La salud cerebral es el estado de funcionamiento óptimo de este órgano en los planos cognitivo, sensorial, emocional y motor, equilibrio que permite que las personas desarrollen su máximo potencial a lo largo de la vida, independientemente de que presenten o no algún trastorno neurológico, según la Organización Mundial de la Salud.
Cada 22 de julio, se conmemora el Día Mundial del Cerebro, una iniciativa impulsada por la Federación Mundial de Neurología, que cada año propone un lema distinto y en esta edición, el enfoque está puesto en la “Salud cerebral para todas las edades”, subrayando su importancia tanto para el bienestar individual como para el desarrollo social.

“El cuidado del cerebro es una responsabilidad permanente, que debe adaptarse a las necesidades de cada etapa vital. Se trata de un órgano esencial, inseparable del bienestar general, cuya protección es parte integral del cuidado de la salud”, señala el Dr. Gustavo Sevlever, director de Investigación y Docencia de Fleni.
Las claves para el cuidado del cerebro en las primeras etapas de la vida
El cuidado del cerebro varía según la fase del ciclo vital. Ya desde antes de la concepción, los hábitos de vida de los padres influyen en el desarrollo cerebral del bebé, por lo que resulta fundamental una buena nutrición, controles médicos adecuados y un estilo de vida saludable.
Durante el embarazo, el bienestar físico y emocional de la madre es determinante para el desarrollo del sistema nervioso del feto. Factores como una alimentación balanceada, controles prenatales regulares y el manejo del estrés son esenciales tanto para la salud materna como para la del bebé.

En los primeros años de vida y la infancia, el cerebro atraviesa una etapa crítica de crecimiento y plasticidad. Es un momento clave para fomentar el aprendizaje, el desarrollo emocional y la socialización. En esta etapa, son fundamentales los controles médicos, la vacunación, un entorno seguro y una crianza positiva.
“En la infancia, el calendario de vacunación es crucial, pero aún más lo son la alimentación adecuada y, sobre todo, la educación. Esta no solo es un derecho, sino una herramienta vital para el desarrollo cerebral: forma personas íntegras, capaces de interactuar con su entorno, y es uno de los factores protectores más importantes frente a enfermedades neurológicas a largo plazo”, afirma Sevlever.
Cómo cuidar el cerebro en la adultez
Durante la adultez, las recomendaciones para cuidar el cerebro coinciden en gran medida con las de la salud general: una dieta equilibrada, baja en ultraprocesados; actividad física regular; y el control de factores de riesgo cardiovascular como la hipertensión, el colesterol elevado y la diabetes. Además, el cerebro debe ejercitarse: leer, pensar, debatir y crear son formas de mantenerlo activo. También resulta clave una buena higiene del sueño, con horarios estables y un entorno adecuado para el descanso.
En la adultez mayor, o tercera edad, es esencial realizar controles periódicos para detectar de forma precoz enfermedades neurodegenerativas como la demencia. Mantener una vida social activa, hacer ejercicio, dormir bien, alimentarse saludablemente y estimular la mente son hábitos que impactan positivamente en la salud cerebral.
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Promover la salud cerebral es una responsabilidad colectiva y, además de los cuidados individuales, es fundamental fomentar políticas públicas y privadas que apoyen la investigación biomédica en neurociencias. Se necesita inversión sostenida para avanzar en el diagnóstico, tratamiento y prevención de enfermedades neurológicas.
“Garantizar el acceso a la atención médica y a una adecuada gestión de la discapacidad neurológica es clave para lograr una verdadera equidad en los beneficios del progreso científico. En este sentido, la prevención se posiciona como un nuevo pilar de la medicina: con base en la evidencia, se orienta a personas sanas o con baja carga de enfermedad y redefine el vínculo entre el profesional de la salud y el paciente. Representa una oportunidad única para reducir los factores de riesgo que, si no se controlan, pueden derivar en enfermedades neurológicas”, concluye el Dr. Sevlever.