Araceli González tenía apenas 19 años en 1986 cuando empezó su historia de amor con Rubén Torrente, quien murió este jueves a los 62 años. Dos años después del flechazo, ya habían decidido vivir juntos y decidieron casarse con el deseo de formar una familia. La gran noticia llegó en 1991, cuando nació su hija Flor.
El romance surgió en Ramos Mejía, el barrio de la infancia y la adolescencia de ambos. Cuando empezaron a salir, la actriz ya trabajaba activamente como modelo y poco tiempo después empezaron a llegarle propuestas para incursionar en la televisión.
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Con apenas 23 años, González se encontró en un momento bisagra en su vida: recién había sido mamá y al mismo tiempo había alcanzado la fama. Esa situación fue una de las razones que desgastaron el vínculo con Rubén, de quien se separó en buenos términos al poco tiempo.
“Solo teníamos un colchón, un pez negro con ojos de huevo y una ventanita chiquita por la que entraba un aire nuevo que llegó hasta mis ovarios. Entonces dije: ‘¡Era esto lo que pedía mi alma!´”, le contó Araceli a Infobae sobre el departamento en Ramos Mejía que compartió con Rubén. Y agregó: “Ahí, en ese preciso momento, volví a construir mi vida... ¡Y tomé mate como nunca antes! Pero cerca del nido. De mamá, del tío Puchi”.
El conmovedor posteo de Araceli González tras la muerte de Rubén Torrente, su exmarido y padre de su hija Flor
Araceli González se mostró devastada por la muerte de Rubén Torrente, su exmarido. Muy triste por la noticia, decidió compartir un conmovedor escrito como respuesta a un desgarrador posteo que hizo su hija Flor.
“¡Hija hermosa! Te abrazo esa almita bella. ¡Leerte me destroza, pero sos una leona en todos los órdenes! Ambos te amamos desde el día uno. ¡Él quería mujer y así fue!”, escribió la actriz.
Y agregó: “¡Te ama porque seguirá cuidándote de cerca, eso lo sabés! Nada más bello que vos en nuestras vidas, lo más bello. Siempre, a pesar de todo, estuvimos a tu lado. Eras nuestra prioridad. ¡Vos sos amada y eso es hermoso!”.
Por último, le dejó muy en claro a su hija que la iba a acompañar a transitar este duro momento y cualquier momento duro de su vida. “Ay, hija, Dios santo. ¡Me parte leerte! Tan buena hija, conciliadora y amorosa. El resto te lo dije y te lo seguiré diciendo a vos. Eras su orgullo. Tus dolores eran de los tres. Y tus triunfos también. Así será hasta el infinito y más allá. Mamá”, completó.
