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    Un Renault 12, una embajada con el portón abierto y un cáncer terminal: la huida imposible de Héctor Cámpora

    45 años atrás moría en Cuernavaca, Héctor Cámpora, el expresidente argentino. Tras el golpe del 24 de marzo, fue buscado y logró asilarse en la embajada de México. La historia de su reclusión y las luchas por otorgarle o no el salvoconducto.

    Matías Bauso
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    Matías Bauso

    19 de diciembre 2025, 05:50hs
    Hector J. Campora. (Foto: PRENSA LATINA / AFP)
    Hace 45 años, moría en Cuernavaca el expresidente Héctor J. Cámpora. (Foto: PRENSA LATINA / AFP)
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    Un expresidente democrático y su hijo escapando de la muerte por rutas oscuras y poceadas; varios escondites y una entrada de película y a toda velocidad en la embajada de un país latinoamericano. Después, el asilo político en una embajada más largo de la historia. Hasta que la enfermedad se hizo presente. Pero hubo que demostrarla porque la dictadura desconfiaba. Al final, el permiso en forma de salvoconducto llegó cuando era demasiado tarde.

    En la madrugada del 24 de marzo de 1976 mientras la presidenta Isabel Perón era sacada de la Casa Rosada y del poder en un helicóptero, en medio del golpe de estado, los militares que estaban tomando el gobierno a la fuerza pusieron en marcha, también, la Operación Bolsa: la captura y detención de decenas de dirigentes políticos y sindicales asociados al gobierno depuesto. Gobernadores, diputados, secretarios gremiales, exfuncionarios. Y un expresidente democrático.

    Héctor Cámpora, el Tío, era uno de los objetivos.

    Hacía ya unos meses que Cámpora había vuelto a su pueblo, San Andrés de Giles. Enterado de la inminencia de la caída del gobierno de Isabel, Cámpora se convenció de que él sería uno de los apuntados por el nuevo régimen. Su pasado como presidente y en especial su vinculación con Montoneros lo ponían en la mira.

    La casa del expresidente Héctor Cámpora es uno de sus atractivos. (Foto: Facebook Municipalidad San Andrés de Giles)
    La casa del expresidente Héctor Cámpora es uno de sus atractivos. (Foto: Facebook Municipalidad San Andrés de Giles)

    Desde principios de marzo dedicaba gran parte de su tiempo a escuchar las radios y leer todos los diarios posibles. Leía entre líneas, tratando de anticiparse a los hechos. Algunos llamados telefónicos le daban mayores certezas de la cercanía del fin de Isabel (tampoco había que ser un gran gurú del análisis político para preverlo: la diferencia podía estar en qué mes -o semana- se produciría el golpe).

    Muchos creían que era solo paranoia del viejo dentista ¿Quién lo buscaría a él? En tiempo récord había pasado de la presidencia de la Nación a ser un desahuciado político.

    Su presidencia fue la más fugaz de la historia para un presidente elegido a través de las urnas: solo 49 días. Su renuncia posibilitó el regreso de Perón al poder (y al gobierno: se destrozó, así, el ingenioso lema de campaña). El siguiente paso fue la embajada argentina en México; el nombramiento al principio parecía un homenaje a la lealtad del hombre, pero terminó siendo una manera de sacárselo de encima por un buen tiempo. Cámpora renunció como embajador cuatro días antes de la muerte de Perón porque había sido desautorizado en varias ocasiones en un enfrentamiento callado con López Rega y sus hombres; la renuncia fue aceptada sin siquiera la fórmula habitual de agradecimiento por los servicios prestados. El último paso de su destierro político fue la expulsión del partido peronista en 1975. En menos de dos años, había pasado de ser el presidente argentino a ni siquiera pertenecer a su partido de toda la vida.

    Juan Domingo Perón y Héctor Cámpora.
    Juan Domingo Perón y Héctor Cámpora.

    Héctor Cámpora no se confió de su presente intrascendente y algo patético; supuso que no alcanzaría para mantenerlo inmune de los militares golpistas. Al atardecer del 23 de marzo, armó dos valijas y junto a su hijo Héctor abandonó la casa familiar. Entendió que debía encontrar una guarida que no fuera obvia. Ninguna propiedad suya ni de familiares o amigos cercanos. Y entendió también que debía salir del pueblo: allí todo se sabía. Consiguió un campo en San Antonio de Areco, a pocos kilómetros de San Andrés de Giles. Allí padre e hijo permanecieron unos días. Pero los Cámpora sabían que debían moverse. La quietud, en la clandestinidad, solo acerca al captor. Alguien los delataría o daría información sin querer.

    Ya algunos vecinos de San Andrés de Giles habían sido detenidos y torturados en busca de información sobre el expresidente. Los Cámpora se dirigieron hacia Santa Fe. Buscaron refugio en Cañada de Gómez, donde tenían amigos. Luego siguieron, siempre por rutas destartaladas y poco transitadas, su derrotero por distintos parajes de la provincia de Buenos Aires.

    No fue esta la primera fuga que Héctor Cámpora emprendió en su vida. En 1957 se había escapado del penal de Río Gallegos junto a Jorge Antonio, John William Cooke y Guillermo Patricio Kelly entre otros.

    Enterados que muchos otros dirigentes peronistas (Menem, Lorenzo Miguel, Diego Ibañez, Jorge Triaca, Antonio Cafiero, Jorge Vázquez) estaban detenidos e incomunicados comprendieron que la única posibilidad era salir del país. En el caso de Héctor padre las posibilidades eran peores que la cárcel. El expresidente se había convencido de que si era atrapado, sería asesinado.

    Los Cámpora llegaron a Capital Federal. Esconderse en la multitud y además estar cerca de los contactos que pudieran hacerlos atravesar las fronteras.

    El documento que confirma la renuncia de Héctor Cámpora a la embajada de México y la portada de Noticias donde cuentan que Cámpora deja de pertenecer al PJ. (Foto: Presidencia / Noticias)
    El documento que confirma la renuncia de Héctor Cámpora a la embajada de México y la portada de Noticias donde cuentan que Cámpora deja de pertenecer al PJ. (Foto: Presidencia / Noticias)

    Estuvieron recluidos en un departamento sin muebles, en silencio, para que los vecinos no supieran que había alguien allí. Otro de los hijos de Cámpora les llevaba víveres y les acercaba las noticias.

    Un periodista brasilero (según cuenta Miguel Bonasso en Cámpora. El Presidente que No Fue) corresponsal de un diario mexciano, Flavio Tavares, entabló una negociación con el embajador mexicano en Argentina. Varios argentinos se habían asilado en la embajada. Lo convenció de que el expresidente -con largo vínculo con México: fue embajador y luego de la ruptura total con López Rega había pasado varios meses en ese país- corría peligro de muerte. El 12 de abril, 19 días después del golpe, apenas pasadas las cuatro de la tarde, un Renault 12 ingresó a toda velocidad en el garage de la residencia del embajador que quedaba en la calle Arcos al 1650 de la Capital, una zona de grandes residencias. Los policías que estaban de custodia se vieron sorprendidos y no llegaron a reaccionar. El embajador había arreglado que durante media hora dejaría el portón del garage abierto para que Cámpora y su hijo ingresaran al lugar para poder adquirir el status de asilados políticos.

    A los pocos minutos, llegaron patrulleros, hombres armados y algún alto jefe militar. Nada había para hacer.

    Alguna vez, 20 años antes, el genera Tanco, uno de los líderes del levantamiento que terminaría con el fusilamiento de Valle y las muertes de Operación Masacre, fue sacado de la embajada de Haití por fuerzas militares; debido al escándalo internacional tuvieron que devolverlo a la sede diplomática. Así que Cámpora estaba seguro en el nuevo destino.

    Por los tratados internacionales, el gobierno argentino estaba obligado a reconocer el carácter de asilado político y de otogarle un salvoconducto que le permitiera salir del país hacia México.

    El embajador mexicano recibió a Cámpora y a su hijo. El expresidente estaba preocupado porque era el martes de Semana Santa y supuso que los feriados de los días siguientes retrasarían demasiado su salida del país. El diplomático lo tranquilizó asegurándole que desde la cancillería argentina le aseguraron que habían dispuesto una guardia para Semana Santa con el fin de atender su caso. Cámpora supuso que en menos de una semana estaría otra vez en Ciudad de México.

    Lo que nadie sabía todavía era que la Dictadura no le otorgaría el salvoconducto por una buena cantidad de años y los asilados en la embajada mexicana en Buenos Aires batirían récords mundiales de permanencia.

    Por la embajada mexicana en Argentina pasaron 68 asilados. La mayoría consiguió el salvoconducto en tiempo razonable. Cuando los Cámpora arribaron, solo quedaban los Zanella, un matrimonio de abogados defensores vinculados con Montoneros. Hacía varios meses que estaban pero semanas después lograron salir. Al poco tiempo llegó un tercer integrante que se sumó a los Cámpora: Juan Manuel Abal Medina, un joven vetarano de 31 años que había sido secretario general del Partido Justicialista.

    La Junta Militar definió a Cámpora como un delincuente ideológico, corrupto y colaborador del terrorismo. Guillermo Patricio Kelly, el antiguo compañero de fuga de Río Gallegos, lo denunció ante la justicia como “inspirador, generador y financista del proceso subversivo”.

    Al principio las autoridades argentinas dilataban respuestas y preferían no ser terminantes respecto al procedimiento de entrega de los salvoconductos. Con el paso del tiempo la oposición a permitir la salida de Cámpora del país fue abierta, desembozada. Hasta el presidente Videla se expresó en público en contra de esa posibilidad.

    México cambió el embajador para ver si podía destrabar la situación pero resultó imposible.

    Muchos se habían olvidado de Cámpora, cuando la revista Gente logró obtener unas fotos de él, su hijo y Abal Medina en el parque de la residencia.

    En los años siguientes hubo muchos intentos por lograr su libertad. Varias personalidades firmaron una solicitada en el New York Times, también en diarios argentinos y se realizaron negociaciones por diversos canales. Varios militares argentinos sostenían que no podían dejarlo salir del país porque la figura simbólica de Cámpora era un campo de batalla entre los Duros y los Blandos del ejército. Suárez Mason y Menéndez eran los más férreos opositores a su salida.

    La visita de la CIDH en septiembre del 79 y el Caso Timerman hicieron que el viaje de Cámpora a México pareciera posible. Pero faltaba otra incidencia para que eso sucediera.

    Ya avanzado 1979 y más de tres años y medio después de su ingreso al lugar, una mañana Héctor Campora encontró un bulto, no tan pequeño, en su cuello. El médico que solía visitarlo recomendó una biopsia de inmediato. Pero Cámpora no podía abandonar la embajada sin ser arrestado. Se pidieron los permisos correspondientes y el gobierno argentino no los otorgó. Se analizaron diversas posibilidades. Alguien sugirió hacer la biopsia en la residencia. Los médicos se negaron por los riesgos que eso traía. Durante varias semanas hubo negociaciones, algunos avances y varios retrocesos. Hasta que los médicos establecieron que se trataba de una cuestión de vida o muerte, algo muy urgente. Se permitió que el procedimiento se realizara en el Hospital Italiano. El gobierno deslizó que solo si el diagnóstico era de extrema gravedad y dictado por una junta médica irreprochable otorgaría el salvoconducto. Envió a un coronel para que oficiara de testigo, de garante de los procedimientos. Seguían sin creer que Cámpora estuviera enfermo. Pensaban que se trataba de un ardid. A esa altura, hay quienes sostienen que hasta la Iglesia terció y hubo una reunión entre el Cardenal Aramburu y Albano Harguindeguy, Ministro del Interior del régimen.

    Los médicos del Hospital Italiano, un reducto tradicionalmente radical pese a la presencia del Doctor Matera en neurocirugía, cumplieron a rajatabla con el juramento hipocrático, priorizando al paciente y olvidando cualquier cuestión externa. La biopsia arrojó un resultado incontrastable. Esa especie de almendra que seguía creciendo en el cuello del expresidente era una metástasis de un cáncer de laringe ya avanzado. Recién en ese momento la dictadura le permitió salir del país.

    El 27 de octubre de 1979, después de 43 meses, Héctor Cámpora lograba por fin salir del país para ser tratado en México. Fue trasladado en auto del Hospital a la cancha de Ferro. Allí lo subieron a un helicóptero que lo llevó a Ezeiza.

    La revista Gente, otra vez, consiguió fotos de Cámpora esta vez yendo al exilio. Las publicó en tapa. En las imágenes se lo ve muy envejecido, detrás de unas rejas que separaban la pista de aterrizaje de los curiosos; la cara parece un globo a medio inflar, la mirada vacía. El título decía: Cámpora se fue ¿Pero de qué es culpable?. Abajo dos recuadros que mostraban que la revista hacía una pregunta retórica o que al menos ellos tenían una respuesta: Libertad a los terroristas / Montoneros en Plaza de Mayo.

    En la embajada todavía quedaban el hijo de Cámpora y Abal Medina. La dictadura no dejó que acompañaran prontamente al expresidente. Los Duros se impusieron una vez más. El diario Convicción que pertenecía a Massera publicó un editorial que sostenía: “Francamente, si lo que está en juego es la amistad con México, no debe dolernos en extremo distanciarnos con un país con el que tenemos tan poco intercambio. Cámpora (hijo) y Abal Medina solo deben salir de su asilo en la embajada de México para ir a la cárcel, o bien quedarse en la embajada de México a esperar la vejez.”

    Héctor Cámpora se instaló en México. Se reunió con su otro hijo y con su esposa. Allí recibió tratamiento y más allá de algunas actividades públicas, se recluyó, durante esos 13 meses, en la intimidad de su familia mientras su salud se deterioraba.

    Murió en Cuernavaca a causa del cáncer de laringe, el 19 de diciembre de 1980, hace 45 años atrás.

    Ese día, el gobierno argentino le otorgó el salvoconducto a su hijo Héctor, que finalmente dejó la embajada y pudo llegar a México al entierro de su padre.

    Juan Manuel Abal Medina permaneció allí hasta la Guerra de Malvinas. Fue quien más tiempo en la historia permaneció asilado en una embajada.

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