Alfredo Casero tomó su “guerra” con los trolls durante el kirchnerismo como una batalla personal y se enfrentó a los tuiteros que lo atacaban hasta llegar al origen de la cuestión. Así, el humorista logró averiguar a quién respondían y cómo trabajaban. Según dijo, el gobierno de Cristina Kirchner fue la época de su vida en la que menos libre se sintió y hasta afirmó que “tuvo miedo de ser destrozado por gente paga con su dinero".
Casero cargó contra los panelistas del programa 678 de la Televisión Pública durante una jornada de política y economía organizada por la fundación alemana Friedrich Naumann, en el Paseo La Plaza. "Decían que yo no podía hablar, empezó todo ahí", recordó. Fue entonces cuando se dedicó a responder a sus detractores a través de la red social Twitter.
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El actor relató que se contactó con los tuiteros que lo atacaban. Según dijo, en ese grupo hasta había jóvenes de Venezuela. Así, recordó a una chica que lo insultaba y después terminó pidiéndole que le adelantara cómo seguía la historia de Farsantes, la serie en la que trabajaba en ese momento junto a Benjamín Vicuña y Julio Chávez. Según explicó, esa confianza le permitió conocer más de cerca cómo trabajaban estos chicos.
"Se organizaban en turnos de ocho horas, pero los domingos empezaban a las 18. Por eso, si escribía algo el domingo a la mañana nadie me puteaba", sostuvo. Y aseguró que el sistema estaba manejado por la exministra de seguridad, Nilda Garré. "Un día le escribí un mensaje para decirle que los trolls no estaban trabajando los domingos a la mañana y que además tenían muchas faltas de ortografía", agregó.
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Por otro lado, tildó de "cuatro de copas" a los integrantes de 678 y se refirió al día en el que Edgardo Mocca dijo al aire que él no podía opinar "de nada". También cuestionó los ataques de Julia Megolini y afirmó: "Es terrible cuánto daño te pueden hacer seis tipos destruyéndote en la tele. Por el miedo, prefieren atacar primero".
En otro momento de la charla, el actor relató que a los nueve años vendía bocaditos Holanda en el tren, y concluyó: “Para ser correcto, para que esté bien, tenés que ser pobre. Eso es lo que te vende la izquierda".
