“Aquí, en algún lugar, no sé dónde, hay un sucio dragón, y me gustaría arrancarle las alas, amarrarlo con una manta y dormir con él para siempre… Te quiero. Gracias”. Excéntrico, insólito y muy romántico. El final del discurso con el que Joaquin Phoenix declaró su amor incondicional a Rooney Mara tras recibir un premio a toda su carrera en el pasado festival de Toronto, sintetiza mejor que cualquier figura retórica el alma del romance más atípico entre estrellas del séptimo arte.
Íconos del cine de culto, polinominados al Oscar y figuras inescrutables de Los Ángeles, la pareja contradice todos los mandamientos del manual de celebridad hollywoodiense. A saber: no posan en público, no hablan sobre su relación y sus guiños románticos se reducen a apodos tan etéreos y cuestionables como “sucio dragón”, cuyo origen más probable –y deseable- está en el personaje de Lisbeth Salander (The girl with the dragon tatoo, de la saga Millennium) al que dio vida Mara. Una historia de amor tan misteriosa como consolidada entre dos personas que comparten perfil profesional, pero contextos familiares opuestos. Ella, criada en la abundancia y descendiente de dos de las familias más poderosas de Estados Unidos. Él, hijo de hippies errantes y con una infancia marcada por la tragedia. Aquí hay una película estupenda.
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“Distante, gélida, juguetona, opaca, tímida, divertida, impenetrable, precavida, amable e ilegible”. Según el periodista David Amsden, es necesario contar con la lista completa de adjetivos para poder definir a Rooney Mara. La protagonista de films como Carol es, a sus 34 años, un perfecto enigma para el público mayoritario pese a su nutrido currículum, su innegable impacto estilístico en la alfombra roja y haber aparecido en los televisores y marquesinas de todo el mundo anunciando el último perfume de Givenchy. Pese a sus nominaciones al Oscar y, aunque pueda desconcertar al mejor cinéfilo, en los Estados Unidos su nombre resuena con mayor fuerza en la prensa deportiva que en la cinematográfica.
Rooney Mara es fruto del matrimonio que unió a dos de las familias más poderosas del país. Los Mara, por el lado paterno, son los dueños del equipo de fútbol americano New York Giants, una de las franquicias deportivas más valiosas. Los Rooney, por la materna, poseen los Pittsburgh Steelers, un club no menos histórico en la NFL. La joven nació y creció en el municipio rural de Bedford, a una hora al norte de Manhattan, una de las comunidades más ricas de Estados Unidos por las nóminas millonarias de sus ilustres vecinos. A pesar de haberse criado en la opulencia, Mara estudió en un colegio público y no dejó que sus apellidos la convirtieran en una Paris Hilton de turno. Se graduó en psicología y organizaciones no gubernamentales y pasó varios meses viajando por el mundo. Al contrario que su hermana, la también actriz Kate Mara, que comenzó su carrera como intérprete siendo una adolescente e incluso se atrevía a cantar el himno estadounidense en la previa de los partidos de los Giants, Rooney esperó a terminar el instituto para iniciar su recorrido profesional.
La amistad entre los actores, ahora pareja, se remonta a 2012, cuando coincidieron en el rodaje de Her, el drama romántico de Spike Jonze en el que el personaje de él establecía una relación romántica con un sistema operativo inteligente al que prestaba su voz Scarlett Johansson. La relación, sin embargo, no empezó del todo bien. En una reciente entrevista con la edición estadounidense de Vanity Fair, Phoenix confesó que al principio pensaba que ella lo detestaba. Cuando fue consciente de que “solo era tímida y que a ella también le caía bien”, no tardó en quedar rendido por sus encantos. “Ella es la única chica a la que busqué en Internet. Solo éramos amigos, amigos por email. Nunca antes había hecho eso, buscar a una chica en la web”, añadió.
La historia de Joaquin Phoenix es bastante diferente. Cuando llegó al mundo, sus padres pedían dinero para poder comer mientras que sus hermanos River y Rain, no escolarizados, actuaban en las calles de San Juan, Puerto Rico, cantando y tocando la guitarra a cambio de la generosidad de la gente. Los Phoenix, hippies contraculturales, formaban parte de una secta religiosa, los Niños de Dios, y se convirtieron en evangelizadores nómadas por diferentes ciudades del continente americano. Su defensa del amor libre y la utilización del sexo para confraternizar con los demás integrantes del culto y captar nuevos miembros pronto se tradujo en denuncias de abuso sexual. Algunas, con niños como víctimas. El propio River Phoenix, nominado al Oscar por Al filo del vacío, confesó que había perdido la virginidad a los cuatro años. Cuando Joaquin todavía no alcanzaba la edad escolar, la familia volvió a Estados Unidos escondida en un barco de carga. El éxito de River en la interpretación –fue una de las promesas más brillantes del Hollywood de los noventa– los sacó de la pobreza extrema. La muerte a los 23 años del actor a causa de una sobredosis marcaría para siempre a su hermano pequeño, que también empezaba a hacer sus primeras armas en el séptimo arte.
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La química y complicidad entre Mara y Phoenix fue visible tanto dentro de la pantalla como en la gira de promoción de Her, pero por aquel entonces la joven mantenía una relación con el director de cine Charlie McDowell, actual pareja de Lily Collins y ex de Emilia Clarke. En 2016, durante el rodaje italiano de la película donde se reencontrarían, María Magdalena, el amor se abrió paso definitivamente. Los fotógrafos captaron las primeras imágenes juntos entrando en las instalaciones de un spa para compartir un retiro detox a principios de 2017 y en primavera confirmaron su relación al desfilar en la alfombra roja del festival de Cannes. Saltando dos años en el tiempo, hasta la premiere internacional de Joker celebrada en el reciente certamen de Venecia, el romance no solo se consolidó sino que Mara ya luce un anillo de compromiso. A pesar de que hace no mucho una fuente cercana a la pareja aseguró que el matrimonio era "demasiado mainstream" para ellos, la prensa ya da por hecho los rumores de boda.
El perfil de Phoenix es uno de las más controvertidos del cine actual. Su talento es tan innegable como su fama de ser excéntrico y de difícil trato, bien ganada si uno revisa sus apariciones y entrevistas de promoción o sus encontronazos con compañeros de reparto como Robert De Niro. Dice haber superado su adicción al alcohol y una amistad tóxica con el ganador del Oscar Casey Affleck (Manchester by the sea), que lo llevó a estar involucrado en una demanda de acoso sexual por parte de dos trabajadoras del fallido falso documental I’m Still Here. Desde que comenzó a salir con la joven neoyorquina, el mismo intérprete que confesó que había querido “quitarse del medio” en diferentes ocasiones, ahora no solo repele la controversia sino que protagoniza portadas que llevan como titular la cita: “Amo mi jodida vida”.
Puede que sea resultado del convulsionado historial vital del actor el hecho de que su realidad actual parezca simple hasta el hastío. Mara y Phoenix pasan la mayor parte de su tiempo en su mansión de Hollywood Hills, se alimentan a base de productos orgánicos (la actriz es vegana) y sus pocas apariciones públicas suelen tener que ver con manifestaciones activistas en defensa de los derechos de los animales. Se levantan a las seis de la mañana y las nueve de la noche suelen estar en la cama después de meditar, pasear al perro, practicar karate, leer guiones y ver series documentales sobre crímenes reales.