A mediados de los años ‘80, la película Flashdance mostraba a la joven Alex, una chica de Pittsburgh, Pensilvania, que trabajaba como soldadora pero soñaba con ser bailarina de ballet. El argumento es parecido, pero cambian algunos datos: la protagonista de esta historia de la vida real se llama Liliana Santander, vive en General Roca, Río Negro, y trabaja en un taller de soldadura mientras estudia para ser cantante lírica. Las coincidencias están a la vista: una joven artista que persigue su sueño y se anima a desafiar los prejuicios de los viejos paradigmas de género para ganarse la vida.
Liliana vive con su mamá, sus tres hermanas y su hermano. Con su hermana Daniela tenían un emprendimiento de ensaladas, que les permitía sumar a la economía de la casa, pero la inflación hizo lo suyo y el negocio dejó de ser rentable. Como su madre se sostiene a través de la venta de comidas, era necesario que ella encontrara otro trabajo. Repartió muchos currículums pero no aparecían las propuestas. Hasta que le ofrecieron un puesto en una chacra. Como se tenía que mudar lejos de su familia, su tío le ofreció una vacante en su taller.
“Él es el dueño y me propuso ayudarlo. Trabajo como plegadora pero sigo aprendiendo. Durante el invierno, estuvimos fabricando estufas y yo me encargué de armar las partes de afuera. Pero ya estoy con la máquina con soldaduras”, explica en una entrevista con TN.
Más allá de haber conseguido un trabajo es imposible no mencionar que se trata de una tarea que está asociada a los hombres. “Fue un desafío para mí poder aprender, porque este trabajo está visto como un trabajo para hombres”, argumenta Liliana.
Actualmente, reparte su tiempo entre su carrera en el IUPA (Instituto Patagónico de Artes), sus estudios como becada del Mozarteum Argentino y las clases particulares que toma con una profesora del Teatro Colón.
Mientras pliega chapas para fabricar estufas artesanales, ensaya obras clásicas en italiano: “Cantar siempre me gustó, aunque al principio no pensé que fuera una carrera. Empecé a cursar el profesorado de piano y lo sigo haciendo, pero también descubrí que quería estudiar canto”.
“Acá mi entorno, mis conocidos, me dicen Alex, como el personaje protagónico de Flashdance”, dice con una sonrisa. A diferencia de la película, en la vida de Liliana no hay zapatillas de punta ni barra para ensayar, sino partituras e instrumentos. Lo que si tienen en común son las herramientas del taller: traje, soldadora y la máscara protectora que cubre una cara llena de ilusión por seguir su vocación.
