“Soy bastante reconocible, me es difícil esconderme”, dice Danny De Vito, quien cumplió hace poco 45 años como uno de los protagonistas del espectáculo más querido. A simple vista, es curioso que alguien que no supera 1,47 metro de altura afirme que le es difícil esconderse, pero es así: el actor es un grande en lo suyo y su público lo evalúa por su tamaño artístico.
Nacido en Nueva Jersey como Daniel Michael DeVito Jr., Danny es descendiente directo de italianos. Nadie de su familia es como él, ni sus padres ni sus tres hijos. Nadie es tan bueno en el espectáculo ni tan bajito.
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Esto se debe a una enfermedad que tuvo de niño y que lo dejó con una estatura propia de un chico de 10 o 12 años. Esto también le jugó en contra en sus comienzos en Hollywood, aunque a fuerza de constancia y talento fue dando vuelta la historia.
El problema de salud que sufre De Vito es la “enfermedad de Fairbank”, que es genética e impacta en el crecimiento de los huesos en la infancia. También se la llama “displasia epifisaria múltiple (MED)”. Esta patología suele ocasionar el inconveniente que le ocasionó a Danny: no poder alcanzar estatura propia de un adulto.
Claro que se trata, además, de una enfermedad dolorosa, que ocasiona en quienes la padecen artrosis en las articulaciones desde muy jóvenes. De acuerdo a los especialistas, los 10 años de edad suelen ser el momento en que esta enfermedad se despierta y lo primero que limita es el desarrollo de las caderas, lo que complica la movilidad del chico.
Cuál es la enfermedad que dejó a Danny De Vito: el drama de sus inicios y su lugar e Hollywood
De Vito bromeó desde siempre contando que sus mayores problemas en la adolescencia pasaron por no poder bailar “lentos” con las chicas, dado que, por su altura, su cara quedaba en una zona indebida del cuerpo de la mujer. Claro que no todo fue chiste, ya que hubo más de un complejo e, incluso, la aparición de las burlas por parte de los otros chicos en sus tiempos escolares.
Contrariamente a esto, la vida en su casa era un placer, con padres que lo acompañaron siempre y dos hermanas bastante mayores que él que fueron grandes apoyos en su vida: Angie y Theresa, 16 y 10 años más grandes, respectivamente. “Todos en mi casa me mimaron”, reconoció Danny.
Incluso, Angie le ofreció trabajo cuando su hermano ya era adolescente: fue peinador en el salón de belleza de su hermana. Danny lo entendió como un aprendizaje en varios puntos, porque estar ahí le permitía observar mucho a la gente y en especial a las mujeres, tratando de enamorarlas. Incluso, terminó anotándose en la Academia Americana de Arte Dramático de Manhattan, con la idea de aprender maquillaje.
Pero el examen de ingreso para cualquiera de las carreras de la Academia, incluía entregar un monólogo y el que Danny De Vito hizo fue muy buen recibido por los docentes. Y juntos con los buenos comentarios que recibía, entendió que lo suyo no era el maquillaje sino la actuación. Y ahí, en lo que terminó siendo la gran vocación de su vida, se anotó.
Una vez graduado, en 1966, las oportunidades comenzaron a aparecer. Algunos fueron trabajos temporales pero con amistades para toda la vida, como la de Michael Douglas, a quien conoció en el Eugene O’Neill Theatre Center en Waterford, Connecticut.
Mientras, ganaba dinero estacionando autos y vendiendo ramos de flores a los caballeros que quisieran hacerle un obsequio a sus damas. Y llegaron las primeras producciones teatrales en la década del 70 la sitcom que lo llevó a la fama: “Taxi”.
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Desde entonces, su particular figura física dejó de ser el comentario principal para dejarle paso a su capacidad actoral, de la que sobresalía su humor punzante, con un tono y postura ítalo americana que con conquistaron a la audiencia. Y ahí tuvo varias actuaciones históricas, como “Gemelos” con Arnold Schwarzenegger, o participaciones en “Batman Returns”, “Big Fish”, “Matilda”, que además lo tuvo como director.
