Cuando tenía 6 años, Juan Antonio Bravo fue con su padre a un concierto de Carlos Gardel en el cine Teatro 25 de Mayo, de Villa Urquiza. A la emoción de escucharla cantar en vivo, el pequeño Juan Antonio le sumó la alegría de que el Zorzal Criollo le acariciara la cabeza, le dedicara unas palabras cálidas y le obsequiara en primer plano su sonrisa amplia, como de estampa. Desde entonces, fue un admirador leal y a sus 92 años revivió su historia de la mano de Roberto Carnaghi en la obra Aquí cantó Gardel.
El último Festival Tango Buenos Aires comenzó con el musical Aquí Cantó Gardel, que recrea la historia de la que habría sido la última actuación de Gardel en Buenos Aires, en septiembre de 1933 y en el Teatro 25 de Mayo de Villa Urquiza. Luego, Carlitos partió de gira por Europa, Estados Unidos y América Latina. Recorrió el mundo durante algo más de un año y medio hasta que murió el 24 de junio de 1935, cuando se avión no logró despegar en el aeropuerto de Medellín.
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Juan Antonio Bravo nunca lo olvidó. Ahora, a los 92 años, fue con su hija al Teatro 25 de Mayo a ver el musical y no tardó mucho en sentirse identificado con el personaje que interpreta Roberto Carnaghi.
El propio Bravo se comunicó con las autoridades oficiales de las que depende el teatro y contó su historia. Si bien la obra de Mariano Saba es una ficción, ese acontecimiento que marcó su infancia se vio espejado en el escenario.
"Fuimos con mi papá, mi mamá y mi hermana a ver a Gardel. Estábamos en el hall del teatro esperando que arrancara el espectáculo y apareció él, con la guitarra en mano. Yo me acerqué para saludarlo y él me tocó la cabeza y me dijo '¿qué hacés pibe?'. Había tanta gente que muchos se quedaron afuera, tantos que cortaron el tránsito y el tranvía no podía circular. Cuando terminó el concierto, Gardel salió, se subió al estribo de un auto y cantó para todos los que se habían perdido el espectáculo", recuerda el fiel seguidor del músico.
La semilla del fanatismo estaba plantada en Bravo y ni siquiera la muerte del cantante lo hizo olvidar de aquellos días. Juan Antonio mantuvo su amor por Gardel en su trabajo, ya que a los 16 años fue contratado por el Cementerio de Chacarita. Desde su ingreso y hasta su jubilación, acompañó al cuidador del mausoleo del artista para mantenerlo limpio y dejarle al cantante un cigarrillo en la mano.
Ahora, a sus 92 años, se encontró con una parte de su anécdota infantil en el mismo teatro en el que nació su admiración. Esta vez fue acompañado por su hija. Convertido en abuelo y bisabuelo, sigue convencido de que Gardel cada día canta mejor.