"Si nos van a matar, que nos maten juntos". Desde la cárcel de La Florida en Bahía Blanca, la periodista Estefanía Heit y el pastor Jesús Olivera hablaron a una semana del inicio del juicio oral y público que debe definir si son culpables o no de mantener cautiva a Sonia Molina.
Sonia Molina denunció haber estado encerrada tres meses en la casa de Grand Bourg 1832 que la pareja alquilaba. Dijo que fue violada, alimentada con comida para perros, sometida a tormentos, servidumbre y estafa hasta que logró escaparse por una ventana en noviembre de 2012.
Sin embargo, Heit y Olivera insisten en que no vivía con ellos, que solo compartían mucho tiempo diariamente porque formaban parte de una ONG llamada Siglo XXI que trabajaba con chicos discapacitados, hacía tarea solidarias y donaciones; reconocida incluso, por UNICEF, por el Concejo Deliberante local y por distintas organizaciones. Aseguran que ella vivía en la casa de otra familia, donde trabajaba como empleada doméstica y bajo el sistema de “cama adentro”.
Ahora en la oficina del Director de la cárcel, ellos se toman de las manos, se miran constantemente, se besan, prometen estar juntos toda la vida, recuerdan que se casaron, que su amor es "genuino" y dicen: “Nos robaron todo, no tenemos nada”.
Sus abogados, Claudio Lofball y Pablo Gómez Talamoni, ya dieron un paso importante durante la instrucción; lograron un cambio de imputación, que sin dudas, atenuará los delitos durante la acusación.
Ambos habían sido acusados de violación, tentativa de homicidio y privación ilegal de la libertad. Ahora, la periodista está imputada de reducción a la servidumbre, lesiones graves y estafa, y el pastor de abuso sexual con acceso carnal reiterado, reducción a la servidumbre, lesiones graves y estafa.
Él está más complicado, ya que la fiscal de la causa, María Marta Corrado, siempre insistió en que él manipuló, influyó y hasta cambió la vida de Heit.
Estefanía era conocida como “Fanny”, trabajaba de cronista y conductora en el único canal de la ciudad de Coronel Suárez ; siempre maquillada y arreglada. Era la Susana Giménez del pueblo, dicen algunos vecinos. "Sensible, solidaria, emprendedora", dicen, había estudiado teología y abogacía, pero siempre mantuvo en reserva a “su pareja”. Su vida familiar era desconocida y no mezclaba amistad con trabajo.
Olivera había llegado a la ciudad, como un supuesto pastor evangélico, que además hacía changas y trabajos de mantenimiento; no era conocido, pero supo conquistarla y cambiar su forma de vida y la fue aislando.
“Es muy duro porque no sabes qué decir. Hay mucha susceptibilidad, con nosotros es todo acusación. Estamos determinados a mostrar nuestra verdad, que hay pruebas que la demuestran. Y no sólo palabras que no están comprobadas, pero como son trágicas sirven para ganar el apoyo de la gente, como hizo Molina", dice Heit.
“Hace más de un año y medio que estamos privados de la libertad. Esto nos cuesta mucho, nos duele, y más cuando se hablan tantas mentiras. Porque nosotros hablamos con papeles en la mano, y las demás personas dijeron cosas que ni están en la causa. Te genera incertidumbre, ¿Qué te asegura que ahora se hagan las cosas bien? Mi esposa cree en la Justicia pero yo tengo muchas dudas", sostiene Olivera.
La vida en prisión no ha sido fácil, ella ya no está arreglada y se notan las huellas del encierro, él está muy delgado y dice estar muy perturbado.
En los primeros momentos de la prisión preventiva, estaban en distintas unidades. Olivera pidió el traslado desde la cárcel de Saavedra a la de Floresta. Logró luego un régimen de tres visitas semanales de 8 a 16, en una habitación con “intimidad”. Mientras, en el día a día, Heit comparte sus días con una ex policía detenida y Olivera con seis hombres. Ella trabaja en el área de control del servicio penitenciario y él en el sector de mantenimiento. Sin embargo, juntos crearon una biblioteca con juegos didácticos para los hijos de los detenidos.
"La denuncia en principio no fue grave. Lo que la hizo grave fueron las declaraciones de la fiscal -hoy diputada provincial por el Frente Renovador- y del ex intendente de Coronel Suárez, Ricardo Moccero. Corrado encajonó un sumario contra los dichos del intendente que no fueron comprobados. Él dijo que había videos que probaban las torturas y la violación", asegura Heit.
"Sonia habló de abusos totalmente violentos que después resulta que no existieron porque el médico no lo constata, sólo constata un moretón en uno de los labios de la vagina. Es más, ella dijo que tragó lavandina, que la quemaron con lavandina, eso no consta. No consta la comida para perros ni el excremento de perros. Si hubo algo de eso, deberían haber quedado rastros en su cuerpo. Ella no tuvo ninguna secuela. A la semana estuvo totalmente recuperada, sólo se le suministró suero, no estuvo en terapia intensiva”, insiste la periodista.
El matrimonio denuncia que desde que están en prisión, su casa fue robada en reiteradas oportunidades. Aseguran que se llevaron papeles de investigaciones que Heit realizaba para su trabajo y toda la ropa que tenían. Hasta desaparecieron tres de sus cinco perros.
"Hay cuatro denuncias de vecinos diciendo que hubo robos en la casa. La policía nunca entró a verificar", asegura ella. Olivera agrega enseguida que en los robos "no hubo forcejeo en las puertas".
"Durante la época en la que supuestamente Molina estaba secuestrada en nuestra casa, ninguno de los vecinos escuchó nada. Es una persona a la que supuestamente se la torturó con destornilladores, martillos, patadas y se la violaba sistemáticamente. Se la agarraba de los pelos, se le pegaba con palos. Tanta violencia ¿nunca fue escuchada por los vecinos que sí escucharon ruidos de la vivienda cuando estaba sola y sí lo denunciaron?", dice ella.
Además, sostiene que la fiscal Corrado y el ex intendente Moccero "se empecinaron" con ellos. "Una fiscal no puede usar nuestras caras para hacer un spot político, para ganar las elecciones, como si fuéramos criminales hasta que se demuestre lo contrario", asegura Heit.
“Todo es una gran mentira, pero sabemos que estamos condenados por la gente, la justicia y los medios”, dice el pastor. Y ella apunta: “No somos monstruos".
Se escuchan los pasos de la botas de los agentes penitenciarios, el reloj de madera de la pared que da hacía una ventana que les permite ver después de mucho tiempo el barrio que rodea a la prisión marca que ya pasaron dos horas de charla, se abre la puerta, aparecen las esposas y se las colocan en sus manos, hay un beso profundo entre ambos, ella le dice algo al oído y él se da vuelta como en puntos suspensivos. El 12 de mayo empieza el juicio y la Justicia tendrá el punto final.