Si hay una banda mítica del punk en español, a ambos lados del océano, es La Polla Récords. Unos muchachos de pueblo, surgidos de Salvatierra (Agurain en euskera), Álava, País Vasco, en 1979. Un sitio rodeado de montes, bosques y ovejas que se hacía eco de la revolución que estaba sucediendo en Londres, como ironiza una de sus canciones más icónicas. Con un grito anárquico claro desde su nombre, que no hace falta traducir al argentino.
Se los encontraba, y se los contrataba, a través del mozo del bar Otxoa. Y no tenían ni la menor idea de cómo tocar un instrumento. “Éramos más malos que pegarle a un padre con un calcetín mojado”, dice Evaristo Páramos, líder de la banda, mientras recorre sus pagos seguido por la cámara del peruano-español Javier Corcuera, el director de No somos nada.
Leé también: “Men: terror en las sombras”, la inquietante película sobre una mujer que quiere estar sola
El documental que se pudo ver en BAFICI, ahora se programa en el Centro Cultural San Martín (las funciones continúan hasta el 4 de septiembre, los jueves y sábados a las 21 y los domingos a las 15, con entrada general a $350 a través de tuentrada.com).
Que varias generaciones de distintos países hayan crecido con La Polla como banda sonora, y que la banda mantenga su vigencia hasta su reciente gira de despedida, los convierte en un fenómeno único. “Tenían cosas que contar. Descubrieron que el bajo tenía cuatro cuerdas cuando les dieron uno de segunda mano, pero como unos chicos con ganas de contar cosas trascendieron generaciones y fronteras”. Como dice Evaristo en el documental: “para ser de pueblo no estuvo mal”, dice Corcuera a TN.
A pocos sorprenderá que una película sobre el grupo más salvaje del llamado rock radical vasco, o punk rock vasco, empiece en... Buenos Aires. “LPR tiene la particularidad de ser una banda cuyas letras cada país hace suyas. En México, en Perú, en Argentina, sienten que lo que dicen las letras habla de su realidad. Esa es su gran particularidad y virtud, son universales, con letras atemporales sobre realidades que desgraciadamente continúan vigentes”, asegura el director.
Cuando Corcuera conoció a Evaristo, a través del actor Willy Toledo, le contó su idea de hacer una película sobre la banda, y recibió un rotundo no como respuesta. De ninguna manera. Pero cuando la banda volvió a reunirse para la gira despedida, el documentalista recibió un llamado. “La idea original era registrar la gira del adiós, pero luego apareció la trama: la historia de la banda”, dice.
La forma del documental apareció en el primer reencuentro: “Cuando Evaristo nos llamó, nos citó para charlar caminando por el monte, y ahí vi que esto debía armarse siguiéndolo por sus caminos diarios. Él tenía una rutina, paraba en determinados sitios, en su árbol, en su banco, y fue evidente que había que conversar con él en sus espacios”.
“De la misma manera fue con Abel, el otro protagonista e integrante de la banda, que se sintió cómodo en la barra de su bar de toda la vida, el Otxoa. No forcé nada, no condicioné nada, los seguí de atrás, rodamos lo que pudimos en los camerinos, no los molestamos. Y recibimos lo que era posible, porque las giras eran muy intensas”, agrega.
El irreductible Evaristo caminando por los montes de Euskadi, además de ofrecer imágenes bellísimas, permite disfrutar de su extraordinario sentido del humor, de su inteligencia. Así encontramos frases como: “Hicimos un grupo porque el pueblo era muy aburrido”, “Defendemos a los de abajo contra los de arriba”, “Este es el primer mundo: nos peleamos por el mando a distancia mientras otros se pelean por la vida” y “Si lo das todo, te quedas sin nada”.
En su discurso filoso aparece el inspirado letrista y compositor que ideó discos legendarios como Revolución, Salve o No somos nada, todos de mediados de los ochenta, su época de oro.
La historia detrás del documental, según su director
Como para muchos jóvenes latinoamericanos, La Polla fue la banda sonora que acompañó a Corcuera en Lima, Perú. Por supuesto, las canciones circulaban en casettes pirateados. Sí llama la atención que las drogas, incluso la violencia (los recitales de LPR solían derivar los pogos a los palos de la policía), pasen casi de largo en los testimonios.
“Intentamos distanciarnos del clásico documental de rock, y también de lo que Evaristo contó ya en un libro llamado Qué dura es la vida del artista. La idea fue recibir lo que iba surgiendo. Evaristo me dijo que el punk consiste en hacer lo que te de la gana, e hicimos la película que nos dio la gana a todos, porque fue lo que surgió de las situaciones, de la realidad. El guion estuvo en la sala de montaje, no fue una película diseñada previamente. Y tuvimos el aporte genial de Manuel Vaqueira en la animación, con una estética parecida a la que usaba La Polla para sus discos”, asegura Corcuera.
Es gracioso escuchar a los dos integrantes de la banda todavía sorprendidos por la repercusión que tuvo su música, como si no terminaran de creérselo todavía. “Ellos desmitifican la banda y el punk. Por eso, también desde el lenguaje del cine documental había que desmitificar, saltarse las reglas de oro del género”, explica.
Y detalla: “Dejamos ver las costuras, hay conversaciones fuera de campo, se escucha de pronto al que están del otro lado de la cámara, me pareció coherente con su mirada. Rodamos libres, arropados por su entusiasmo para que la película saliera adelante”.
Más de cuarenta años después, La Polla Récords sigue teniendo cosas para contar.