“Que lindo animal, señor. Me llamo Camilla Shand. Gusto en conocerlo”, le dijo Camila a Carlos. Tenían 23 y 22 años, respectivamente. El príncipe participaba de un partido de polo en Inglaterra. “Mi bisabuela, Alice Keppel, fue la amante de su tatarabuelo, Eduardo VII. ¿Lo sabía?”, le espetó después para dejarlo atónito.
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Por ese entonces, Camila estaba de novia con Andrew Parker-Bowles, un oficial de caballería que le era infiel y no le proponía matrimonio. ¿Qué mejor que el príncipe de Gales para darle celos? Corría 1970 y aquel comentario hizo mella en Carlos. Se convirtió en amante de la joven, pero además, se hicieron amigos.
Enamorado de Camila, algunos aseguran que Carlos le pidió que dejara a Parker-Bowles y se casara con él. Pero la joven, no sólo declinó la propuesta, sino que dos años después aceptó la que le hizo Andrew y se casaron en 1973.
Dolido y todavía confundido, el príncipe conoció a lady Diana Spencer, la hermana menor de otra de sus amigas -también amante- Sarah. Impulsado por su tío, Lord Mountbatten, Carlos se comprometió con Diana en 1980, que cumplía con los requisitos de la princesa ideal: era joven y virgen. El mundo entero celebraba con bombos y platillos el casamiento del próximo rey de Inglaterra.
Con Camila siempre entre sus mejores amigas, el heredero de Isabel II fue elegido padrino de Tom, el hijo de su amante y Parker-Bowles. Sin embargo, nada de lo que parecía perfecto era así. Carlos y Camila seguían siendo amantes y cuando Lady Di lo supo, ya era demasiado tarde: las invitaciones para su casamiento estaban impresas. La princesa de Gales se casó en 1981, sabiendo que su marido estaba perdidamente enamorado de Camila, la mujer que había estado a su lado toda la vida.
Decidido a cumplir con su deber, después de su luna de miel, Carlos dejó de lado sus sentimientos y pasó tres años sin ver a Camila. Pero en 1984, tras el nacimiento de Harry, segundo hijo del matrimonio, el príncipe volvió a los brazos de su amante, aquella mujer con la que siempre había querido estar.
La separación entre Carlos y Diana Spencer se hizo efectiva en 1992, mientras que el divorcio llegó en 1996. A esa altura, hacía un año que Camila estaba divorciada de Parker-Bowles. Y la princesa ya había hablado en una de las entrevistas televisadas más memorables de todos los tiempos: “Éramos tres en nuestro matrimonio”.
Nadie podía suponer que unos años después, en agosto 1997, la princesa venerada por Oriente y Occidente moriría en un accidente de transito en París, escapando de los paparazzi que intentaban fotografiarla con Dodi Al Fayed, su nuevo novio. A partir de ese momento, para la Iglesia Anglicana, Carlos no era divorciado, sino viudo.
Decididos a apostar a largo plazo y no irritar al pueblo, Camila mantuvo el bajo perfil hasta 1999, cuando por primera vez se mostró con el príncipe Carlos en el cumpleaños de su hermana, en el hotel Ritz de Londres. Ese mismo verano, la amante del heredero fue invitada a pasar las vacaciones con familia real en su yate.
Recién en el 2000, Camila fue presentada como la consorte oficial del futuro rey de Inglaterra y se sumó a los actos públicos de la Casa de Windsor. Carlos y Camila se casaron el 9 de abril de 2005, en una ceremonia civil en el ayuntamiento de Windsor. Entonces por fin, el príncipe que esperó 35 años pudo estar oficialmente unido en matrimonio con la mujer que había amado toda su vida.
