El presidente Javier Milei eligió el sábado y Parque Lezama para lanzar a La Libertad Avanza como partido nacional, con su hermana como jefa y con un claro objetivo: ganar las elecciones del año próximo en los principales distritos del país.
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Para eso, no solo necesita armar alianzas en todo el territorio sino mostrar una recuperación general de la economía que todavía no se siente en los hogares de millones de argentinos.
Milei, al estilo rockstar que parece gustarle y mucho, volvió a usar un discurso duro y lleno de revanchismo, como para mantener viva la polarización con el kirchnerismo, que le dio muy buen resultado en la elección presidencial. Y de paso atacar, como lo viene haciendo, al periodismo.
Dijo que La Libertad Avanza protagonizó “el batacazo más grande de la historia” cuando llegaron a la Presidencia. Y la verdad parece darle la razón. Pero sería bueno que analice las causas que lo llevaron a la Casa Rosada.
El fracaso de un gobierno tras otro. Un plan económico tras otro. La corrupción. Y el hastío frente a una dirigencia política que se creyó salvadora de la república.
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A esta altura del año, cuando la luna de miel con quienes lo llevaron al poder da signos de fatiga, las banderas del déficit cero y la baja de la inflación no parecen ser suficientes para una población que está castigada por el duro ajuste que Milei implementó apenas llegó al país.
El aumento de la pobreza es un dato que ni el relato más fuerte lo puede ocultar: 52,9% de la población la sufre. Casi 25 millones de argentinos, 11,2 puntos porcentuales más desde diciembre del año pasado.
La dura herencia del gobierno de Alberto Fernández y el fuerte ajuste libertario para llegar al déficit cero llevaron al país a la situación que estamos viviendo, aunque Milei asegura a quien quiera escucharlo que “la pobreza está y seguirá cayendo en la Argentina”.
Milei no se arrepiente de lo hecho y ya dijo que profundizará plan económico y político. Gobernar a fuerza de vetos, en algunas cuestiones de fuerte impacto social, tienen su desgaste. La fuerte dependencia que tiene de sus aliados, para obtener las leyes que necesita, hace que todo se complique aún más.
Ocurrió con el veto a la reforma jubilatoria -de la que Milei no se arrepiente- y su sostenimiento en la Cámara de Diputados. Y la historia parece volver a repetirse con la Ley de Financiamiento Educativo.
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El miércoles habrá una marcha federal y una concentración en la ciudad de Buenos Aires que promete ser multitudinaria. Van a confluir estudiantes, docentes, la CGT, la mayoría de las fuerzas políticas y organizaciones sociales.
La educación, una materia pendiente desde hace muchísimos años, une como nadie los distintos pensamientos políticos. Esto lo sabe el Presidente, que, por la protesta anterior en Plaza de Mayo, tuvo que flexibilizar algunos aspectos de su posición en el tema universitario.
Pero ahora, el ala moderada del Gobierno, con el jefe de Gabinete Guillermo Francos a la cabeza, no ha podido cambiar una postura extrema de Milei. “El veto será total, hasta el último punto”, sostuvo una de las personas con más llegada al despacho presidencial.
En ese clima parlamentario, MIlei quiere avanzar todo lo que pueda con la privatización de Aerolíneas Argentinas.
Si bien sacó un decreto para habilitar el tratamiento en el Congreso, ya hubo un acercamiento a dirigentes del PRO y de la UCR, que tienen sus propios proyectos para redefinir el futuro de la empresa de bandera.
Si no lo logra, Milei ya amenazó con entregarle Aerolíneas sus trabajadores, algo que rechazan de plano los gremios aeronáuticos.
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Para colmo, los pilotos de APLA, comandados por Pablo Biró, de fuertes vínculos con el kirchnerismo, lograron parar en la Justicia la resolución oficial que coloca al servicio de aeronavegación como algo esencial y limita las posibilidades de huelga.
Los gremios del transporte se encaminan a un paro el 17 de octubre, tomando como bandera el caso Aerolíneas, pero también como una forma de protesta contra la política económica del ministro Luis “Toto” Caputo.
Un día antes, el Gobierno hará todo lo posible para que el directorio de Aerolíneas Argentinas lo saque a Biró de esa conducción, donde está en representación de los trabajadores.
Pero también el 17, el peronismo y el kirchnerismo, cada uno por su lado, recordarán a Juan Perón y lanzarán duras críticas al gobierno. Cristina Fernández de Kirchner y Máximo Kirchner ya pusieron en la mira al gobernador Axel Kicillof y no están dispuestos a ceder ninguna lapicera a la hora de armar alianzas y candidaturas para el 2025.
Pero a Milei nada parece inmutarlo. O no tanto. Se muestra cada vez más encerrado en ese círculo de hierro, como el lo llamó, que conforma con Karina Milei y el todo poderoso asesor Santiago Caputo.
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Fuera de ese triángulo, la interna de los libertarios está hirviendo. Las peleas están a la orden del día no solo en el Congreso sin también dentro del gabinete. Para muestra bastan dos botones.
La feroz interna en el ministerio de Salud terminó con la gestión de Mario Russo y dejó el triunfo en manos de Santiago Caputo que logró imponer a Mario Lugones como el sucesor.
En realidad, Lugones tenia su propio poder y gestión paralela en Salud. La salida de Russo era cuestión de tiempo.
La otra pelea es aún más escandalosa. La vicepresidente Victoria Villarruel, freezada por el propio Milei, salió con los tapones de punta contra la Canciller, justo después de que Diana Mondino levantara las banderas de Malvinas en Naciones Unidas y cuestionara a la Conmebol y al Chiqui Tapia por no permitir la entrada de una bandera con la imagen de Malvinas al estadio Monumental.
Villarruel le apuntó a las conversaciones entre las cancillerías de la Argentina y Gran Bretaña, por la vuelta de los vuelos a Malvinas, desde San Pablo con escala en Córdoba.
La vice armó un revuelo bárbaro a través de las redes sociales, el lugar en el mundo de Milei. “¿Nos toman por tontos?”, se despachó Villarruel para luego cuestionar las negociaciones abiertas con Londres.
Pero a Milei no le preocupan las peleas ni tampoco los giros que da sobre sus pasos, como cuando sus ministros negocian con la “casta”, dentro o fuera del Congreso.
El último ejemplo fue la negociación abierta con el sector más dialoguista de la CGT, a través de Francos, Santiago Caputo y el secretario de Trabajo Julio Cordero. Al igual que todos los presidentes, desde el retorno de la democracia, Milei necesita paz social y desactivar nuevos paros nacionales de la CGT.
Quizás en ese marco haya que entender los cambios que sufrió la reglamentación de la reforma laboral y la decisión de dejar de lado las limitaciones a las reelecciones en los gremios y la quita de los aportes obligatorios que los trabajadores hacen a los sindicatos, en futuras reformas a las leyes vigentes.
Milei sabe que el clima social no es el mismo que lo acompañó en los primeros nueve meses de gobierno. Las encuestas lo muestran, sobre todo aquellas que no se hacen públicas y que descansan en los escritorios del círculo de hierro.
Creen que la baja en la imagen es solo pasajera y que volverá a subir cuando la gente sienta una verdadera mejora en su vida diaria. ¿Cuándo? Esa es la pregunta que no tiene, por ahora, respuesta.