Creció con los Cerros Calchaquíes tucumanos como escenario. Se llama Agostina Arreguez y tiene 15 años. Desde muy pequeña comenzó a mostrar interés en la danza clásica, tanto que sus primeros estudios fueron a través de YouTube. En busca de maestros, sufrió en carne propia la discriminación pero ahora Julio Bocca la becó para estudiar en su fundación. Aquí la conmovedora historia de un talento argentino que, en puntas de pies, se destaca en la inmensidad de la “tierra de la Pachamama”.
Si bien el don del baile se manifestó casi con los primeros pasos, una década atrás Agostina descubrió el ballet. Junto a su abuelo, miraba el programa Al Colón, que conducía Marcos Mundstock (genio y figura, murió el 22 de abril de este año) en la Televisión Pública. Aunque no tiene un recuerdo preciso de esos momentos por su edad, su familia recuerda que reproducía las posiciones de los bailarines y decía: “Yo voy a estar ahí”.
Condiciones y convicciones le sobraban, pero eso no es suficiente para la formación de un bailarín clásico.
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En su tierra, de unos 5000 habitantes, se baila desde tiempos ancestrales, pero se baila folclore. Para encontrar quién pudiera formarla, Agostina Arreguez y su familia hicieron mil esfuerzos y más también: desde larguísimos viajes hasta el estudio más próximo a su casa hasta soportar la discriminación por su origen. Pero siguió adelante.
En marzo de 2010, tuvo la primera oportunidad en Santa María, Catamarca. Un cartel anunciaba que una profesora egresada del Teatro Colón dictaba clases y allí fue Agostina. Durante dos años estudió con Paula Violante, hasta que la docente tuvo que regresar a Buenos Aires. De regalo, le dejó la barra que tenía en su estudio y el consejo de seguir estudiando.
A falta de opciones, aprovechó la oferta de videos que ofrece YouTube. Pasó horas frente a la computadora que le habían traído Los Reyes Magos. Sin embargo, la búsqueda de educación formal continuaba y un día se embarcaron en un viaje largo a la capital tucumana. Allí la sociedad le mostró su peor cara, cuando les dijeron que el ballet “no era para una chica de Amaicha”.
Luego se cruzó en el camino otra profesora del Colón y allí fue Agostina, acompañada por su familia. Primero se trasladaban a Cafayate y luego, con la mudanza de la profesora, a Salta Capital.
El esfuerzo físico y económico hicieron lo suyo y Agostina dejó las clases, se enojó con la danza, se replegó a bailar para sí misma y no para otros ojos, hasta que llegó su gran oportunidad.
La mamá de Agostina se contactó con Fredesvinda Denis, directora del Centro Cultural Aconquija, en Tucumán, y pronto comenzó a tomar clases en el estudio de danza de Yanina Llenes. Fue ella quién armó una coreografía para Agostina, que bailó con tanta inspiración que el video llegó a manos de Julio Bocca y quedó becada de manera permanente en su fundación. Cuando cumpla 16 (en agosto de 2021) viajará a Buenos Aires para sumarse.
Aunque dejará su tierra, siempre estará vinculada, ya que el cacique Eduardo Nieva la nombró embajadora de Amaicha. Se trata de la primera bailarina que proviene de un pueblo originario. No solo es un símbolo de talento, sino también de superación e inclusión.