La figura de Hayao Miyazaki solo es comparable en Japón a la de Akira Kurosawa. Ambos cineastas le dieron un vuelo poético a la imagen, sensibilidad a sus personajes y construyeron historias que traspasaron la pantalla y, sobre todo, las culturas. Uno, Kurosawa, lo hizo con actores. El otro, Miyazaki, con dibujos. El enorme artesano de la animación cumplió 80 años y a pesar de que dijo que se iba a retirar, sigue planificando proyectos.
En lo que será su película número 12, Miyazaki está preparando desde hace algún tiempo ¿Cómo vives?, cuyo estreno todavía no tiene fecha, aunque se estima que podría lanzarse entre 2022 y 2023. La trama, anticipada en el sitio IMDb, recorre el crecimiento psicológico de un adolescente a través de las relaciones que tiene con sus amigos y su tío.
El núcleo argumental de este film es el que tienen muchas de sus producciones: chicos y chicas que mantienen una relación con personajes imaginarios o fantásticos y que van descubriendo aspectos de su personalidad. La construcción de la animación es lo distintivo en la vida de Miyazaki: por un lado, siempre bordea el hiperrealismo a partir de los escenarios que reflejan lugares naturales, mientras que por el otro diseña algunos protagonistas que tienen que se vinculan con la magia y la fantasía.
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Miyazaki nació el 5 de enero de 1941 en Tokio. Su carrera como animador vino después de haber estudiado economía en la universidad. Su verdadera pasión la arrancó en el estudio Toei Douga Studio en 1963 donde se destacó por su gran capacidad y habilidad para dibujar: siempre fue un generador de ideas. Ese ímpetu artístico lo llevó a probar suerte en otras empresas de animación, como A Pro y Nippon Animation, hasta que fundó el Estudio Ghibli, en 1985. Muchos lo conocen con el sobrenombre coloquial de “El Disney japonés”.
Es en ese año cuando, a partir de la creación de ese estudio, modificó para siempre la concepción de la animación japonesa. Con Nausicaä del Valle del Viento, en 1984, que no produjo Ghibli, ya había puesto la piedra fundamental de esa estructura. En 1986 -ya con su empresa- empezó a diseñar una serie de films que arrasaron no solo en Japón sino en todo el mundo.
Marcó un estilo propio, con un detalle asombroso y un trazo sin igual que le forjaron el camino a otros artistas animados. Miyazaki dirigió El castillo en el cielo, Mi vecino Totoro, El Delivery de Kiki, Porco Rosso, La princesa Mononoke, El viaje de Chihiro, Ponyo en el acantilado, entre algunas producciones cortas menores.
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Su visión sobre lo que había que hacer para que el mundo de los dibujos sea verosímil la dio mucho antes de la fundación de su propio estudio. En la obra Starting Point, Miyazaki dio las pautas que creía que había que seguir para armar un universo animado creíble. “El animé puede representar mundos ficticios, pero creo que, en su esencia, debe tener cierto realismo. Incluso si el mundo representado es una mentira, el truco consiste en hacer que parezca lo más real posible. Dicho de otra manera, el animador debe inventar una mentira que parezca tan real que los espectadores pensarán que el mundo representado podría existir”, sentenció.
La capacidad de Miyazaki se tradujo en varios premios a lo largo de su vida. Se llevó dos Oscar, uno honorífico, mientras que el otro fue por su película El viaje de Chihiro. El galardón de la Academia tuvo un detalle que sirve de muestra para comprobar la excelencia de dos de las máximas figuras orientales de la cinematografía. Fue la segunda vez que esa estatuilla se la daban a un cineasta japonés. La primera, había sido a Akira Kurosawa.
