La casa de las flores 3
Del desconcierto inicial cuando estrenó, en 2018, La casa de las flores pasó enseguida a ganarse una legión de fans entusiastas en todo el mundo. Que ahora se comen los codos para no maratonear su tercera y última temporada, y liquidarla en cuestión de horas. Mejor hacer durar, en tiempos de confinamiento, los once breves capítulos de esta despedida de la familia De La Mora.
Que ya no tiene a la reina del culebrón latinoamericano, Verónica Castro, pero sí mantiene a su personaje, la matriarca Virginia de la Mora, la dama al frente de su coqueta florería. Es que el creador de la serie, el director mexicano Manolo Caro, dispuso para este final un viaje al pasado, hacia mediados de los setenta, cuando Virginia era una chica que ocultaba sus pasiones bajo el uniforme de remilgada estudiante. Alumna dedicada a aprender "todo lo que una mujer decente debe saber".
Pero si hubo un personaje descollante en esta serie que se propone subvertir las reglas del culebrón tradicional es Paulina, el personaje al que la actriz Cecilia Suárez dotó de una matera de hablar tan particular que se volvió parte del imaginario. "Paulina es parte de la cultura popular", dijo Caro a CNN hace pocos días. Y ahora, Paulina está en la cárcel. Y se supone que vendrá a sacarla desde Madrid su ex (Paco León), que es trans y ahora María José.
Pero lo que se supone, en esta serie que juega con el grotesco y los estereotipos (de clase, por supuesto, pero también de todo lo demás), no es lo que va a pasar. Secretos familiares, sexo, droga, personajes LGTBIQ para un cierre a todo trapo de la que algunos llamaron "telenovela millennial". Encantadora, zarpada y trash, con su coreografía de burla al viejo matrimonio entre la moral y las buenas costumbres, marcó un camino de desparpajo más que interesante y se la va a extrañar. Mientras tanto, a disfrutarla.
Misión de rescate
Tras el secuestro del hijo adolescente de un importante narco, el Pablo Escobar de Bangladesh, una organización internacional contrata a Tyler (Chris Hemsworth), mercenario especializado en "extracciones", para rescatarlo. Es una misión suicida, en un lugar que parece el infierno en la Tierra, con ejércitos de niños soldados, calles atestadas y nulo valor de la vida humana. Pero Tyler, que pasa los días borracho en Australia, tiene pocas ganas de vivir, pronto se sabe porqué.
Basada en una novela gráfica, Ciudad, de Ande Parks, este proyecto para el lucimiento de Hemsworth después de Avengers tiene precisamente a los hermanos Joe y Anthony Russo (Infinity War, Endgame) como responsables de la producción y el guion (ellos también son coautores del libro original). Está claro en la película, desde la primera escena ultrasangrienta, que la empresa de salir de ahí con el chico vivo será muy difícil. Pero Tyler no está dispuesto a rendir los objetivos, aún cuando el enemigo está por todas partes.
El resultado, bastante previsible y cercano al cliché desde lo narrativo, con malos muy malos, buenos incorruptibles y situaciones que se ven venir de lejos, es una poderosa descarga de adrenalina y acción. Muy violenta (con incontables muertos por secuencia) y cruda, y con algunas resoluciones visuales tan notables que dan ganas de buscar material -hay, por ahí- sobre cómo diablos lo hicieron.