj. Por ejemplo, viajé a Londres a ver la puesta original, pude hablar con la protagonista, con el autor, con el director. Un lujo total, porque si hacés una de Ibsen nunca vas a poder intercambiar con los que la pensaron. Eso abrió el abanico para que nos dijeran: ahora cuenten ustedes, pónganle su impronta, la de su cultura. En eso estamos”.
En Londres, Otero conoció la historia de Gough, que era moza en el bar donde Macmillan iba a escribir: mirándola, se empezó a inspirar en ella. Cuando la vio luego en las audiciones se sorprendió, pero ella le dijo que era actriz. “Ya llevaba limpia como siete u ocho años, y volver a meterse a hablar de esos asuntos, de los propios fantasmas fue muy valiente”, dice Otero queen escena la rompe, pura soltura y entrega y naturalidad.
La actriz no está sola, sino acompañada de un elenco notable que cruza generaciones. Hay actores con vasta experiencia (Beatriz Spelzini en tres roles “distintos”, Carlos Kaspar, Gabriel Rovito) y otros más jóvenes que llegaron a través de multitudinarias audiciones. A pesar de lo que puede imaginarse, Personas lugares y cosas no es un bajón. Hay música, hay absurdo, hay una puesta estimulante que hace buen uso de las proyecciones y hasta de un DJ. Hay humor.
“Pero sí, el tema es heavy. En todas las funciones viene gente y nos cuenta historias muy profundas y al mismo tiempo agradeciendo que se cuente con esta mirada. Sin golpes bajos y sin intención de curar a nadie. Es más bien decir ‘che, tenemos este problema y es de todos, nos hacemos cargo?’. Por eso el autor pone a espectadores arriba del escenario, no con la intención de armar una obra con bifrontalidad, sino con la idea de vernos reflejados en un espejo: no es una obra, somos nosotros, empaticemos con esta problemática que es de todos”. En la abarrotada función de invitados estuvo Marina Charpentier, la mamá de Chano.
Pero se vienen las vacaciones de invierno, y Otero es además una de las protagonistas de El Principito, en el Teatro Ópera. Un combo doble exigente que ella encara con felicidad, como un privilegio de la profesión.
“Creo que no es casual que esto se dé cuando vuelvo a hacer El Principito. La primera vez que la hice tenía once o doce años y me cambió un poco la vida. Vino a acompañarme, a darme amor y recordar las cosas esenciales. A recordarme por qué hago lo que hago. Es que, a veces, con el tiempo, se va apagando una llamita, y reencontrarse con el juego, con el niño interno, con lo lúdico que tiene el teatro, más allá de la problemática que tiene esta obra, es un complemento genial”, dice.
—Hay Flor Otero para niños y adultos.
—Sí, para todos los públicos.