Niní Marshall se separó de su marido, fue madre soltera y forjó una exitosa carrera escribiendo sus propios libretos humorísticos en una época en la que nada de eso estaba bien visto para las mujeres. Y no solo logró sobreponerse al patriarcado, sino también a la censura.
Con la llegada de la dictadura de 1943, comandada por el general Edelmiro Farrell, y la prohibición del lunfardo en la radio, se refugió en el cine. Sin embargo, años más tarde también tuvo un desencuentro con la entonces primera dama Eva Perón y sus propuestas laborales terminaron abruptamente. Lejos de resignarse, se exilió a México y hasta filmó películas en España.
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Su retorno a la Argentina sucedió luego de que la autodenominada Revolución Libertadora derrocara al peronismo. Así, Niní Marshall apareció nuevamente en la pantalla grande, trabajó en la radio, formó parte de elencos teatrales y hasta debutó en televisión.
En 1985, publicó sus memorias y reveló varios misterios de su vida. Tras anunciar su retiro artístico, comenzó a aparecer en público solo para recibir un sinfín de reconocimientos a su trayectoria. Finalmente, falleció el 18 de marzo de 1996, a sus 92 años, a causa de un paro cardiorrespiratorio.
De quedar en la ruina en La Pampa a consagrarse en Buenos Aires
Marina Esther Traverso nació el 1º de junio de 1903 en el barrio porteño de Caballito. Sin embargo, la repentina muerte de su padre, cuando ella tenía dos meses, hizo que su familia se mudara a Defensa 219, donde se erige el Museo de la Ciudad. Allí se crió junto a su madre y a sus hermanas.
Aunque su plan era estudiar Filosofía y Letras, resignó el estudio tras haber terminado el secundario para ser ama de casa con su nuevo marido, Felipe Edelman, con quien se fue a vivir a La Pampa. El matrimonio se derrumbó luego de que ella descubriera la adicción al juego de su esposo, un ludópata que perdió todos sus bienes.
Con su beba en brazos, buscó refugió en la casa de su hermana Blanca en Rosario, Santa Fe. Poco después, decidió regresar a Buenos Aires y hacerse valer por sí misma. Una amiga le consiguió un empleo como redactora de avisos publicitarios de electrodomésticos, a los que les agregaba su tan característico ingenio y humor.
Luego pasó a la revista Sintonía, donde comenzó a escribir una columna semanal bajo el seudónimo de Mitzi, uno de los tantos nombres que encarnaría durante su carrera artística. En 1934, quedó seleccionada en una prueba radiofónica y pasó a interpretar a la “cantante internacional” Yvonne D’Arcy, otro de sus personajes ficticios.
En 1937, debutó en radio El Mundo con su primer personaje radial: Cándida, que estaba inspirado en Francisca Pérez, una empleada doméstica de origen español que había trabajado en su casa durante su infancia.
Para entonces, ya había elegido su nombre artístico. Un año antes, en 1936, se había casado con Marcelo Salcedo, un contador paraguayo. Tomando la primera sílaba de su nombre y de su apellido, se formó Marsal, al que le sumó la “H” para diferenciarse de la cantante Irene Marsal. Luego, un periodista tipearía por error una segunda “L” y quedaría Marshall, que se sumaba a su apodo de siempre: Niní.
En su programa junto a Juan Carlos Thorry, nació su personaje más emblemático, que luego le costaría la censura: Catita, una mujer poco instruida que abusaba del lunfardo. En 1938, llegó su debut en el cine, con la película “Mujeres que trabajan”. A esa altura, ya no quedaban dudas de su éxito.
Censura, exilio y retiro para Niní Marshall
Con la llegada de la dictadura militar de 1943, se creó el Consejo Superior de las Transmisiones Radiotelefónicas, que llevó adelante una depuración lingüística y que difundió una lista de palabras y locuciones que quedaban prohibidas para la radio.
De esa manera, los guiones debían ser presentados antes de cada transmisión. En un comienzo, Niní Marshall comenzó a obviar en el texto las frases que sabía que serían censuradas, para luego decirlas al aire. No obstante, su personaje Catita no resistió por mucho tiempo y le cortaron su contrato con Splendid.
Entonces, se refugió en el cine. Pero su libertad laboral no duraría mucho tiempo. Durante el Gobierno de Juan Domingo Perón, quedó en la lista negra de artistas y debió en 1950 exiliarse a México por “orden de la Señora”, según contaría más tarde en “Mis Memorias”.
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Algunos rumores sugieren que su censura durante el peronismo se debió a que rechazó a Juan Duarte, hermano de la primera dama. “Lo rechacé con cortesía, pero sin ocultar mi falta de interés por conocerlo”, dijo la propia artista años más tarde.
En sus memorias, se refirió a la versión del desencuentro con Eva Perón: “En busca de razones solicité una entrevista al presidente de la Nación y me contestaron que me recibiría en la Casa de Gobierno, su secretario privado, Juan Duarte, ¡mi antiguo admirador! (…) Salió el secretario y en voz alta gritó: “Señora, dice el señor Duarte que se acuerde cuando en una fiesta de pitucos, vestida de prostituta, imitó a su hermana Eva”.
Sin lugar en la escena argentina, continuó su carrera en México y en España, donde participó de diez películas. Su nuevo ritmo de vida le valió su segunda separación, por lo que volvió a quedar sola con su hija. Recién cinco años más tarde, regresó al país y pudo reinsertarse en el mercado laboral gracias a la caída del peronismo, tras el Golpe de Estado de 1955.
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Su retiro de la pantalla grande llegó en 1980, con “¡Qué linda es mi familia!”. “No quiero asistir a mi propio funeral”, explicó sobre el fin de sus apariciones en cine. Solo interrumpió su retiro en 1988 para actuar como Doña Caterina en una emisión por televisión en “El Mundo” de Antonio Gasalla.
En enero de 1996, ingresó en la Clínica Bazterrica de Recoleta por complicaciones respiratorias. Poco más tarde, el 8 de marzo, fue internada en terapia intensiva por el mismo problema. Finalmente falleció el 18 de marzo de 1996 a sus 92 años, a causa de un paro cardiorrespiratorio.