Andy Muschietti nos citó en el cine de su infancia, el precioso York de Olivos. Está por llover y la humedad se siente en el aire pesado, las cotorras gritan desde los árboles de la plaza y todo parece quieto. Pero no llega la tormenta, sino dos grandes automóviles oscuros, vidrios polarizados, de los que baja una decena de personas. Entre agentes de seguridad con lentes negros, asistentes que no hablan español, publicistas locales, la familia Muschietti: Bárbara, hermana y socia; los padres, sonrientes por la alegría del reencuentro en el viejo barrio; y el director de It, la película de terror más taquillera de la historia.
Un metro noventa, 44 años, ojos de un color indefinible, Muschietti no oculta la emoción de volver a pisar un pedazo de su infancia. Y así, tocado por la nostalgia, se sienta a hablar de su adaptación del novelón de Stephen King, esa carta de amor a los primeros años de la vida que, dice, lo identifica profundamente.
“Este lugar es muy especial porque es uno de los cines a los que venía de chico, si bien vivía un poco más al norte venía mucho a este cine a ver las películas que no daban en mi barrio. Nací en Vicente López pero mi familia se mudó a Acasusso. El cine York es uno de los más viejos y las películas que daba no estaban el Bristol o el Astor de Martínez. Acá vi La historia sin fin o Indiana Jones y el templo de la perdición, esa la vi como cuatro veces en este cine, cuando cumplí 12 años traje a todos mis amiguitos a verla. Es muy fuerte, el olor es igual al que tenía en 1984”, recordó en diálogo con TN.com.ar.
Si hay un formador del cineasta que tenemos enfrente es Miguel, su papá cinéfilo, que saca fotos mientras hacemos la nota. Ahora vive en Barcelona. Se instalaron allí siguiendo a los hijos, que pasaron 13 años en la capital catalana pero llevan tres en Los Ángeles. “Mis padres me expusieron desde muy temprano a películas de todo tipo, de terror también. Veíamos Viaje a lo inesperado los sábados a la noche. Mi papá me contaba las películas que no podía ver, volvía de verlas y nos sentábamos y me las contaba enteras. Tiene amor por la narrativa así que le tomaba tres o cuatro horas contarme películas duraban una hora y media, como Blade Runner, o Terminator, o Rambo, mi viejo me las contó íntegras en un breve lapso de cuatro horas cada una. Y claro, después iba a ver la película y era fascinante, pero nunca estaba tan bueno como el relato original suyo. Creo que mi amor por el cine viene por ese lado, por los cuentos que me contaba mi viejo. A mi mamá también le gustaba mucho el cine", dijo Andy.
Y acá hacemos un corte temporal (en el medio estuvo la escuela de cine, se fue a Barcelona, trabajó en publicidad y escribió y filmó, con su hermana Bárbara, el corto de terror Mamá, que sería su primer largo). Y llegamos a este momento en el que presenta It, primera parte de la adaptación de uno de los libros más famosos de Stephen King, que es un fenómeno de taquilla.
Cuando finalmente se la mostramos a Stephen King quedó fascinado. Me avisaron un día antes, mañana se la mandamos a King, la quiere ver solo, en un cine en Florida. Y la vio y por suerte le gustó.
-¿Acá nace también tu gusto por el cine de género, fantástico, de terror?
-Sí, muy de chiquito. La experiencia seminal fue ver Encuentros cercanos del tercer tipo, en el autocine de General Paz, que ya no existe, debe ser un terreno baldío, o un estacionamiento. Fue una experiencia tremenda, terrorífica también, que me formó. También Viaje a lo Inesperado, que veíamos en familia, y ahí veíamos lo que dieran, lo que viniera, películas de monstruos, o más psicodélicas. No había filtro, cualquier expresión del género de terror la pasaban ahí. Y fue alucinante, un aprendizaje y una experiencia de vida muy fuerte. Y me encendió una devoción por el cine de terror.
-¿Qué sensación tenés con todo lo que está pasando con la película, con el éxito?
-Es medio surrealista para mí porque yo estuve trabajando como dos años y medio con esta película y fue muy divertido. El verano en que filmamos fue fantástico, se armó como una gran familia. Lo que está pasando ahora es difícil de comprender, y si fuera por mí yo seguiría filmando, pero había que terminar la película en algún momento.
-Bueno, viene la segunda parte, ¿cuándo?
-Sí, el año que viene. No puedo dar muchos detalles porque todavía estamos trabajando en el guión, en la historia, estoy especulando con opciones para los actores y eso, pero quiero concentrarme en que el guión sea igual de bueno, o mejor, que el de la primera.
-¿Y ahora con mayor grado de libertad, por lo bien que le fue a la película?
-Tuve un alto grado de libertad para la primera, porque New Line es un estudio que estimula el instinto del cineasta y que alienta y no interfiere demasiado. Me dejaron entrar en el proyecto con mi visión de la película, la presenté y la aprobaron.
-Venías de hacer Mamá, a la que le fue muy bien, pero era tu único largo. ¿Fue una responsabilidad hacerte cargo de este proyecto?
-Nunca lo viví como presión, sino como oportunidad de reimaginar una historia que llevaba en el corazón durante casi 30 años. Una de las cosas que aprendés cuando haces cine es que, para que una historia sea tuya, aunque esté basada en un libro, es que tenés que encontrar tu visión. Y que eso sólo sale desde adentro, de tu experiencia emocional, habiendo escrito una historia o adaptando un libro. Son emociones que te acompañan toda la vida, y King fue muy fuerte, crecí leyendo su obra, Cementerio de animales fue el primero que leí y desde ahí fui devoto lector. It, además de una historia de terror, tenía un gran componente emocional que me hablaba de mi vida. Tenía 14 años cuando la leí, era un poco más grande que los losers, pero me hablaba del final de la infancia, del fin de la inocencia y el comienzo de la adultez.
En el mundo de King hay todo tipo de adaptaciones y una gran cantidad de películas que son de explotación. Películas comerciales, porque King es una marca. Y la industria usa las marcas que venden. Uno puede diferenciar muy bien las comerciales de las que están hechas con amor, donde hay un cineasta que realmente ama la obra original y quiere respetar su alma, su esencia. It no sólo es una historia de terror, habla de sentimientos, del viaje emocional de los personajes. A pesar de esa yuxtaposición con un mundo de fantasía.
-Difícil de adaptar, ¿no? Tantos personajes, idas y vueltas en el tiempo
-Es difícil condensarlo, sí. Nosotros lo que hicimos para empezar fue dividirla en dos, primero la parte de los niños y segundo la de los adultos. En el original hay dos líneas temporales, el tiempo presente y el pasado. Me pareció mejor contar la historia de los niños con toda la pureza y le menor cantidad de interferencia posible para realmente conectar con los personajes. La segunda parte va a ser distinta, voy a recuperar ese diálogo entre los dos tiempos, van a estar los losers adultos pero vamos a ir al pasado, como flashbacks pero no gratuitos, sino como parte esencial del argumento central: hay algo en el pasado que esos personajes tienen que enfrentar para recuperar las claves para enfrentar a EL MONSTRUO.
-¿Sufriste un poco cuando King decidió ver la películas?
-Sí, bueno, yo sabía que en algún momento se la iban a mostrar. Él es un tipo que tiene una relación muy abierta con las adaptaciones, a pesar de que al principio de su carrera sufrió con películas como El Resplandor, porque vino Kubrick e hizo una cosa totalmente distinta a lo que él había escrito. Pero con el tiempo se fue relajando con eso y en este punto es un tipo que incluso alienta a que las adaptaciones sean un animal distinto a la obra original. Y su no interferencia en la producción de esta película me dio mucha confianza, porque sentí que realmente podía realizar mi visión, que tiene que ver con respetar el corazón de la historia. Hay muchos cambios estructurales, pero el corazón está intacto. Y eso le gustó, cuando finalmente se la mostramos, quedó fascinado. Me avisaron un día antes, mañana se la mandamos a King, la quiere ver solo, en un cine en Florida. Y la vio y por suerte le gustó. Se la envié con una carta manuscrita, pidiéndole disculpas por los cambios. Y me respondió que los cambios eran geniales y que me agradecía el trabajo. Creo que se dio cuenta de que había amor por su libro. Que levantara el pulgar fue aire fresco, porque estábamos en la posproducción, con todo el mundo subjetivizado y el hecho de que King haya dicho que superó sus expectativas relajó a la gente del estudio y me dio a mí un empujón anímico final. A partir de ahí empezamos una correspondencia vía mail con él que es muy linda.
-¿No lo viste nunca?
-No lo vi nunca, todavía, él vive en Maine y a veces va a Florida, en los inviernos, porque tuvo un accidente, lo pisó un coche hace veinte años.
-Un accidente digno de una novela suya
-¡Cien por ciento! Porque además lo pisó una Van blanca, que es como una especie de ícono de algo muy raro en Estados Unidos. Pero tanto Florida como Maine están del otro lado de Los Ángeles, donde yo vivo. Pero tarde o temprano nos encontraremos, va a pasar. Tengo buena relación con Joe Hill, su hijo, de hecho estamos trabajando juntos en un piloto televisivo basado en un cómic, que él escribió y es alucinante, llamado Locke and Key.
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-Uno de tus actores, Finn Wolfhard, está también en Stranger Things, que tiene tanto en común con el universo It ¿Hay un revival ochentoso, una moda?
-Stranger Things está bueno, es como un pastiche de las películas de Spielberg, Amblin y mucho de Stephen King. Pero salió cuando nosotros ya habíamos empezado a filmar. Cuando hicimos el casting no sabía que él estaba ahí y en el medio del rodaje estrena esa serie y a Finn lo empiezan a parar por la calle, se hizo famoso de un día para el otro. Yo no quería ver la serie porque estaba muy ocupado con la película y escuchaba que había similitudes con It, así que no quería verla para que no me condicione. La vi tres meses después de terminar de filmar. Sí hay una moda. Pero siempre hay una moda retro, en cada época hay una moda de mirar décadas atrás, y ahora tocan los ochenta. Sólo que para mí no es una moda, porque crecí en los ochenta. Tengo una fascinación pero por los ochenta reales, no el pastiche o el karaoke, alguien dijo que Stranger Things era un karaoke entre Spielberg y King, no sé bien qué quiso decir pero es gracioso. Para mí es la época en que fui niño y crecí, y en It los '80 están caracterizados de una manera bastante sutil, hay una hombrera cada tanto, un pelo con laca cada tanto.
-La música
-Es un balance entre la música de las películas de Spielberg con John Williams y algo mucho más raro, de exploración total. Me gusta ese balance, el efecto funciona mucho mejor cuando proporcionás a la gente un momento de liviandad para volver a lo extraño, o de familiaridad para volver a lo terrorífico. Es un balance esencial cuando contás algo de terror.
-¿Y cómo se explica el éxito fenomenal que tiene la película en sus primeras semanas?
-Había una expectativa, creo que It está encastrado en el imaginario popular desde hace mucho tiempo y fue creciendo, en esa latencia que es la historia, sin haber encontrado una adaptación visual. La miniserie de los años '90 fue disparador para una generación que vio la peli en televisión y quedó traumatizada con Tim Curry haciendo de payaso. Muchos no recuerdan la película entera, a muchos no les gustó, pero se acuerdan del payaso. Eso fue un disparador, se generó una especie de mito, de culto del payaso maléfico, que nunca encontró una expresión sofisticada, una adaptación fiel a la obra original. La miniserie era un producto televisivo, lavado, apto para todo público, sin la violencia ni la intensidad ni los temas adultos que trata el libro.
Hay quizá otros factores, nuevas generaciones que han escuchado esa fascinación, de esa mítica historia del payaso, de segunda mano. Pero es una generación que ahora todas las ideas y expectativas se difunden de una manera rápida, fragmentada, en YouTube, mezclado con gifs y el mito se propaga de una manera más rapida y universal. Los medios de comunicación funcionan así ahora, y eso lo hace más críptico, es un payaso que no se sabe bien qué naturaleza tiene, de dónde viene, eso estimula la imaginación de los pibes. Es otro el fenómeno, distinto de la generación que tuvo contacto con el libro. Luego, está el tema de los ochenta, Stranger Things ayudó mucho, Finn Wolfhard es una estrella, y tiene un talento increíble. Todos los niños son increíbles, todos tienen una educación técnica pero son instintivamente buenos, vienen así de fábrica.
-En Mamá habías laburado con chicos también.
-Sí, creo que las historias, la infancia es un mundo misterioso, hay una magia que se pierde para siempre. It es básicamente eso, una carta de amor a la infancia, una parábola sobre el fin de la inocencia. El fin de un mundo de imaginación y de creencias en cosas que no existen. Por eso en la película los adultos son una extensión del mal y se comen a la infancia. Un antagonismo que se genera entre la inocencia de la infancia y la oscuridad de la adultez. Es una película anti adultos. King atesora la imaginación de un niño, porque se da cuenta muy bien de lo que es perderla.
-¿Cuándo vas a hacer algo acá?
-Me gustaría pronto. Estoy muy apegado a la cultura argentina y cuanto más tiempo llevo afuera más encuentro la particularidad de nuestras historias. Esta mezcolanza de culturas nuestra no es normal para nada, ha dado una cultura muy particular, que no se repite en ningún otro lugar, me gustaría aprovechar esa riqueza. Si ves mis cortos antes de empezar a hacer películas, incluso publicidad, tienen un componente telúrico, folclórico muy fuerte, a pesar de ser distinto género.
-El otro día te felicitó Guillermo del Toro, tu padrino. ¿Hay más lugar para latinoamericanos que puedan hacer proyectos propios, como ustedes dos?
-Sí, Hollywood siempre se está nutriendo de cineastas extranjeros, están muy atentos a eso, porque sino entran en una cosa medio endogámica, estancada, que da productos horribles. Hay muchos cineastas americanos que crecieron y se nutrieron viendo películas americanas y eso al final produce un caldo estanco. Hollywood se nutre de extranjeros que hacen cosas, cortos, tienen ideas, y los lleva para refrescar la industria. Como Fede Álvarez, el director de No Respires, un pibe uruguayo con el que empecé casi al mismo tiempo y en circunstancias similares. Él hizo un corto que pegó muy fuerte y eso lo llevó allá. A él lo adoptó Sam Raimi, un director que admiro mucho. Y a mí me apadrinó Del Toro.