Mónica Ayos se quebró en la mesa de PH, Podemos hablar, al recordar una vez más su historia más fuerte: la violencia que sufrió de parte del padre de su hijo Federico, que llegó a pegarle en la panza cuando ella estaba embarazada.
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La historia con Mario, su expareja, fue la primera de noviazgo intenso para Mónica, que todavía no era famosa. Lo conoció en Chile, cuando ella viajó para sumarse al cuerpo de bailarines de una obra teatral en la que él era el coreógrafo. La sedujo su talento y al poco tiempo, se enamoraron y regresaron a la Argentina para empezar una vida juntos. Pero no fue todo fácil: pasaron muchas necesidades económicas porque el trabajo no abundaba y la relación se deterioró. En el medio de esa crisis, Mónica quedó embarazada y decidió tener al bebé.
"Fede nació bajo unas circunstancias raras de mi vida. Tenía a un hombre frustrado que me golpeó durante gran parte del embarazo, en la panza directamente. Fue producto de la cocaína más el alcohol, era una mezcla que a él le pegaba de una manera muy violenta. No había peleas, llegaba y me decía cosas y directamente me golpeaba", recordó la actriz.
La violencia no cesó tampoco con el niño afuera de la panza. "Fede nació por cesárea, estuve seis días internada. Estaba encajado. Evidentemente quería dejarlo adentro, donde estaba más seguro que afuera. Era todo una culpa. Salí sin glóbulos rojos. Yo no podía tener relaciones. Y él me violó. Abusó de mí, con el peligro de volver a quedar embarazada y que me estallara el útero".
La actriz radicó varias denuncias policiales en contra de su expareja. Pero después se arrepentía y las levantaba.
Su familia y sus amigos no sabían nada y ella siempre intentaba convencerlos de que se quedaran a dormir en su casa para protegerse. Una de esas noches, Mario intentó violar a su amiga íntima. Para frenarlo, Mónica se le trepó en la espalda y le gritó a su amiga que saliera corriendo y que se llevara al nene. Y así hizo, en pantuflas, y con el pequeño de apenas dos meses en brazos.
La dura historia de abuso y violencia concluyó con un pasaje sin retorno. "Le pedí plata a mi abuela y le dije: 'No me preguntes para qué es'. Le regalé un pasaje a él para pasar el Día del Padre en Chile. Me preguntó si era de ida y vuelta. Le dije que sí. Pero era de ida nada más. Fue una actuación para el Oscar porque yo le dije que había estado mal por la lactancia, le pedí que me perdonara. En el fondo, yo esperaba que me dijera: 'Vos no hiciste nada, yo te cagué a trompadas'. No, no lo hizo. Y se fue".
Con sus últimos 50 centavos fue en colectivo a despedirlo a Ezeiza y esa imagen no la olvidará jamás. "Se fue por la escalera. Y le dije al oído: 'No volvés más, no vas a volver. Todos saben todo. A mi hijo no lo vas a ver'. Se fue sabiendo que era muy cobarde". Él se suicidó años después.