The Gilded Age (La edad dorada) transcurre en la zona más elegante de Nueva York en los años 1880; con profusión de trajes y sombreros rimbombantes describe la batalla social entre el dinero nuevo y el dinero viejo en los tiempos de la Revolución Industrial.
El orgullo aristocrático de cierto grupo de familias, como los van Rhijn-Brook, desprecia y humilla abiertamente a los recién llegados, como Los Russell, sus vecinos, dueños de una formidable fortuna.
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Julian Fellowes, el creador de Dowton Abbey, instala la historia del otro lado del Atlántico y concentra la acción en la sólida determinación de Bertha Russell (Carrie Coon) de usar su dinero para lograr la posición que desea dentro de la sociedad. Mientras su marido George (Morgan Spector) compra minas y trata de cruzar el país con una nueva línea ferroviaria, su mujer intenta expandir su ambición mediante los matrimonios de sus hijos.
Justo frente a la mansión de los Russell viven los van Rhijn, con las estrellas de la serie: Christine Baranski es Agnes, la hermana mayor y la más severa; Cynthia Nixon es Ada, tímida y bastante soltera hasta que la vida la lleva a un amor intenso y un matrimonio feliz, aunque breve. Louisa Jacobson es Marian Brook, una sobrina que vive con ellas y que tuvo el coraje de tomar un empleo enseñando pintura en una escuela. Horrorizada, Agnes pregunta “¿No necesitará un guardaespaldas?” Considera que trabajar es una vergüenza.
Al final de la segunda temporada se produce un atractivo giro argumental: Oscar (Blake Ritson) el tarambana hijo de Agnes, comete uno de sus habituales errores y pierde la fortuna de los van Rhijn. Mientras su madre se prepara mentalmente para ser pobre, Ada descubre que su recién fallecido marido, el reverendo Luke Forte (Robert Sean Leonard) era en realidad fabulosamente rico. Esto desde luego genera un movimiento de poder. Dicho de otro modo ¿Quién manda ahora?
The Gilded Age, con sus amores y divorcios, sus secretos, sus ascensos y caídas sociales no está muy lejos de una telenovela y resulta igualmente adictiva. Es llamativo el vestuario de la serie. Lo que en la británica Downton Abbey es absoluto buen gusto en salones y paseos pero en especial en la ropa, accesorios y sombreros, en The Gilded Age los vestidos de las mujeres, con muy pocas excepciones, rozan el ridículo, el exceso y la extravagancia. Parecería, en última instancia, que Fellowes está emitiendo una sutil opinión sobre los Estados Unidos. Dos episodios por ahora, en Max.