Invitada a Podemos hablar (Telefe), Analía Franchín sorprendió al revelar que mantuvo vínculos “anormales” con sus mascotas. La periodista relató dos episodios que la marcaron: la muerte de un hámster a los ocho y de su perro a los veinte. “Iba a todos lados con la caja con las cenizas”, recordó y explicó que debió realizar una “sanación emocional” para superarlo.
“Avancen al punto de encuentro los que tienen una relación especial con los animales”, preguntó Verónica Lozano -que reemplazó a Andy Kusnetzoff, quien recientemente fue papá-. La subcampeona de MasterChef Celebrity primera edición pasó al frente y reflexionó: “Hoy tengo una relación normal con los animales, pero he tenido una relación totalmente anormal y no es sano para ellos tampoco”.
Acto seguido se remontó a cuando tenía ocho años y murió su hámster Krisky. “Se imaginan: la caja, el funeral, toda la cosa y lo enterré”, relató, pero explicó que cuando lo empezó a extrañar lo desenterró y lo escondió en el techo.
“Rocé mucho el peligro. Se empezó a pudrir, llovía, todo y el animal se empezó a poner azul. Pero yo lo quería tanto que iba todas las noches y le daba besos y todo”, aseguró. Hasta que un día, su mamá la descubrió y tiró todo a la basura: “Intensa, lo volví loco a mi papá para que me llevara al corralón de la basura para exigir que me lo devolvieran”.
Luego detalló el vínculo que mantuvo con su perro gran danés cuando tenía poco más de veinte años. “Yo le tengo miedo a los aviones pero en ese momento estaba en el pico máximo de pánico. Volvía de Uruguay y fue el peor vuelo de mi vida: le empecé a pegar a la gente. Descontrolada total. Y cuando llegué me enteré que Lexter se había muerto”.
Tras aclarar que lo había dejado con una cuidadora, reveló cuál fue su interpretación de lo sucedido: “Yo dije ‘se murió para salvarme’”.
Ante la risa de los presentes, aclaró que sigue pensando lo mismo debido a que su maestra de Reiki le había dicho que, como sentía tanta seguridad con Lexter, imaginara que era él quien empujaba el avión. “Entonces claro, el perro empujaba el avión, yo me salvé, el avión no se cayó y el perro se murió”, resumió.
Tras la muerte lo enterró, pero comenzó a extrañarlo. Entonces contrató a alguien para desenterrarlo y cremarlo. “Iba a todos lados con la caja con las cenizas”, reveló y aclaró que recién pudo cortar con eso cuando hizo una “sanación emocional”.
Consultada por Lozano, explicó que consistió en imaginar un número ocho dorado, donde el perro estaba de un lado y ella del otro: “Le hablé, le dije que lo amaba, le pedí perdón por haber tomado el vuelo, y con una tijera dorada corté. ¡No lo podía cortar! ¡Sentía que tenía un caño!”. A modo de cierre, comentó que tras ese ritual pudo enterrarlo.