*ATENCIÓN: esta nota tiene spoilers y se detallan partes del argumento.
“Los héroes pierden muchas veces. Es una de sus características. Después, sus ideas triunfan, pero mientras tanto, el héroe pierde. ¿Cuántos fusilados conocemos?”.
Sintético y terminante, Roberto Gómez Bolaños, creador del Chapulín Colorado, definió en 1987 qué es el heroísmo, en una entrevista para La Noticia Rebelde. Su frase traspasó las décadas, las historias y los algoritmos y se depositó, como un eco lejano, en el ambiente cinéfilo del presente.
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En la magnífica Spider-Man: No Way Home el protagonista interpretado por Tom Holland también pierde porque es un héroe con todas las letras.
Tom Holland construye al mejor Peter Parker en “Spider-Man: No Way Home”
Tom Holland mostró en Spider-Man: No Way Home su mejor performance como Spider-Man en la película más difícil que le tocó enfrentar.
Ya había estado dos veces en solitario y tres veces más compartiendo cartel con otros Avengers en los films más importantes de ese grupo de superhéroes: Capitán América: Civil War, Avengers: Infinity War y Avengers: Endgame.
Esta vez, su personaje bordea todos los sentimientos de alguien cuando lo asalta un conflicto desproporcionado que irrumpe como un tsunami: sorpresa, preocupación, tristeza, ira, pérdida y, finalmente, resignación ante lo inevitable.
En la trama, Spider-Man busca salirse del loop desconcertante en el que entró sobre el final de Spider-Man: Far from Home cuando Mysterio reveló su identidad.
Para eso le pide a Doctor Strange que haga un hechizo que le permita que casi todos olviden que es ese superhéroe, menos los que él más quiere. Algo sale muy mal y desata un caos absoluto que desconfigura al multiverso.
De esta manera, su Peter Parker no solo tiene que luchar contra villanos que atacan desde otros mundos sino que también se cruza en un cara a cara inimaginable hasta hace algunos años con los dos actores que también encarnaron al joven estudiante en las dos sagas anteriores: Tobey Maguire y Andrew Garfield.
“Spider-Man: No Way Home” es un film para el fanático y no tanto
La dinámica de los tres a partir del tercer acto del film dirigido por Jon Watts está solo proyectada hacia los fanáticos: guiños, chistes, referencias, frases y gestos exclusivos para quienes son seguidores acérrimos del superhéroe neoyorquino. Hasta aparece Charlie Cox, en la piel del abogado Matt Murdock/Daredevil que tanto se pedía en redes.
Al margen de eso, el film tiene un par de ingredientes que, si se le pasa un tamiz al “fan service” de su carcaza exterior, hacen vislumbrar la potencia de su historia. Uno de ellos son las actuaciones.
El trabajo de Alfred Molina, volviendo a interpretar a Doctor Octopus/Otto Octavius como hizo en El hombre araña 2 tiene un nivel superlativo. Su doble cara es lo más simbólico de su composición: un tipo brillante que se convirtió al lado oscuro por una deficiencia técnica del aparato que creó.
Molina hace gala de su gran ductilidad para la interpretación y se disputa el cetro de lo mejor de la película con otro de sus compañeros, que encarna a otro villano.
Willem Dafoe regresa como Green Goblin y demuestra que aunque pasen los años, sigue intimidando con esa mirada psicótica que puede desbandarse en cualquier momento.
El resto de los malos acompañan correctamente, cada uno en su momento: Jamie Foxx como Electro, Haden Church repitiendo el rol de Sandman y Rhys Ifans, en el de Lagarto.
“Spider-Man: No Way Home” muestra la lucha de Peter Parker por no caer en el lado oscuro, al estilo “Star Wars”
Las menciones de la cultura pop en las películas de superhéroes ya son un clásico de los últimos años.
Todo el tiempo se ven imágenes, citas, frases, videos y fotos de otros films en nuevas producciones. En Spider-Man: No Way Home está muy marcada la presencia del espíritu de Star Wars en su génesis.
En la práctica, hay un par de cameos de merchandising de la mítica saga creada por George Lucas que no es casual: se ven un par de segundos de un muñeco de un soldado rebelde en el comienzo y, sobre el final, uno de Palpatine en su fase de Emperador, después de desatar toda su furia.
¿Por qué aparecen en este orden? Porque Peter Parker se transforma de un joven rebelde a un hombre con búsqueda de revancha, característica esencial de los sith.
Su personaje pasa de querer alterar el orden cronológico de los hechos a intentar concretar un hechizo que trae consecuencias directas al buscar vengarse contra alguien que le quitó lo más preciado: su tía.
“Spider-Man: No Way Home” se aleja de la aventura adolescente y anticipa el futuro de la franquicia
Muy hábil, el director ultima en pocos minutos toda la diversión y pavada teen que dejó la anterior y olvidable Spider-Man: Far from Home para rearmar un argumento explosivo y adulto en el que abundan las referencias directas al realizador Sam Raimi.
El estilo, la forma y el espíritu de la primera trilogía se ve en algunos primeros planos o en el uso de otros recursos, como ciertos movimientos de cámara o formatos de transiciones de una secuencia a otra, clásicos de ese realizador. Un claro homenaje.
Ese alejamiento de la aventura adolescente de las primeras dos películas está relacionado con el aprendizaje del Parker de Holland. Como dos jedi master, los Spider-Man de Garfield y Maguire lo guían y ayudan en sus pasos. Ellos son más grandes y saben de pérdidas. Ya son héroes.
Holland, finalmente, transforma a su Peter Parker en un personaje que se nutre de lo mejor de sus pares. Aprende a los golpes lo que es dejar la adolescencia y pone entre paréntesis ese espíritu de querer congeniar con todos los que lo rodean.
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En su sexta aparición como Spider-Man, la adultez le toca la puerta al Parker de Holland. Responde como un gran héroe adulto, sabiendo que, a veces, hay que perder para poder ganar.