El artista plástico e intelectual Luis Felipe Noé murió a los 91 años. La noticia fue confirmada desde las redes sociales de su fundación, donde lo despidieron con sentidas palabras.
“Con profundo pesar, desde la Fundación Luis Felipe Noé informamos el fallecimiento de Luis Felipe Noé, artista fundamental cuya obra y pensamiento transformaron de manera profunda el arte argentino y latinoamericano”, expresaron al comienzo del comunicado.
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Luego, destacaron algo que siempre valoraron sus colegas: el interés por la docencia y su rol de divulgador. “En 2019, con la lucidez y generosidad que lo caracterizaban, creó esta Fundación con el propósito de preservar y proyectar su legado. Celebramos su vida, su inagotable impulso creativo y su aguda mirada como una forma de comprender el mundo. Su legado perdura en cada obra, en cada palabra, en cada gesto que invitó a pensar y a crear”, expresaron.
“Desde la Fundación, agradecemos sus enseñanzas y la posibilidad de abrir este camino compartido, y reafirmamos nuestro compromiso con su pensamiento: seguiremos honrando su memoria en cada acción de nuestra existencia, porque en el hacer se vive y en el hacer se crece. En el transcurso del día informaremos en que lugar, día y horario lo velaremos”, completaron.
En sus últimas declaraciones, “Yuyo”, tal como le decían sus amigos, no dudó a la hora de opinar sobre distintos temas de actualidad. “Debo confesar que no es de mi simpatía. Para simplificar, Javier Milei me parece un verdadero desastre.”, sostuvo sobre la gestión del Gobierno en una entrevista que le concedió a Perfil en 2024.
Además, también fue muy crítico con el uso de la IA: “A mí la frase inteligencia artificial me produce espanto. La inteligencia por excelencia es la humana”.
Intelectual, artista, emprendedor y provocador
Luis Felipe Noé fue uno de nuestros grandes artistas plásticos, un creador, un provocador y el generador de un movimiento que revolucionó la pintura argentina. Desde la década del 60 Noé venía cuestionando la pintura tradicional y propuso a sus colegas más notorios, como Rómulo Macció, Jorge de la Vega y Ernesto Deira, explorar una forma que superase la división entre la pintura abstracta y la figurativa. Así se formó un movimiento trascendente que se llamó Nueva figuración.
Noé obtuvo una beca del gobierno francés y viajó a París con De la Vega; más tarde se unieron Macció y Deira y el grupo se consolidó. Al contemplar a los grandes maestros de siglos anteriores, Noé tuvo clara su idea de ruptura: en una época tan diferente como la actual era preciso hacer lo contrario: trabajó sobre la idea de una visión quebrada, de cuadro dividido, finalmente el caos.

En 1965 Noé obtuvo la codiciada beca Guggenheim y se fue a Nueva York. En sus muestras incluyó instalaciones, como Introducción al desmadre, del año anterior. Pero las instalaciones eran difíciles de transportar, guardar y sobre todo vender, de manera que las abandonó. Al año siguiente ganó la beca Guggenheim por segunda vez. Después de ser convocado por diversas universidades y museos de diferentes países, Noé volvió a Buenos Aires en 1968. Había decidido dejar de pintar: según él, la pintura plana no le permitía ya reflejar su concepción del caos.
Una vez en Buenos Aires fundó con sus colegas un bar que hizo historia: el Bárbaro, donde se reunían artistas e intelectuales, especialmente los sábados al mediodía, después de recorrer galerías. Uno de los ventanales fue pintado por Jorge De la Vega y todavía se conserva.
Durante los años en que dejó la pintura Noé se dedicó a la enseñanza, escribió libros y ensayos, fue curador y eventualmente retornó a las muestras, como la que hizo en el Museo Nacional de Bellas Artes en 2017. Recibió toda clase de premios y se mantuvo firme en sus principios sobre el caos, la imaginación desatada y la ruptura de lo convencional. Sus libros son brillantes, ácidos y provocativos y su mente se mantiene siempre activa.