Mariana Vidal se define como una sobreviviente. A sus 29 años y, según su testimonio, después de mucha terapia pudo denunciar por fin a su abuelo por haber abusado de ella sexualmente durante la primera mitad de su vida. Se trata de un expastor evangélico reconocido en Río Negro, encargado de un jardín maternal de Viedma, que acumula denuncias en su contra desde 1992 y, actualmente, tiene una pena vigente de un un año en suspensión por abusar de una nena de 12 años.
La joven sostuvo que el acusado, Alejo Insaurralde, la sometió de los 2 a los 14 años, y necesitó de mucho tiempo de terapia para animarse recién a principios del año pasado a recurrir a la Justicia rionegrina. Los antecedentes del pastor y el vínculo de sangre que lo unía a su nieta fue lo que permitió que, a pesar del tiempo transcurrido, su caso no prescribiera.
“Uno disocia para no matarse, para poder seguir viviendo; es muy fuerte que la persona que una más ama, que está en el cuidado de una sea la persona que propicia los peores hechos sobre una, sobre el cuerpo; yo lo tenía absolutamente negado” explicó Mariana a Radio Nacional de Viedma.
A través de su acercamiento a una organización contra el abuso infantil, ella pudo contactar a otras siete chicas que también fueron víctimas de su abuelo. "Hago pública mi denuncia para que, de existir otras víctimas se animen a hacer la denuncia. No estamos solas”, escribió después en la red social Facebook.
La abogada que la representa, Julia Mosquera, dijo al sitio Infobae que recibió una propuesta por parte de la defensa del expastor para ir a un juicio abreviado. "Esto implica que el acusado asume su responsabilidad. Él ya tuvo un año de prisión en suspenso por un juicio de esta manera por la acusación de una vecina, una de doce años que también fue abusada en 2014. La condena se dictó en 2017", sostuvo.
Reconstruir su vida después de las violaciones y los abusos que soportó significó otro esfuerzo casi tan doloroso como aquel infierno. “Realmente el daño que genera en las víctimas es muy tremendo: desde los ataques hasta sentir que una no vale la pena, la cuestión de la culpabilidad que siempre se genera en este vínculo muy perverso porque al ser personas que están en nuestra guarda producen la culpa. Con mucho trabajo y con amigos, con la parte de mi familia que me bancó, con la terapeuta pude terminar de armar un poco mi rompecabezas", cerró.
