Oriundo de Resistencia, Chaco, Guillermo Emilio Lockett se ganó el apodo de “Milo” cuando se hermana pequeña empezó a llamarlo así, frente a la dificultad de pronunciar la r. No imaginaba que le regalaba un nombre corto y musical, condiciones perfectas para que otros lo reconocieran sin problemas.
“Milo”, como se lo conoce actualmente, tuvo una empresa textil. Fabricaba ropa y tenía muchos empleados a cargo, pero la crisis del 2001 hizo lo suyo y Lockett tuvo que bajar la persiana. Ese cierre fue el punto de inflexión en su vida, ya que Milo decidió comenzar a pintar y dedicarse de lleno al arte, aquella vocación que lo acompañaba desde niño.
Seguir sus deseos lo llevó por el camino adecuado: no sólo se convirtió en un referente del arte local, sino que logró transformarse en un personaje popular (doble mérito, considerando que se trata de una disciplina a cuyos representantes les cuesta dejar el anonimato). Además de una nueva actividad, Milo Lockett encontró la manera de “vivir bien”, en paz con los propios sueños.
Convencido de que el arte debe ser para todos y no para unos pocos, Milo promueve y practica una forma de arte accesible. Autodidacta y convencido de que el arte es resultado del trabajo más de que la inspiración, ahora se prepara para participar en la décima edición de la Feria BADA, novedoso formato argentino que se propuso el encuentro de artistas y público sin intermediarios.
La feria será a fines de agosto en La Rural, reunirá a 300 artistas y marcará el reencuentro tras los cierres impuestos por la pandemia. Antes de llegar a BADA, desayunamos con Milo Lockett y hablamos de la capacidad de reinvención, de encontrar una oportunidad en las crisis y de vivir rodeado de arte en las pequeñas decisiones de la vida.
