La Ciudad de Buenos Aires tiene un festival de cine con personalidad única, el BAFICI, que para alegría de la cinefilia más diversa, acaba de inaugurar su edición número 24. Hasta el 1° de mayo (jornada virtual), el festival abre un paréntesis en el calendario de estrenos y consumo audiovisual, del streaming y las salas, para ofrecer una selección ambiciosa de otro tipo de producciones. Independientes, de rincones del mundo que muy raramente dicen presente en las salas locales, a veces experimental, o extremo, siempre arriesgado y original.
No es poco para una oferta de más de 250 títulos, con entradas a 300 pesos que lógicamente se agotan para muchas de las funciones. Pero además, con películas que en la inmensa mayoría son presentadas y comentadas por sus realizadores, que dialogan con el público y responden preguntas, ese ritual privilegiado que permiten los festivales como este.
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Por segundo año consecutivo en las salas del centro porteño, esta edición abrió el jueves con un programa doble, de corto y largo. Es que, en el BAFICI, la duración de un film, que en los últimos tiempos genera títulos clickeros, no es un tema, y largos de varias horas compiten en la misma sección que películas de cinco minutos. Fue, como el año pasado, en la espaciosa sala principal del Monumental Lavalle, todo un emblema de la época de oro del cine local.
“Lo último que vi en esta sala fue La pistola desnuda 1 y cuando salí había que esperar, ir con la marea humana, al ritmo de la marea humana”, dice a TN el director artístico del festival, Javier Porta Fouz.
Cinco minutos es la duración de Continuum - La playa, de Mariana Bomba, sobre la historia de amor de dos mujeres y la evocación de un encuentro de amigas lesbianas en una playa. Esta fue elegida para la apertura junto a Último recurso, de Matías Szulanski, una muy divertida buddy movie con dos mujeres protagonistas (María Villar y Tamara Leschner) como periodistas de una decadente revista deportiva que descubren la existencia de un mundial de fútbol, jugado en 1926 y silenciado, que habría ganado la Argentina. Nada menos. Una historia aventurera, pero también un film sobre muchas otras cosas, el periodismo en extinción entre ellas. Miradas con humor y amor por temas y personajes.
Los dos films que dieron por inaugurada la primera de las funciones, que antes o después de la publicidad (y la silbatina más o menos sonora hacia la oficial con Horario Rodríguez Larreta, ya otro clásico del BAFICI) tendrán como introducción una serie de cortos realizados por el equipo del BAFICI con el gran Adolfo Aristarain como protagonista (en la edición anterior fue Manuel Antín) compartiendo definiciones sobre distintos aspectos del cine.
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La función de cierre, el viernes 28 de abril en el Gaumont, será para el corto Ángel y Perla, de Jenni Merla y Denise Anzarut. Una comedia porteña en la que una agente inmobiliaria de 35 años quiere tener hijos, pero creyendo que su pareja no desea lo mismo pone en marcha un alocado plan para evitar separarse: juntar a sus respectivos psicólogos para que resuelvan sus problemas, según define el catálogo. Y el largometraje español Soy una buena persona, de Norberto Ramos del Val, una película “desvergonzada y feroz” sobre una mujer de treinaypico algo extraviada tiene de pronto la oportunidad de hacer lo que quiera.
Como siempre, hay tres secciones competitivas, Internacional, Argentina y Vanguardia y Género, con jurados que cruzan figuras de distintos ámbitos y países (Santiago Motorizado, líder de El Mató, es parte del último). Noches especiales, Baficito, Focos a la trayectoria de cineastas como el indio Rajat Kapoor, ciclos como Britannia Lado B: Noches de terror, entre muchas otras cosas que permiten ver tanto films inéditos, en prestreno mundial como grandes películas de otras décadas en pantalla grande.
“El grupo de locos de los programadores y yo creemos que está bueno que los festivales tengan un rasgo de humanidad. Creeos que se puede proponer una programación que nos parezca la más estimulante”, asegura Porta Fouz.
Y agregó: “Porque un festival se puede hacer con film que pasaron por otros festivales, incluso se puede armar algorítmicamente, pero nosotros lo hacemos de manera pasional, peleándonos entre nosotros (yo haciendo valer mi voto que vale más), y seleccionando películas porque nos gustan muchísimo. Y resulta que al público también, porque en esta edición se agotaron apenas salieron a la venta”.
Muchas novedades locales generaron gran expectativa. Una de ella es el film sobre Charlie Fieling con Andrés Calamaro (no es la única presencia del músico en el festival), Llamen a Joe, sobre Stefanolo, el abogado de los rockeros. También está El hombre más fuerte del mundo, sobre el campeón paralímpico jujeño de levantamiento de pesas, que mide 1.24m.
Otra es Blondi, largo de ficción que marca el debut como directora de Dolores Fonzi. Además del regreso de Lucía Seles, uno de los pequeños fenómenos del festival el año pasado, con un film en competencia; el evento contó con la presencia del español García Pelayo, que filma diez películas por año y lanzó, entre otras, su nuevo film Tu coño.
-El festival parece confirmar que hay un gran interés por ver cine diverso cuando parecen cada vez más cerrada la salida para la distribución independiente y las salas se recuperan a ritmo lento.
-Justamente, el interés sucede porque hay demasiada cosa parecida entre sí. Acá hay películas que te llevan a un universo completamente distinto, y encima el acceso es sencillo: entradas baratas, muchas salas; si no conseguís para una, vas a otra. Nunca se produjo tanto cine como ahora en lugares del mundo que ni tenían una cinematografía propia. Sin embargo, esa gran producción no gira con la distribución independiente, cada vez hay más palos en esas ruedas. Un festival destraba un poquito esa situación.