El beso “no consensuado” de Blancanieves, el racismo de Lo que el viento se llevó, la cultura del acoso en Speedy González y Pepe Le Pew. En los últimos tiempos, se multiplican los ejemplos en los que la revisión de obras populares, con la mirada de hoy (puritana y etnocéntrica, para algunos; alerta/woke y justiciera para otros), determina cancelaciones o un consumo con advertencias.
Así, generaciones de espectadores capaces y acostumbradas, a interpretar las cosas por sí mismas, tienen ahora una caja de herramientas para orientarlos y facilitarles la tarea. Antes de ver una serie, se nos detalla que contiene sexo, malas palabras o chistes ofensivos hacia alguna minoría. O que la abuela fuma. Se decide por nosotros y se nos advierte que lo que vamos a ver es polémico. O que sus temas tienen que ver con la forma en que eran las cosas en otro tiempo y contexto.
En la llamada cultura de la cancelación, también deja de separarse a la obra del artista. Woody Allen se convierte en un monstruo, Paul Gauguin en un pedófilo, mientras las radios eliminan la música de Michael Jackson. Signos de época, modas o tiempos que corren, para muchos es aún más preocupante cuando desde el Estado, como en una pesadilla orwelliana, se vigila y decide qué sí y qué no está bien en nombre del cuidado de los ciudadanos.
Esta semana la noticia la produjo nuestro país con el levantamiento de la serie de animé Dragon Ball Super de Cartoon Network después de una denuncia del Ministerio de Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual de la Provincia de Buenos Aires. Las alertas sonaron por una secuencia de abuso sexual. En ella, el Maestro Roshi, una especie de sabio barbado y lascivo, vestido con una camisa colorida, pide que un animal mágico sea convertido en una bella muchacha para satisfacer su “perversión”, contra la que no puede hacer nada. Luego, la persigue y la encierra, en una casa que se sacude, mientras se escuchan los gritos de ella: “¡No! ¡Por favor! ¡Suélteme!”. Los otros dos personajes presentes, uno de ellos el protagonista Goku, juegan de testigos mudos e impresionados, pero no hacen nada por evitarlo porque fue un “pedido del maestro”.
Lo desafiante en el “caso Dragon Ball” parece ser, precisamente, la defensa de la libertad de expresión frente a una escena tan incómoda y molesta. Tan poco apropiada para los nenes más chicos y acaso más violenta para las nenas. Y la denuncia al ministerio provincial llegó por parte de un padre que estaba viendo el capítulo junto a sus tres hijas y le preocupó que eso saliera de un canal infantil.
“La Defensoría nos informa luego, mediante un acta, que nuestra denuncia es parte de un conjunto que se recibieron — dice Lucía García Itzigsohn, directora provincial de Planificación y Gestión Comunicacional en diálogo con TN Show—. No es la primera ver que nos comunicamos con ellos para señalar alguna situación de contenido que produce violencia simbólica, siempre sabiendo que nuestras atribuciones tienen que ver con el diálogo y la intención de una reflexión junto con quien fue productor de esos contenidos. Que son centralmente sensibles por ser un contenido para niñas y niños, donde muchas veces los controles parentales no se ejercen, porque se supone que ese cuidado ya va a estar planteado”.
El comunicado con la resolución de la Defensoría del Público, que dirige Miriam Lewin, es concluyente. Se dice que contiene una escena de abuso y sometimiento por parte de un varón adulto mayor hacia una adolescente, que resulta sumamente inconveniente en relación con la problemática del abuso sexual en la niñez y adolescencia, ya que naturaliza el abuso al volverlo parte del intercambio entre los personajes.
“Es muy frecuente que padres y madres hagan reclamos por contenidos que consideran no aptos para niñez—dice Lewin consultada por este medio— De hecho hemos recibido varios recientemente por una publicidad de profilácticos. Pero también hubo reclamos por cuestiones de estigmatización de diversidad corporal en reposiciones de series infantiles de ficción, por dar otro ejemplo. También es frecuente que ciertas familias reclamen cuando se ve una manifestación de afecto, un beso en una pareja homosexual, porque algunos sectores no aceptan esto como natural. En este caso la respuesta es un “no ha lugar”, por supuesto con una explicación al respecto a la parte reclamante”.
En ese sentido, aclaró que la Defensoría no tiene “ninguna potestad sancionatoria” y que su función es promover el diálogo. “La respuesta de la señal fue inmediata y muy positiva. La receptividad fue inmejorable, se habló de capacitaciones que ya estamos diseñando en conjunto y de campañas de divulgación de derechos y concientización que el canal viene haciendo además desde hace ya un tiempo. Estuvieron presentes gerencias de la empresa que trabajan específicamente con diversidad y contenidos. Tienen manuales que verifican los contenidos, en cuanto a violencia, lenguaje inconveniente, consumos problemáticos, como los tienen otras señales internacionales, y esto se ve claramente las advertencias en la pantalla de las plataformas de streaming”.
Consultados por TN Show, desde Cartoon Network prefirieron no dar declaraciones al respecto.
En las redes, la reacción a la noticia no fue tan receptiva. Más allá de links a cuestiones políticas, muchos cuestionaron que “bajaran” a Dragon Ball por cuestiones de género mientras en otros programas de TV las mujeres siguen ocupando un rol sexista, entre otros ejemplos que darían cuenta de contradicciones similares. Otros recordaban que no es esta la primera vez que la serie recibió acusaciones similares en otros países, inclusive Japón.
El crítico de cine Leonardo D’Espósito, que es especialista en cine de animación, escribió una interesante columna en la Revista Seúl sobre el tema. En diálogo con TN Show, puso el foco en el riesgo que según él implica que el Estado ocupe un rol cancelador.
“Es peligroso porque implica que la única interpretación posible es la del Estado. Una obra de arte (mayor, menor, genial o descartable, da lo mismo) siempre tiene múltiples interpretaciones. Una secuencia en una película o una serie no vale por sí misma o tiene un valor distinto fuera de la obra y dentro de ella. Cuando el Estado cancela, está imponiendo una mirada única. Y eso es autoritario y, por ende, peligroso”, argumenta.
“Si una agrupación pide un cambio en una obra, una cancelación, etcétera, tiene derecho de que su voz sea escuchada. Pero el deber del Estado es garantizarle el espacio de expresión y permitir que aquello que se quiere cancelar siga como está. Las razones son dos: la primera, que lo que el Estado debe garantizar es justamente la libertad de expresión. La segunda, que si vos cancelás una idea o una imagen, lo que la sostiene no deja de existir: solo podés discutirla si es visible. El Estado debe garantizar esa visibilidad, no ser vector del ocultamiento”.
La pregunta está presente: ¿para qué sirven este tipo de acciones? “Nosotras creemos que es una herramienta útil, institucional, que tiene que ver con nuestras responsabilidades desde el Estado, pero también como adultas y adultos: supervisar, velar por los contenidos a los que acceden los chicos y chicas —explica Lucía García Itzigsohn— . No porque haya tabúes, o temas que no se pueden hablar, no desde un lugar de censura o cancelación, sino porque entendemos que deben pensarse los enfoques, los encuadres, cómo presentamos esas cosas. En la escena que impugnamos hay una situación de abuso por parte de un mayor a una menor que, además, está explícitamente diciendo que no quiere que eso suceda. Y no hay un encuadre en el que a eso se le ponga un límite, o se reflexione, sino que eso transcurre y los otros personajes ven la escena transcurrir, en una cierta lógica de naturalización. Tenemos que debatir y poner en foco que esto no puede ser una escena naturalizada, que es un hecho gravísimo, que es necesario que haya una intervención, que está poniendo en discusión el derecho al propio cuerpo. Que contradice lo que son los contenidos de la educación sexual integral, que desde el jardín de infantes, a los chicos y chicas se les enseña que su cuerpo es de ellos, que nadie puede tocarlos, que no hay secretos.
En ese sentido, la funcionaria destaca que se trata de sensibilidades y subjetividades en construcción: “Hay ciertos discursos que, con la mediación adulta, sí, por supuesto que se pueden trabajar. Pero resulta que muchas veces les pibas y los pibes están solos frente a la TV, o a través del celular, o en la compu, y esa mediación adulta no está. Hay una responsabilidad del Estado en que estos contenidos, destinados a ellos, tengan esta perspectiva. Una perspectiva responsable y de cuidado. Simplemente de eso se trata”.
Como contrapartida de esa visión, D’Espósito asegura que él tiene en claro que esa escena de Dragon Ball no se la podría mostrar a su hijo de cuatro años. “Sin embargo, corresponde a una lectura por un lado muy japonesa de lo que es la animación y, por otro lado, con una burla sobre un personaje lascivo. En principio, los padres deben involucrarse más en lo que miran, leen, juegan y escuchan sus hijos. No ejercer censura, sino explicar. ¿Que los chicos ven cualquier cosa en la compu o el celu? Cierto. Pero los padres no pueden delegar en el Estado, un programador de un canal ni siquiera en maestros toda la educación (que no es solo la instrucción) y pedirle a papá Estado que corte algo porque ofende. Creo que ahí sí se degradó un poco el rol paterno. Los cambios en las familias del siglo XXI me parecen, casi todos, positivos. Salvo en ese caso, en el de dejarse estar”, concluye.
Desde lo personal, tampoco para Lewin son ajenos el manga y el animé ni mucho menos. “En mi familia estuvieron presentes siempre porque uno de mis hijos es admirador de la cultura japonesa y la estudia desde edad muy temprana. No se trata de cancelar absolutamente nada, sino de exhibirlo en un contexto adecuado. La Televisión Pública de Valencia decidió dejar de emitir la serie por sus contenidos sexistas. Es un debate a dar en general. En este caso en particular, la escena resultaba traumática, victimizante e intimidatoria, especialmente para quienes estuvieran atravesando una situación de abuso sexual”.