El martes, en el día de su cumpleaños, Javier Milei estaba exultante durante la reunión de Gabinete. En una entrevista que dio durante esa tarde, explicó lo que les dijo a sus ministros durante el encuentro: “A partir de ahora, de acá en adelante, son todas buenas noticias. Si antes acelerábamos, ahora aceleren más. Se acelera en las curvas, se acelera en las rectas y se acelera siempre más”. En su relato, aparece el jefe de Gabinete: “Ahí Guillermo Francos, que es el que trata de poner prudencia, dijo: ‘No, bueno, Presidente, tampoco es que hayamos roto la marcha atrás’”. Riéndose, Milei cuenta el final de la historia: “Entonces Sturzenegger, con un comentario brillante, dijo: ‘es como Colapinto que no sabe estacionar. Bueno, nosotros tampoco, solo sabemos acelerar e ir hacia adelante’”.
Es posible que esa síntesis describa como ninguna otra la dinámica que más le gusta al Gobierno. Los roles, los deseos. Esa atmósfera de vértigo donde sienten que dominan la agenda, un clima que si se miraba hace un mes atrás con el veto universitario, la gente en la calle y la baja en las encuestas, el resultado hubiese sido mucho más turbio. Pero que ahora, con las variables macroeconómicas en buenos términos, los consolida en el lugar que más les interesa.
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Esa misma adrenalina percibieron con frustración los gobernadores de Juntos por el Cambio en un salón comedor de paredes de madera oscura del primer piso de la Casa Rosada. El jefe de Gobierno, Jorge Macri junto a Marcelo Orrego, Rogelio Frigerio, Ignacio Torres y Claudio Poggi se sentaron a la mesa en la que también estuvo el jefe de Gabinete, Guillermo Francos; su vice, Lisandro Catalán, y Karina Milei. Ellos hablaron con el bolsillo y el Presidente les respondió con el corazón. Los líderes provinciales querían respuestas sobre fondos para obra pública (hay problemas de infraestructura al borde del peligro en muchas de ellas), y la resolución del conflicto por las cajas jubilatorias de sus territorios.
Entraña con puré
Escucharon durante una hora, mientras comían entraña con puré, cómo Milei les detallaba los éxitos macroeconómicos. Fue el día que su ministro favorito fue elegido como ministro de Economía del año por la revista LatinFinance y que Kristalina Georgieva aseguró que el FMI está alineado con las prioridades del país. Les habló de la baja de la inflación, del éxito del blanqueo, de la suba de bonos, la baja del Riesgo País, el dólar calmado y su nueva fascinación con China. Sobre sus demandas, apenas los escuchó. Se fueron, en el medio de la lluvia, con sabor a poco. Le dejaron dicho a Francos que su compromiso de apoyo con el Presupuesto 2025 depende de esas respuestas.
En la comisión de Presupuesto y Hacienda de Diputados se construye una alternativa que esperan que la Rosada acepte. Está en manos de Miguel Pichetto y Emilio Monzó, entre otros. Un dictamen que incluya los deseos de los mandatarios provinciales con las reasignaciones de partidas correspondientes para que nadie discuta el origen de los fondos. ¿Lo apoyará el Gobierno? No hay certezas.
La economía nacional está sometida a un cronograma ajeno, con las elecciones el 5 de noviembre en Estados Unidos donde se definirá en la competencia entre Donald Trump y Kamala Harris y en donde el Gobierno se juega su objetivo más cercano: los dólares para salir del cepo. Caputo dijo que no tiene apuro y el Presidente que proyectan dos maneras de dejarlo: con dólares o sin dólares. Como sea, está claro que si el FMI empuja con fondos frescos el desarme del cepo, le cumpliría el sueño al Presidente de llegar a las elecciones de medio término con su trampa más delicada, resuelta. ¿Pasará? Los pronósticos son dispares. ¿Cuál es el devenir si eso no sucede? Futurismo.
Quién le pone el gancho al ARCA
La política de la aceleración de anuncios tuvo esta semana uno relevante. La reestructuración de la AFIP, que adelantamos acá, se concretó con el objetivo oficial de recortar sueldos, achicar estructuras y eficientizar funcionamiento, pero incluyó dos designaciones controversiales que se concretaron en el Boletín Oficial y que configuran otra cosa mucho mucho más parecida a un aparato de poder de usos múltiples.
Además de Florencia Misrahi, que mantiene su puesto de la AFIP al ARCA, debajo de ella se designan a dos hombres en cargos de poder extremo. El de la Dirección General de Aduanas (DGA) es José Velis, con antecedentes en el organismo que lo acercan al ex SIDE, Jaime Stiusso; y en la Dirección General Impositiva (DGI) entró Andrés Vázquez, un hombre que, como se publicó estos días, sacó del país más de 400 mil dólares sin declarar a través de una cueva que funcionaba en una sucursal del BNP Paribas en la calle Leandro N Alem. Por ese escándalo, los ejecutivos del banco fueron procesados, el BNP se fue del país pero al “sabueso” Vázquez no le pasó nada porque le extinguieron la acción penal después de adherirse al blanqueo. En las oficinas de Santiago Caputo, que coordinó esta enorme reforma, conocían su curriculum. “Nunca fue condenado”, dicen. No faltan a la verdad.
Nadie le discute experiencia a Vázquez, con más de 30 años en el organismo, pero, ¿cómo llegó a titular de la DGI después de pasar años recluido con su sueldo alto, en oficinas de la Aduana en el Puerto de Mar del Plata?
Es un sendero enroscado, pero vale la pena seguirlo: junto a Karina Milei trabaja un funcionario de bajísimo perfil y escasísimo conocimiento público. Se llama Juan Ignacio Waissman, un hombre que estuvo bajo las órdenes de Vázquez en la AFIP en uno de sus momentos más sensibles: ese en el que, durante el kirchnerismo, y bajo el poder del ahora nuevo jefe de la DGI, descabezaron a todos los directivos que estaban investigando el gigantesco desfalco con facturas truchas de Lázaro Báez con la sociedad Gotti. Waissman, entonces, entró como alfil jurídico de Vázquez. Ahora propuso su nombre a Karina que a su vez se lo acercó a Caputo. “Vamos a salir a cazar massistas”, decían en la Casa Rosada. Cierto que Vázquez conoce todo. Hay que verlo. Los ladrillos de este nuevo organismo recaudador parecen construir otro tipo de edificio.
Misrahi se enteró por los medios quiénes eran los dos flamantes directores que funcionarán bajo su ala. Hubo una ingeniería intensa para definir quién firmaba sus designaciones. Los diálogos entre ella y el ministro de Economía podrían revelar mucho de lo que pensaron. Sin embargo, hubo paz. El propio Presidente se hizo cargo de poner el gancho en el Boletín Oficial y, por ahora, Misrahi se queda en su puesto.
El ninguneo de CFK
Nada de lo que pasa estos días en el poder puede desacoplarse de las elecciones del año que viene. Ese cronograma, tan ajeno a las necesidades de la gente, apura definiciones, tensiona y rompe. Que lo digan si no los radicales. O el PRO. O el ejemplo más profundo, el peronismo, que por primera vez en su historia se encamina hacia una interna. “Es como mandar un hombre a la Luna”, describía ayer un experimentadísimo ingeniero electoral. ¿Sucederá? Ayer los integrantes de la Junta Electoral pedían ayuda a la Justicia. Es un problema por todos lados: de poder, de plata, de organización. Le cuesta la democracia partidaria al peronismo. Es casi gracioso ver los aportes individuales que están entrando al partido a ver si juntan unos pesos. Por lo menos 400 millones de pesos necesitan para que la competencia Cristina-Quintela suceda.
Es, a la vista, la interna Cristina-Kicillof la que define ese final, solo que el Gobernador ya no sabe cómo exagerar prescindencia de la pelea piantavotos por la titularidad del PJ. “Estaba muy divertida por cómo ninguneó a Axel”, contaba ayer alguien que habló con CFK después del acto con Carlotto en La Plata. Es un deja vu demasiado fresco del modo en que tramitó su relación con Alberto Fernández.
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Hubo quien se acordó de ese momento fuera de las cámaras cuando subidos a una combi para ir a sacarse la foto de inauguración del gasoducto Néstor Kirchner, el entonces Presidente y su vice (que no se veían ni hablaban desde hacía meses), se sentaron en asientos separados y no cruzaron miradas en el cortísimo tramo que compartieron. “Te duele el cuello que no te das vuelta para mirarme?”, le dijo ella irónica. Él ni se dio vuelta ni respondió. Son anécdotas coloridas pero sórdidas. Que se repiten. Increíblemente.