Crímenes de familia
Qué fue lo que pasó. La frase, como pregunta que espera un relato, se escucha más de una vez en la primera parte de Crímenes de familia. La película de Sebastián Schnidel (El patrón, radiografía de un crimen) coescrita con Pablo del Teso que puede verse desde hoy.
Se lo preguntan a Gladys, la mucama misionera de pocas palabras, ("criada en el monte"). Se lo preguntan a Daniel Arrieta (Benjamín Amadeo), el hijo de la familia acomodada para la que ella trabaja, que está preso acusado de violación e intento de homicidio.
El "qué pasó" se despliega con una puesta en escena precisa, tan virtuosa y cuidada como un guion que organiza la información. Para que vaya revelándose escena a escena, gesto a gesto de sus personajes principales, animados por un elenco talentoso. El matrimonio Arrieta (Miguel Ángel Solá y Cecilia Roth) que desde su piso de la calle Posadas maneja como puede la situación familiar. La empleada, madre de un chiquito de la misma edad que el nieto que no pueden ver, acusada de un crimen del que solo podemos tratar de intuir algún dato. En una narración que maneja los tiempos y se estructura en las secuencias de juicio, donde se ventilan posibles verdades.
Con estos elementos de tensión y misterio, Schindel consigue atrapar desde el minuto uno. Y contar su historia, basada en hechos reales, atravesando temas pesados: la violencia de género, el abuso, los choques y encuentros de clase, los vínculos familiares (especialmente materno filiales), los engranajes burocráticos de la justicia y su impacto en la vida íntima de las personas.
El resultado es una película que da gusto ver, de esas en las que todo parece haber salido bien. Desde la puesta y el timing de las escenas hasta el trabajo de dirección de un grupo de actores capaces de sutileza. Los que pueden transmitir una soledad desesperante con un silencio o una mirada. Además de los mencionados Amadeo, Roth, Solá: Sofía Gala Castiglione, Marcelo Subiotto, Yanina Ávila, Paola Barrientos.
