Es la historia del sueño del pibe, sólo que con mucho talento atrás. En 2009, Fede Álvarez subió a YouTube Ataque de pánico, el recordado corto en el que unos robots gigantes se dedicaban a destruir Montevideo. El Palacio Salvo, la Plaza Independencia, no quedaba nada, mientras la gente corría despavorida como en un film de los Avengers. Sólo que Ataque de pánico costó 300 dólares. Fue su pasaporte a Hollywood.
"Me fui a dormir y cuando me desperté tenía decenas de mails de Hollywood ofreciéndome trabajo". Uno de los mensajes era de su admirado Sam Raimi, que le propuso dirigir Evil Dead (Posesión infernal). La película costó diez millones de dólares y recaudó 100. Esa fue la puerta para un proyecto más personal, la muy buena Don't breathe (No respires), otro éxito: costó 15 millones y recaudó 160.
En sus jóvenes cuarenta años, Álvarez viajó esta semana a su Montevideo natal para presentar La chica en la telaraña, nuevo capítulo de la saga Millenium creada por el sueco Stieg Larsson, que ahora continúa David Lagercrantz. "La hice exactamente igual a como la hubiera hecho acá en Uruguay -dice-. Eso de que Hollywood es una máquina que traga la libertad creativa es una idea que no tiene nada que ver con la realidad. A ellos les importan los números, si te va bien, tenés la confianza para ponerte al frente de proyectos grandes".
La protagonista del film, la hacker Lisbeth Salander, es la británica Claire Foy, "una actriz que se compromete, se mete en su personaje", dice Álvarez, quien volvió a trabajar para este mainstream con su compatriota, Pedro Luque, director de fotografía.
Vale decirlo: lo mejor de La chica en la telaraña es, justamente, Fede Álvarez, capaz de dotar a las secuencias de acción del vuelo que indica una presencia con ideas y profesionalismo detrás de cámaras. ¿Dónde aprendió a filmar así? "En la calle -dice-. Siempre estuve por acá, en estos barrios, haciendo cosas con la cámara. Hacer es la mejor escuela".